Hay, en el oficio de pescador, una pausada narrativa que nos atrapa. Aunque desconozcamos sus artes, nos emociona ver llegar las embarcaciones a puerto.
Si en vez de gaviotas, maromas crujiendo, pisadas amortiguadas por la goma de las botas, hombres con voz ronca —¿será por el sueño, por la bebida, por el tabaco o por el peso del trabajo?— en el puerto de Palamós, en la Costa Brava, hubiera un hilo musical, sonaría esta canción de Nacho Umbert & la compañía: “El mes de agosto asoma ya, /
el pueblo duerme natural, / un par de horas poco más, / la Tramontana aparecerá.
Salen de puerto agazapadas / las barcas tan desordenadas, / cien hombres de edad avanzada, / cien hombres con la piel quemada.
Me llamo Juan, no sé nadar, / soy marinero por no estar / vendiendo coca en la ciudad viendo a la pasma patrullar”.
Hoy del puerto salen L’Havanera, Juan i Virgilio, Mandorri, Manola, Estrella del Sur III, Solraig i Tia Cinta, Nova Gacela y la Perla de Palamós. Tienen hasta algo más de las tres de la tarde para entregar su mercancia y participar en la subasta de las cuatro. Pertenecen a la cofradía de pescadores de Palamós, una entidad que faena en la franja del litoral que va desde el cabo de Begur —pintoresca y algo turística población en la que hay tanto edificaciones medievales como casas indianas por la influencia de los pobladores que emigraron a Cuba— hasta la desembocadura de la riera de Ridaura, arroyo que transcurre por Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, donde los quesos velludos de sabor penetrante.
En una cofradía hay una representación paritaria de los tripulantes y pescadores y los armadores y propietarios de las naves. El desempeño de estas profesiones es heredera directa de los gremios medievales. En Palamós hay registros relacionados con la actividad pesquera desde el siglo XI, ya en 1279, en la Carta Pobla de la Vila —una carta fundacional— aparecen menciones a las artes de la pesca.
A principios del siglo XX se tiene constancia de una sociedad llamada La Previsió Pescadora, esta entidad se organizaba manteniendo una estructura con ciertos paralelismos respecto a las cofradías actuales. Entre 1920 y 1939, las asociaciones, las asociaciones pesqueras eran conocidas en toda Cataluña como pòsits de pescadors, nombre popular que se mantiene coloquialmente. Cuando terminó la Guerra Civil, estos pòsits adoptaron la denominación actual de ‘cofradías’.
A finales de los años setenta, en España se crearon las federaciones de cofradías (la Territorial, adscrita a Girona, la nacional catalana y la española), que reforzaron el papel de las cofradías en la vertiente de entidades representativas de los intereses pesqueros ante las diferentes administraciones.
La coreografía de una subasta de pescado es hermosa. Esta actividad, que es función principal de las cofradías, se realiza diariamente y antecede a la gestión de cobro y pago de los importes a clientes (compradores de pescado) y proveedores (barcas).
En torno a este importante proceso se articulan otros: el suministro de hielo, envases, aprovisionamiento de útiles en las embarcaciones, trámites administrativos y negociación con pescaderías y restaurantes.
Hay productos bandera de un territorio. En el caso de Palamós, es la gamba roja (Aristeus antennatus). La flota especializada, compuesta por pequeñas embarcaciones de arrastre, la pesca y la lleva diariamente a la lonja. Pese a lo instaurado de su método de pesca, actualmente se siguen estudiando nuevos métodos de selección del producto, nuevos envases y formas de conservación más cuidadosas. Aparte de las gambas, a la lonja de Palamós llegan doradas, calamares, rodaballos y boquerones.
Este crustraceo de color brillante, que suele medir entre diez a deiciocho centímetros de longitud, pudiendo llegar a medir hasta 22 centímetros. En la Comunidad Valenciana por ser típico de la comarca de la Marina Alta. De hecho, se cree que pescadores valencianos enseñaron a los catalanes cómo capturar este delicado animal.
En el Museo de la Pesca, situado en el mismo muelle donde se encuentra la lonja, se puede apreciar la relación básica entre el ser humano y la mar a través de la historia. En este museo, que forma parte del patrimonio arquitectónico de la población, se explica cómo funciona el arrastre, el cerco y la pesca artesanal y cómo estas artes, a lo largo del siglo XX, han vivido un cambio tecnológico. De hecho, este museo, más allá de ser un exponente del legado de los antiguos pescadores, propone una reflexión participativa sobre el futuro de la pesca. “Si queremos seguir pescando sy que el oficio de pescador sea una profesión cualificada, digna, respetada y atractiva, es necesario que resulte un oficio estimulante para los jóvenes, mucho más seguro, más participativo, menos incierto y más rentable. Hay que pescar preservando la biodiversidad de los hábitats y las especies que viven en él, y hacerlo de forma inteligente de cara a los mercados y el consumidor”, explican desde la institución.
Antes de ser un museo, el edificio se proyectó en 1935, como almacén portuario y lugar para la subasta del pescado. Un bombardeo acontecido durante la Guerra Civil, en octubre de 1937, lo destruyó, y no fue hasta 1944 cuando se reconstruyó. La nueva vida del tinglado nos puede recordar a la transformación del frente marítimo de la ciudad de València, un proceso de reconversión que le da un barniz civil a las instalaciones portuarias, acercando así el mar a los ciudadanos.
La actividad del museo contribuye al trabajo que el CSIC y el Institut de Ciències del Mar realizan para mejorar los procesos de captura de los productos marítimos. En 2017, el investigador Joan Baptista Company recibió una ayuda europea a la investigación para ahondar en la sostenibilidad de la pesquería de la gamba roja de Palamós. El futuro de esta práctica pasa por cumplir con el plan de gestión pesquera, un protocolo establecido entre la comunidad científica, la Administración y los pescadores para asegurar el porvenir del recurso pesquero mediante una explotación responsable del mar por parte de todo el sector.
Este plan de gestión pesquera es un acuerdo entre todos los agentes implicados por el que se determinan unos objetivos de sostenibilidad y unas especificaciones para alcanzarlos: qué se pesca, cómo se pesca, quién pesca, dónde se pesca y cuándo se pesca. Los objetivos principales son dos: ajustar el esfuerzo pesquero en la biomasa de gamba y minimizar el impacto sobre el medio y mejorar la calidad ambiental.