Hoy es 7 de octubre
Tres exposiciones muestran en Valencia elementos primitivos con los que el arte contemporáneo utiliza la naturaleza como metáfora en diálogo con la tecnología simultáneamente, ¿por qué esta tendencia?
VALENCIA. El Museo de la Tecnología Jurásica no es ficción, existe y abrió sus puertas hace más de veinte años en Los Ángeles, California, pero no exhibe contenidos geológicos ni paleontológicos, su nombre es casi una broma para referirse a una tendencia específica; la de mezclar artefactos primitivos, de corte arqueológico, y técnicas actuales para abordar cuestiones concernientes al arte contemporáneo indagando en los orígenes del mismo.
Es difícil determinar si existe una clara tendencia, si hay un patrón o un movimiento artístico clasificable hoy en día en esa línea. Pero lo cierto es que nuestra ciudad, Valencia, está viviendo un momento clave en el que tres de las exposiciones más punteras este mes, que nadie debería perderse de tener la oportunidad, reflejan un interés por la expresión primitiva en tiempos de paroxismo digital.
Lo que encontramos en el citado museo californiano no es más que un gabinete de curiosidades, un peculiar lugar en el que se exhibe objetos extraños, tanto hallados en plena naturaleza y "recolectados" para la colección, como realizados por mano humana, es decir, esculpidos, dibujados o pintados por artistas de muy diversa índole. No ocurre lo mismo con los centros de los que vamos a hablar, en ellos nada es azaroso y cada proyecto va más allá de suscitar la curiosidad del espectador, se trata de experiencias de cuestionamiento y autoconocimiento para el visitante a partir del universo del artista.
La exposición individual de la artista valenciana Nuria RodríguezHistoria Natural, La colección infinita, que la Sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset acoge desde el 3 de febrero hasta el 20 de marzo, propone al artista como una especie de coleccionista a la vez, como un recolector de imágenes, objetos y curiosidades que transforma y rehace, un productor que busca nuevas ubicaciones en su muestrario para dialogar constantemente con ello, trazando un método de trabajo que le lleve a las pinturas. En la muestra el montaje expositivo presenta una mesa de madera con vitrinas y cajas que exhiben materiales de trabajo y reconstruyen el espacio del estudio de la artista a través de páginas de varios álbumes clasificados cronológicamente, bocetos pintados y objetos encontrados pero también algunos autoconstruidos, junto a audiovisuales que dan cuenta del proceso creativo para mantener una actitud de curiosidad constante frente a la cotidianidad de los objetos que rodean a la artista.
Como artista la labor de Rodríguez se ha centrado hasta ahora en la práctica de la pintura, que entiende como un proceso de ensamblaje entre imágenes preexistentes de cualquier naturaleza, que se reconstruyen en escenarios y situaciones ficticias, en las que cada fragmento importado actúa como ingrediente escénico, contribuyendo en su interacción con insólitas fusiones y significados que se dan en un espacio complejo que en este caso acompaña, pues la sala tiene una antigua muralla de piedra que casi la atraviesa. Ahora la artista se ha lanzado a trabajar instalación virtual y videoinstalación de manera tal que encontramos en esta nueva muestra una serie de pantallas de iPad y iPhone en las que el inventario de objetos suscita la idea de una realidad aumentada en un loop infinito que contrasta elegantes vitrinas propias de un museo arqueológico con la muralla maciza y las blancas paredes que sostienen sus cuadros.
"Es una tentativa de inventario de las cosas que me rodean, de las cosas que cierro en un círculo mágico, congeladas, esperando a dialogar con las otras cosas. Muestra un compendio de deseos y juegos combinatorios, muestrea el caos, estos encuentros casuales e improvisados, en que la pintura se va tirando desde la intuición. Más tarde surge el relato, la narración de elementos discordantes entre sí y que interrogan con extrañeza el espectador. Decidir con qué cosas nos rodeamos, qué aparatos o enseres merecen nuestra atención, supone un compromiso, un afán diario que combina atención y curiosidad, voluntad y perseverancia. Y sobre todo, una mirada poética sobre aquello que es habitual y cotidiano, aquello que es aquí desde siempre, incluso antes de que fuéramos conscientes, antes de nosotros, antes de antes", explica Rodríguez, que además es docente en la Universitat Politècnica de València.
Decía Walter Benjamin en el Libro de los pasajes que la fascinación más profunda del coleccionista consiste en encerrar el objeto individual en un círculo mágico. Hasta el 5 de marzo se puede visitar en la galería Set Espai D'Art la exposición Entre la O y la Y de Ana H. del Amo, artista extremeña que expone por primera vez en este singular y atractivo espacio galerístico poniendo el acento sobre la aparente precaridad de los elementos más primitivos que nos rodean (un palo, un trozo de madera, una cera de color) al acceder al estudio del artista en un ejercicio de abstraccionismo de lo real.
El visitante contempla estructuras finas de madera que atesoran una geometría cambiante sobre la cual pequeños trazos de pintura en una inteligente combinación de color cálido y color frío juegan con la iluminación natural que penetra el interior de la sala principal. Una vez dentro, la sala izquierda, que siempre contiene alguna sorpresa en su ya de por sí mágica forma irregular, aprovecha la arquitectura para provocar un diálogo entre una de las piezas de pared y una instalación escultórica enorme rectangular creada a partir de lo que parece ser una puerta vaciada, generando la sensación de un falso espejo incrustado en ella al erigirse frente y a espaldas de una pared blanca idéntica.
Ana H. del Amo es una coleccionista de fetiches que bordean la ebanistería con una refinada carga conceptual, pinceladas flúor atrevidas, tacos de madera en un abanico amarillo sobre el suelo, flor artificial que germina con luces de neón y se derrite sobre papel en ceras de colores con trazo infantil, cuestionando los términos hegemónicos con los que a menudo se juzgan los patrones del arte contemporáneo.
Por su parte, el artista vallisoletano Eduardo Hurtado expone hasta el 4 de marzo la muestra Recolectar en la galería Espai Tactel, donde plantea una instalación con madera pintada a tramos y otros elementos que remiten a la experiencia corporal del creador de arte como del deportista, con referencias claras al deporte y las prácticas experimentales. Procesos metodológicos vinculados a las ciencias sociales o a la documentación llevan al artista a enseñarnos un entorno en el que por medio de fotografías, esculturas, cuerdas y elementos de archivo, se nos adentra en su mundo, que bien podría ser el nuestro pero no lo es. Descubren al público un proceso de asimilación de las prácticas artísticas desde la cotidianidad. A través de sus piezas Hurtado reflexiona sobre la idea de artefacto, de televisión, del archivo como espacio artístico en sí mismo y en ese sentido interroga al espectador, lo incomoda también, aturde al no marcar un itinerario claro por su exposición, al tratar de ordenar el caótico círculo de construcción ritual.
El concepto de cazador-recolector es aplicable al artista que nos aproxima al conjunto de actividades de la vida cotidiana que profesa en su estudio rodeado de objetos susceptibles de formar parte de una obra de arte. Es, metafóricamente, el círculo mágico del que hablábamos ese entorno de creación que ahora vemos trasladado al espacio museístico o a la galería de arte contemporáneo. Como un antropólogo inocente quien se adentre en este recorrido de conceptos cazados y materiales recolectados disfrutará de una oportunidad única para aproximarse a tres generaciones diferentes de artistas con una obsesión en común y tres distintos modos de abordarla, todo ello sucediendo a la vez aquí y ahora, por casualidad o no.