Es viernes de volver una vez más a nuestro querido Portugal. País vecino del que adoramos su vino y hoy con un proyecto muy espacial, tal cual.
Hablamos de Portugal Boutique Winery, una de esas locuras que idean los idealistas y que no se queda en listas de pendientes, porque las hacen realidad. A golpe de sueño y empeño por preservar la riqueza vinosa de zonas hermosas. Empezando por el Douro para luego ir creciendo y llegar a otras regiones. Pasiones que tienen en cuenta suelos, altitudes y exposiciones para que cada botella sea el reflejo de esas emociones de la tierra que les da la vida. Con el enólogo Ricardo Sarrazola como artífice artista, que no invitado, porque aquí se ha quedado. Creando paisajes convertidos en líquido. Haciendo lo que le apasiona, poner las raíces, la cultura y el lugar en cada copa que beberemos. Empezando por el Boina Blanco 2020. Uvas viosinho, rabigato y côdega de larinho crecidas a orillas del Duero. Cítricos jugosos con lo bonito de la sencillez sin artificios ni ínfulas de nada. Naturalidad donde la mentira no cabe, porque lo da todo con su claridad gustosa. Lo redondo de decir lo que hace falta en ese momento en que te zampas unos pastéis de bacalhau.
Con el Gorro Alvarinho 2021 nos vamos a territorio de Vinho Verde. Albariño vivaz y chisposo a ful. Animalillo que no muerde porque también es cariñoso. Un ten con ten para tener un intermedio que nos parece tan bien. Recuerdos a tiempos de flash lima-limón que son emoción. Sensación de que aquí hay guarda de sobra y nos quita cualquier zozobra con una caldeirada de peixe.
Vamos mutando en colores con el Boina Rosé 2017. Touriga nacional y touriga franca convertidas en expresión de guapura. Grosellas fresquitas y alegres para un día sin tonterías. Contradicciones que crean adicciones entre lo liviano y su cierto peso. Y sopeso la posibilidad de esto y aquello para terminar con un ser seco que irá de maravilla con una francesinha.
La evolución tonal y coral continúa con el Goblet Clarete Tinto 2016. Bastardo, marufo y tinta gorda que provocan visiones de rubí brillante y esplendoroso. Bayitas rojas con alguna mora negruza haciendo de las suyas. Monte en el que perderse y para qué volver, si desaparece solo. Porque es de los de a litros sin sentir más que lo mejor de esos instantes de desenfado con un caldo verde.
Con el Boina Red la familia varietal sigue creciendo, porque es touriga franca, tinta amarela, tinta carvalha, tinta francisca y sousão. Casi nada y con resultado que es monada. De gluglú convincente y de lo más eficaz a tabla puesta. Campo de aromáticos propios de puchero a fuego lento. Gusto que observa lo de siempre, sabiendo que es novedad, pero aprendiendo, que es gerundio. Y nos enseña lo mejor de sí con la alheira de Miradela.
Terminamos con el Guyot Reserva Tinto 2017. Variedades variaditas tan ancianas como venerables. Con su barrica grandota que no le pesa porque está tan en su sitio que no se hace notar más que lo justo. Justicia divina con atuendos sedosos y hasta terciopelosos, pero sobre todo preciosos. Fruta oscura y divina que te envuelve para que la noche no acabe jamás. Después de cenar un arroz con pato rico rico y con esa sobremesa de charla despacito. Que ojalá seguir y seguir, pero nos tenemos que despedir. Hasta dentro de un par de semanas, amiguis.