VALÈNCIA. Entre pinceles, recuerdos y muchos paisajes, la pintora valenciana Rosa Torres se enfrenta a un ejercicio de memoria junto al historiador y crítico de arte Francesc Miralles para componer la biografía de su padre: Luis Torres Pastor (Rubielos de Mora, 1913 - València, 2004) un pintor y escultor cuya obra ahora se recopila y se cuenta entre las páginas de Luis Torres Pastor. Esta biografía, que lleva su nombre por título, es un libro en el que tanto Miralles como Rosa Torres recuerdan el arte de Luis Torres a través de sus obras, analizando su creación y tirando del recuerdo familiar como si de un hilo se tratase.
La biografía comienza explicando que Luis Torres Pastor compaginó sus estudios desde bien joven en la Escuela de Artes y Oficios y luego en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de València, donde se pudo especializar en escultura. Más tarde se inclinaría por el dibujo, llegando a pintar decenas de paisajes, bodegones y retratos y pudiendo exponer su obra en ciudades como Logroño, Bilbao y València, entre otras.
Su técnica y su dibujo, comprendido dentro del libro como “incomparable” era tan delicado como poético, y siempre componía sus obras desde el pequeño estudio de su casa y contemplando lo que le rodeaba. Tal y como se relata en la biografía, él mismo consideraba que había “demasiados pintores y pocos artistas”, una declaración sobre la que tal vez justificaba su sentido poético y global del paisaje y la imagen, sin centrarse tanto en su propia técnica.
A través de los lienzos preservados por su hija y sus familiares, Miralles consigue analizar su producción desde cerca para contemplar la huella que dejó con su arte en aquel momento. Para Miralles, este recuerdo, que se construye desde el presente, ayuda al público a tener un acercamiento a Luis Torres a través de la documentación, los catálogos y las anécdotas familiares que comparte su hija.
El libro comprende el legado artístico y emocional de quien comienza como escultor y luego pasa a pintar un poco de todo “con diferentes estilos y formas”. Según Miralles, tuvo una carrera artística peculiar, dedicada a la enseñanza a los demás y con un camino que era inigualable: “Pasaba del paisajismo a lo geométrico, gracias a la enseñanza hace todo tipo de variaciones y estudia las formas y los colores de una forma extraordinaria”, apunta el crítico de arte.
Rosa Torres, en calidad de artista y de hija, recuerda a su padre trabajando en el estudio constantemente y rodeado de libros de pintura. Su estética, tal y como recuerda su hija, venía muy marcada por su fascinación por el arte japonés y sus ganas de simplificarlo todo: “Le gustaban mucho los paisajes y las líneas, siento que desde pequeña viéndole pintar he sentido que íbamos por el mismo camino artístico”, apunta la artista. Sus paisajes, de alguna manera, ahora se asemejan también a los de su padre, quien le “obligaba a pintar” para calmar los nervios: “Yo siempre quería estar corriendo por ahí y mi padre lograba que quisiera sentarme a pintar. Gracias a eso acabé más tarde yéndome de casa para poder estudiar Bellas Artes, de donde nace mi vocación”, en gran parte inculcada por él.
Esa vocación, junto a su recuerdo e investigación sobre su obra, le lleva a trabajar junto a Miralles en este libro recopilatorio, que se compone de la memoria e historia de su padre. Explica Rosa Torres que gran parte del grueso que se compone del libro sale de algunos recortes de prensa que él preserva y en los que hablan sobre su obra. Estos recortes les sirven para documentarse pero no se incluyen en el libro, ya que no llegan a ubicar ni a que periódico pertenecen ni su fecha de publicación.
“Tenemos todos estos recortes y partidas en los que cuando salía algo de su obra él se lo guardaba, no los usamos en el libro porque están descontextualizados, pero esas partidas nos sirven para el recuerdo”, cuenta su hija, que ahora trabaja para esta obra como “curadora” de su arte. Esta publicación se crea también junto al escritor Martí Domínguez -encargado del prólogo-, con Ricardo García Prats en el prólogo y con el diseño de la mano de Eugenio Simó.
Dentro de los textos de Luis Torres Pastor se señala también su dominio y preponderancia del color, y se recuerda como por sus circunstancias vitales en los años cincuenta y sesenta su carrera no pudo despuntar del todo, tal y como sí que lo haría más tarde la de su hija, Rosa. Ella es una crucial protagonista de esta obra, pues, según añade Miralles, es quien preserva toda su obra y “los recortes de periódico” que hablaban sobre sus producciones, que ayudan a Miralles a componer su universo: “Como crítico resulta muy interesante ver una relación entre los mundos de ambos y cómo se preservan en el recuerdo. El paisaje de Luis Torres existe, por una parte, y Rosa Torres crea el suyo propio, por otra parte, pero con esta biografía contemplamos ambos y vemos el de Luis desde lo que se debe recordar ahora”.
Para Miralles, una gran parte del interés por recuperar la obra y vida de Luis Torres está en hablar de él como un pintor que contaba con un “valor indetectable”, el de poder producir obra para que la pintura funcionara en lo emocional: “Cuando enseñaba dibujo y pintura lo hacía para crear buenos artistas, que funcionaran al nivel personal, no solo al nivel estético. Su valor más importante es esta naturalidad con la que trabajaba, y que le hizo que se convirtiera en un gran artista que en los años cincuenta y sesenta fuera capaz de poner un germen estético en la vida de las personas”.
Un germen que ahora se sigue extendiendo gracias a la publicación de Luis Torres Pastor, una biografía plagada de luz y color desde la que el espectador puede acercarse a uno de esos artistas que, para Lorenzo Belenguer, deja huella, y que lo define como un “artista más que pintor que se debate en lucha por conseguir la belleza”. Un artista inigualable que deja un legado que ahora se captura entre las páginas.
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