La escena en València todavía está por construir, pero es una evidencia que la cultura 'ballroom' está en auge. Dos espectáculos se celebran la semana que viene en la ciudad
VALÈNCIA. “El ballroom no solo es una lucha LGTBIQ+, sino también una lucha antiracista, una lucha que existe gracias a las mujeres trans negras de los años 60, que fueron quienes consolidaron esa fuerza para avanzar y gritar. El voguing es político, es resistencia y es lucha”. Son palabras de Josh Parra, apodado Cali The Mango en el mundo del ballroom.
La cultura ballroom surgió en el Nueva York de los años 20. En aquella época, infinidad de jóvenes afroamericanos y latinos se vieron repudiados por sus familias por su condición sexual o su género. Poco a poco fueron surgiendo las casas, núcleos alternativos donde se acogía a todas estas personas. Estos lugares estaban dirigidos normalmente por madres y, en menor medida, por padres. Eran mujeres trans, drag queens u hombres homosexuales que ofrecían orientación y apoyo a sus hijos e hijas. En las casas se enseñaba a todas aquellas personas a bailar vogue, una danza que surgió a raíz de las competiciones que se llevaban a cabo, caracterizada por movimientos acrobáticos y angulares muy vistosos. El baile fue evolucionando del desenfreno a la técnica, y poco a poco fue remarcando la feminidad y la elegancia en sus movimientos, ambientados con música techno. En los 80, el movimiento ya estaba afianzado en París -la cuna del ball europeo- y en muchos otros lugares de Europa y América. Se convirtió en una manera clandestina de empoderarse a través del propio cuerpo.
Afortunadamente, la concepción actual del colectivo LGTBIQ+ y de la comunidad negra y latina ya no es la que imperaba en los 60. Estas casas ya no sirven tanto para dar cobijo a jóvenes expulsados de sus familias como para guiarles y enseñarles lo que se ha convertido en una danza totalmente política. El estigma ya no es tan grande como antes, pero sigue ahí. “Las casas ahora sirven más como apoyo en un mundo en el que todavía se tiene la presunción de cisheteronormatividad. Son espacios libres de juicios”, comenta el voguer Ororo.
Si bien en València todavía no se puede hablar de una escena consolidada como tal, es una evidencia que la cultura ballroom está resurgiendo. Ya antes de la pandemia en Picadilly se celebraban ballrooms con cierta periodicidad. El 3 de julio se celebra allí el espectáculo Caspose, y el próximo 2 de julio el Centre del Carme presenta la propuesta Vihsibles Meets Vogue, integrada en el Vihsibles Festival, una iniciativa del Comité Antisida de València. En ella actuarán Bastian Hurrycane, Ororo Ebony, Cali The Mango, Toti The Kunt y Ariel.
Aprovechando el evento del Centre del Carme, Culturplaza habla con algunos de los voguers que actuarán en el espectáculo. Disidencia, libertad y arte son los pilares básicos del movimiento.
Tradicionalmente, las ballrooms eran fiestas temáticas donde los bailarines de cada casa bailaban y desfilaban ante un jurado que escogía a los mejores. El espectáculo que organiza el Comité Antisida de València junto al Centre del Carme tendrá un poco de todo esto. Las artistas llevarán a cabo dos sesiones de performance en las que mostrarán toda la lucha que conlleva el voguing, los pasos básicos y la esencia del baile. La primera sesión será de estilo libre. En la segunda competirán. Todo girará en torno al vogue fem, una variante del baile caracterizado por la fluidez extrema del cuerpo y por movimientos influenciados por el ballet, el jazz y la danza moderna.
Ninguno de los artistas consultados considera que en València haya una escena ballroom como tal. Reconocen que es un baile en auge, y que, en parte, lo es a raíz de la popular serie Pose. Ororo explica que València no es comparable con Madrid: “Desde hace un par de años, allí se está gestando una buena escena. Empieza a verse el reconocimiento desde fuera. La comunidad está creciendo muy rápido. Incluso hay gente de París que va a Madrid”. Picadilly ha sido siempre el lugar más representativo del voguing en València. Allí se han celebrado ballrooms en muchas ocasiones, y el día 3 de julio se llevará a cabo una competición con la categoría en la que los voguers competirán en la categoría de Superheroínas.
Josh Parra, Cali en el mundillo, explica que tanto en España como en València “queda mucho por aprender”. Subraya que “es muy difícil normalizar una cultura no blanca en un país colonizador donde se discrimina bastante a la hora de no escuchar ni al colectivo trans ni a las personas racializadas”. Añade que, por el momento, en València tan solo se hacen “eventos puntuales”, y que espera que “con el tiempo estas personas tengan un lugar donde se les pueda ayudar”. El artista colombiano Bastian Hurrycane cuenta que en su país la escena “está pegando muy fuerte”. Explica que se siente emocionado al ver que en las últimas protestas contra el gobierno “se veía gente haciendo vogue por las calles”. Sobre el panorama español indica que el grueso está en Madrid y Barcelona.
Pese a que los derechos sexuales, raciales y de género han incrementado en muchos países, en otros tantos se sigue condenando con penas de muerte a homosexuales y transexuales. El ballroom, en este sentido, tiene el mismo espíritu que en los años sesenta. Ororo explica que “mientras haya homofobia, transfobia y LGTBIfobia el ball nunca dejará de ser reivindicativo”. Comenta que la razón fundamental por la que el estigma permanece en esta cultura es porque la cultura ballroom “empodera la feminidad; y en una sociedad patriarcal se considera menos tanto ser mujer como ser hombre que quiere ser mujer”. Reconoce que es “una lucha bastante agotadora, pero que las casas ayudan a que te salgas de los márgenes. Hay mucha comunidad y unión”.
También opina que, pese a que el voguing se esté normalizando, “en el mundo de la danza no se valora igual que otros bailes como, por ejemplo, el hip hop”. No cree este factor responda a prejuicios discriminatorios, sino a que “parece menos serio”.
Bastian, por su parte, opina que arte y lucha son indivisibles en el vogue y que uno de los problemas de su aceptación total es que, a nivel social, “el ball muestra lo contrario de lo que nos enseñan: si tienes pluma no la ocultas, la duplicas”. Cali añade que “cuando baila, no solo lo hace para que la gente le aplauda, sino porque lucha por sí misma, por su gente y por las que han sufrido, tanto vivas como muertas”. El problema, según él, es que "el voguing se ha comercializado tanto que solo vende lo que gente influyente sin idea alguna difunde". También explica que el ballroom suele concebirse como una mera diversión: "Eso no puede ser. Estamos expresando, liberando y viviendo mediante el voguing".