Decíamos hace unas fechas que vuelven a ser moda los combinados, y por ello se abren en las distintas ciudades de nuestro país bares específicos que tienen como principal objeto social crear nuevas combinaciones de licores, mejorar las ya conocidas o, como mínimo, hacer que perduren en su integridad aquellas muy reconocidas por el amplio universo de los aficionados catadores.
De forma lamentable en la ciudad de Valencia no se está registrando el normal desarrollo de esas actividades y, paulatinamente, por unas u otras circunstancias, van desapareciendo aquellos locales (Ginger Loft, El Foro) que eran ejemplo de profesión y satisfacción de aficionados, sin que se creen al mismo o superior ritmo las alternativas a aquellos que se van.
Ya sean los hermanos Talens, conocidos por su competencia profesional en este campo y que actúan en muy limitadas ocasiones en nuestra ciudad –solo cuando alguna entidad los invita a ello-, o sean algunos otros personajes del sector, como Javier de las Muelas, propietario del famoso Dry Martini barcelonés –además de una multitud de ellos con la misma marca en Madrid, San Sebastián, Mallorca, Baqueira, Bali, Singapur, Tailandia, Río, Boston o Londres- no parecen interesados en dar a conocer, y consolidar, su propuesta entre nosotros, pese al gran número de aficionados que lo agradecerían. Aunque también intuimos que los mercados son tozudos y suelen mostrar la verdad, y si entre nosotros se extienden y asientan multitud de establecimientos que venden cien tipos de hamburguesas; así como innúmeros locales destinados al arte culinario japonés, chino, hindú, colombiano, peruano, o una mezcla de ellos, y también muchos otros específicos entregados al café, o al chocolate, deberemos convenir que quizás no están nuestros paladares, o nuestros gustos, deseosos de probar la nueva y la vieja coctelería.
Pero lo peor no es eso, lo peor es que los barmans, de nuestros bares, hoteles y restaurantes, en su mayoría, desconocen el arte de combinar, y no contentos con ello, arriesgan a inventar lo ya inventado sin molestarse ni siquiera en echar una leve miradita al recetario que debería acompañarles por doquier –o más fácil, a internet- antes de perpetrar el bebedizo con el que nos regalan.
Según el señor De las Muelas, antes citado, los diez cocktails que cambiaron el mundo –supongo que es una forma de expresarse- son el Bloody Mary, Caipirinha, Daiquirí, Dry Martini, Gimlet, Gin Fizz, Manhattan, Margarita, Negroni y Whisky Sour, y parece coherente que, por lo menos, de la fórmula de los mismos podrían los restauradores tener una breve nota que les impidiese la degeneración.
Así no sucedería que nos entregasen un Dry Martini en una copa al efecto conteniendo un vermú al cincuenta por ciento, con otra mitad de ginebra, acompañados de un hermoso, sólido y magnífico …. cubito de hielo. Tal fórmula de preparación destroza el principio fundamental de ese cocktail, que nos gustaría describir en una prosa tan sentida como la de José Luis Garci, el afamado director de cine, que nos dice en su libro “Beber de Cine”: “El Dry Martini es como una bala de plata que - en vez de matarte, como al hombre lobo- reaviva tu corazón, un rayo de mercurio que ajusta la temperatura de tu cuerpo,…”