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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Arte conceptual. Bajo el imperio de la idea

“Hay todo un ejercito de conservadores ahí fuera dispuestos a defender que el arte es todo aquello que el artista decide que es” Charles Saatchi

11/11/2017 - 

VALÈNCIA. Esta vez, sin que sirva de precedente, comienzo con un ejemplo musical. 4′33″ es una pieza compuesta en 1952 por John Cage y consta de tres movimientos. Está escrita para cualquier instrumento o conjunto instrumental. El intérprete ha de guardar silencio y no tocar nada durante los cuatro minutos y treinta y tres segundos que dura. Fin de la pieza. Sí, han leído bien: aunque Cage compuso mucha otra música, parte de la cual es muy compleja tanto compositivamente como para el intérprete, con el paso de los años esta obra silenciosa se ha convertido en la pieza más famosa, a la par que controvertida, del autor norteamericano. Algo así como el urinario de Duchamp en el terreno musical. Y ya en el territorio del arte plástico, como si el urinario no hubiera abierto, y a su vez cerrado el círculo, vemos tres balones de baloncesto dentro de una urna de metacrilato. La obra tiene un título inequívoco “Pecera con balones en equilibrio total”, su autor es Jeff Koons cuyas piezas conceptuales se cotizan por millones de dólares. El autor explica con toda la seriedad que merece el tema, que la instalación habla de algo tan profundo como el éxito y la riqueza alcanzada a través de una proeza deportiva. La idea lo es todo y la estética de la obra, la parte de “arte por el arte” que podría contener ha quedado relegada a algo insignificante. El filósofo polaco Zygmunt Bauman, recientemente fallecido, afirmaba que, en la sociedad líquida, existe una industria de eliminación de productos que pasan a considerarse residuos en la economía de la vida líquida. Yo añadiría que en esa misma sociedad hay quienes esos productos declarados residuos, vuelven a insuflarles vida a través del llamado Arte Conceptual.

El trabajo con la idea no es patrimonio sólo del Arte Conceptual; la mayor parte del arte de todas las épocas encierra un concepto, una idea más o menos poderosa. También existe y existirá el denominado “arte por el arte” del que ya trataremos. Sin embargo, ha sido durante el siglo XX y en lo que llevamos del XXI (no sin percibir el síntoma de cierto agotamiento), cuando en el seno de lo que propiamente llamamos arte conceptual, la idea, el concepto encerrado en la obra ha ido absorbiendo a la parte puramente artística-entendido esto en términos tradicionales- de la pieza. En el imperio de la idea el formato en que se presente esta es ya lo de menos, la técnica empleada, algo muy relativo, lo dotado que el artista en el uso de sus manos esté en muchos casos es algo que el espectador desconoce.

Es un hecho que buena parte del público, todavía influido por las formas tradicionales de arte, reclama las capacidades técnicas del autor, el esfuerzo y la proeza técnica y el resultado de ello en la obra misma. De lo contrario se produce un divorcio. Las caras de incredulidad, o al menos de indagar significados en muchos casos escondidos, sonrisas nerviosas por no hablar de alguna carcajada que resuena en las desnudas paredes de los generalmente fantásticos recintos que acogen estas piezas son habituales. La experiencia es cuando menos desconcertante en muchas ocasiones y de ahí hay un paso para afirmar que “el rey va desnudo” o lo que se traduciría como “aquello que ha quedado despojado de las cualidades clásicas de arte no es un nuevo arte, sino que, simplemente, no lo es”. 

Hace un par de meses estuve visitando en el Centro de Promoción del Arte en la antigua Tabacalera en Madrid dos exposiciones conceptuales. Fue una visita especialmente interesante porque pude comparar dos visiones muy distintas de lo conceptual. Una visión que me interesa y otra no. La que me gustó era de Fernando Maquieira bajo el título “Guía nocturna de museos”, la que no, “El baile de la vida”, de Susy Gómez. Mientras en la de esta última prácticamente todo era concepto por mucho que hubiera elementos físicos reutilizados como una mecedora fijada al suelo con correas, unas escaleras sacadas de un derribo que no llevan a ningún lado, al pie de la cual, un maniquí vestido parece dispuesto a subir sus peldaños, dos puertas extraídas, con sus dinteles, de otro derribo y otro maniquí, en la de Maquieira se vislumbraba rápidamente. Un trabajo fotográfico del propio artista, pero mucho más también. Es decir, mientras que en la primera exposición la idea lo era todo, en este caso la ejecución artística se repartía con la puesta en escena y la parte conceptual. Maquieira nos traslada a las salas de los museos más importantes del mundo una vez estos quedan vacíos tras su cierre diario y en medio de la penumbra y el silencio. El visitante, como un intruso, servirse de la linterna de su teléfono móvil e ir descubriendo obras maestras del arte que, fotografiadas, penden de las paredes. Una instalación inmersiva y misteriosa.

En el caso de las obras conceptuales más cerradas cuyo significado se encuentra oculto en el universo subjetivo del artista precisan de una explicación que en ocasiones es más fascinante que la propia obra artística expuesta. Hablamos pues de la propia idea de arte: sus límites, la honestidad, el valor. Pero también del artista: si en otros tiempos su capacidad se medía en función de lo dotado que estaba técnicamente, hoy, con las leyes que rige este nuevo arte, incluso los menos duchos pueden ser capaces de concebir una idea más o menos brillante utilizando elementos preexistentes (los balones de Koons) o si es preciso crear algo ex novo y carezco de las dotes para convertir la idea en objeto, puedo contratar un equipo técnico de personas dotadas, al que transmito mi idea, para que lo hagan realidad (Koons, Hirst. Wei Wei…). Luego, eso sí, he de hacerme con un buen curator que defienda mi obra, pero eso nos llevaría a otros territorios.

El Arte Conceptual de Carmen Calvo

Carmen Calvo (1950) es nuestra artista conceptual por excelencia. Seguramente la figura más importante de los últimos años en el contexto artístico valenciano dedicada a esta corriente artística y uno de los mejores exponentes en España. Su ya larga carrera empieza a ser destacable a partir de la década de los setenta con claras influencias del Pop Art, pero a partir de ahí su trabajo se va volviendo cada vez más conceptual, pero sin dejar de ver el resultado como una obra de arte clásica en cuanto al formato. Es decir, en Calvo hay un aprecio por la composición y por el resultado estético final, lo que la convierte en una artista especial. Muñecos rotos, cristal, piedra, madera, botellas, hacen que el arte conceptual de Calvo conviva con otros géneros del siglo XX como del Dadá o el Arte Povera. La búsqueda “arqueológica” de las piezas que rescata y que compondrán la obra, la entiende Calvo como parte de work in progress. Luego vendrá una estudiada y sugerente composición espacial, incluso rítmica, empleando pequeños elementos que dispone en el espacio limitado por el soporte y la propia intervención a través del dibujo. Existe incluso en su obra un estudio cuidadoso del cromatismo que la hace especialmente atractiva desde el punto de vista estético. Carmen Calvo representó a España en la Bienal de Venecia de 1997. 


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