VALÈNCIA. Cuando uno cree que nadie está mirando, no teme a hacer cualquier cosa. Sonarse la nariz sin florituras, poner una cara fea, llevar un conjunto de ropa horroroso y hasta bajar a tirar la basura en pijama. En esos momentos, mientras un dispositivo esté cerca, siempre habrá una pequeña cámara dispuesta a vigilarnos, y aunque uno sea totalmente negado a las tecnologías, la calle está plagada de cámaras de vigilancia.
¿Puede un fotógrafo reapropiarse de estas? Este es el objetivo tras el que se esconde el valenciano Alejandro Sales que acaba de inaugurar en el espacio valenciano Dissidents Studio su muestra PNDMC aesthetics, un proyecto de “apropiación de imágenes que pretende aplicar la fotografía de calle a las transmisiones de la webcam”. Inspirado por buscar diferentes ángulos y puntos de vista, el fotógrafo se puso a explorar durante la pandemia a través de una web en la que unos hackers dejaron en abierto 120.000 cámaras sin contraseña.
“El proyecto surge de buscar otros ángulos de fotografía y en la poca diferencia que hay entre lo público y lo privado más allá del sujeto. Cuando hago foto de calle busco todo tipo de escenas aunque contacto con el sujeto y en este caso existe una distancia real entre lo que veo”, apunta el fotógrafo valenciano, quien se sumerge en la web para generar esta exposición que también se traduce en fanzine de la mano de Fanzineología.
A lo largo de la pandemia, e inspirado en parte por la fuerza de la webcam en las videollamadas, Sales reflexiona sobre la estética que se plasma en un interior que va a ser grabado como el interior de la casa y la naturalidad de la calle. “Las cámaras lo fueron todo en la pandemia y cada uno tenía la suya propia con mejor o peor calidad. Tuve claro que esa estética tenía que valorarse -la de la webcam- ya que no solo se usaba para comunicaciones informales. Las noticias falsas, las comunicaciones oficiales y todo lo que imaginábamos en ese momento pasaba por esa pantalla pixelada que es la transmisión más presente que podemos tener”.
Para el artista es la propia baja resolución de su proyecto la que acerca al espectador a prescindir del relato de la “calidad formal” y de la competición por la mejor definición cuando lo que realmente importa es contar un relato: “Me interesa viajar a diferentes países y explorar lo que pasa en sus calles, en sus tiendas y a la vez explorar esta parte de la propiedad de la imagen. Creo que la fotografía siempre está muy al límite de lo correcto y de lo moral y para mí explorar la imagen desde lo virtual abre un mundo nuevo”.
Generando un dump -recopilación de imágenes- de estas videocámaras consigue generar su propia estética y relato que muestra lo que se ve cuando se supone que nadie está mirando. Entre miles de emisiones en directo y reflexionando sobre la “omnipresencia” del fotógrafo Sales habla de las cámaras que están en las plazas, en los bazares, en las playas y en cualquier mostrador que tienen encuadres que “no son muy cercanos” pero nos acercan a quienes capturan.