El director artístico de Carme Teatre celebra los 30 años de la sala con El problema de los sombreros
VALÈNCIA. El problema de los sombreros es un clásico de las matemáticas que se remonta a 1713. El enunciado expone que un grupo de 30 hombres tocados con idénticos sombreros los depositan en el guardarropa al llegar a un restaurante, pero en el momento en el que han de recuperarlos han perdido los números, así que los retiran al azar. ¿Cuál es la probabilidad de que ninguno parta con el suyo? Según las estadísticas, hay un 37% de posibilidades de que ninguno acierte.
Desde mañana, 28 de noviembre, hasta el 8 de diciembre, El problema de los sombreros es, además de una incógnita matemática, el título de la nueva producción de Carme Teatre.
El eje central de esta propuesta, escrita y dirigida por Aurelio Delgado, dista mucho de la pesquisa científica. En sus propias palabras es “la búsqueda de la identidad personal y social para no ser engullidos por un sistema que lo tritura todo, que amenaza con hacernos desaparecer y ahora mismo se enfrenta a grandes problemas como la desinformación, el cambio climático y los consecuentes desastres ecológicos y medioambientales y las consecuencias de los avances tecnológicos y el peligro de que se nos escapen de las manos”.
Al respecto del segundo punto en su enumeración, el dramaturgo no puede dejar de referirse a los efectos devastadores de la DANA del pasado 29 de octubre. De hecho, la recaudación de taquilla se destinará íntegramente, como ya han hecho en Carme Teatre en semanas anteriores, a los damnificados por las inundaciones.
En lo que concierne al último punto, en el montaje se critica abiertamente el hiperindividualismo e hiperconectividad en redes sociales. “Sobre todo, en lo que se refiere al problema de la comunicación, tema central del teatro del absurdo y en su aspecto de enmascaramiento de la realidad, de subterfugio, de apariencia y espectáculo”, destaca Delgado, que se ha servido del género practicado a mediados del siglo pasado por autores como Samuel Beckett, Eugène Ionesco y Jean Genet como inspiración para su pieza.
Los protagonistas de su nuevo montaje son un vagabundo y un ejecutivo que se encuentran en un espacio abierto que una vez fue un parque. El sintecho parece haberse instalado hace tiempo en ese no lugar, mientras que el directivo comienza a acudir todos los días a la espera a alguien que nunca llega.
Los intérpretes de este espectáculo son dos artistas veteranos, Domingo Chinchilla y Voro Cerdán, “dos magníficos actores” a los que Aurelio Delgado conoce desde hace mucho tiempo y quería dedicar una obra. Esa larga amistad y el conocimiento de su experiencia actoral han sido usados por el director a su favor, no solo a la hora de dirigirlos en escena, sino también en el tiempo de escritura de un texto donde se han tenido en cuenta sus recursos y sus registros.
Aunque la cuestión de la edad es un problema más significativo cuando nos referimos a personajes para mujeres de mediana edad, Delgado subraya que también es una traba en la carrera profesional de los actores. “Hay papeles, por supuesto, pero normalmente no suelen ser los protagonistas y menos en el teatro actual”, concluye el director de escena.
Delgado baraja varias razones para esta situación. Por un lado, “el componente romántico, presente en muchas obras, que parece ser más apropiado o más significativo en edades jóvenes”. Por otro, el gran número de dramaturgos noveles que se acercan al teatro en busca de una permanencia y hablan en sus trabajos, naturalmente, de problemas de su generación. Y por último, como un compendio de todo lo anterior, Aurelio supone que resulta menos atractivo hablar de personas que ya han realizado gran parte de su viaje vital, “frente a los problemas que se pueden plantear a los jóvenes y el futuro que se les abre, las incertidumbres, inseguridades y problemas que se pueden derivar”. En general, “la juventud vende más y a ella va dirigida gran parte de la publicidad”.
La obra se puede entender como un homenaje a Esperando a Godot, de Beckett, pero también hay guiños a otros clásicos literarios, como La loca de Chaillot, del novelista y diplomático francés Jean Giraudoux, responsable de una obra lleno de humor, fantasía y paradojas; los cuentos de Las mil y una noches e Historias del Zoo, una obra que le gusta mucho al autor de El problema de los sombreros. Esta filia se puede comprobar en la elección como protagonistas de dos personajes tan dispares, directamente inspirados en los del texto de Edward Albee.
“Eso permite dar una imagen de un espectro amplio de la sociedad y un juego dramático sugerente y atractivo al contraponer mundos tan diferentes”, se justifica.
A medida que interactúan, vagabundo y CEO intentan comprender por qué la ciudad y el mundo a su alrededor están desapareciendo. En suma, es un relato que combina elementos del existencialismo con la comicidad para explorar la condición humana y reflexionar sobre la desconexión de nuestra sociedad.
“Todos esos aspectos que nos alejan de la realidad física y nos sumergen en una virtualidad donde esa realidad queda mediatizada o directamente desaparece conllevan un egocentrismo y cierta egolatría con los que se crea un mundo que ignora la realidad y la suplanta”, expone el también director artístico de la sala ubicada en el número seis de la calle Gregorio Gea, que este 2024 celebra su 30 aniversario.
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