escapadas hedonistas 

Barcelona disfrutona

O todo lo que da de sí un fin de semana en la ciudad Condal

6/03/2020 - 

En plena crisis del Coronavirus, nosotros no vamos a dejar de viajar. Lejos de lo que nos quieren hacer creer algunos medios de comunicación, la psicosis todavía no se ha apoderado del grueso de la población. ¿Prevención? Por supuesto. ¿Locura y alarmismo? Ni hablar. Ya te contábamos que el riesgo de contagio en un restaurante, es prácticamente nulo Y nosotros no vamos a dejar de recorrer este país de cabo a rabo, de dormir en camas de hotel, de coger trenes o de comer en restaurantes. Y sobretodo, contártelo.

Hechos de actualidad aparte, cómo está Barcelona. Madrid está que arde, pero ¡oh! Barcelona. La ciudad está de lo más disfrutona y allí que nos hemos ido un fin de semana para ver todo lo que da de sí. Tres días bastan para hacer turismo, conocer cuatro restaurantes -somos gordos, ¿vale?- y descansar en uno de los hits hoteleros barceloneses.

¿Qué elegimos antes de viajar? Nosotros seguramente dónde vamos a reservar, pero lo lógico es empezar por dónde vamos a dormir. Para esta escapada nos quedamos con The One Barcelona, el primer 5 estrellas Gran Lujo urbano de H10 Hoteles. En enero cumplió tres añitos y tiene todo lo que nos gusta de un hotel a la hora de elegirlo. Lo primero, la situación, en un esquinazo con Pau Claris y Provença, a un paso andando de La Pedrera y el Passeig de Gràcia y a unos 15 minutos de La Sagrada Familia. Lo segundo, el hotel en sí, con 88 habitaciones -25 de ellas suites- donde lujo y buen gusto se dan de la mano, con amenities de de Natura Bissé, ducha de lluvia y una cama de esas de las que no apetece salir, aunque tengamos que hacerlo. En la planta baja tienen Somni Restaurant & Coctelería y en la -1, Despacio Spa, con zona de aguas y cabinas donde darte un masaje de esos memorables. ¿Y arriba del todo? Mood Rooftop Bar, con una codiciada piscina para verano y una de las terrazas más apetecibles de la ciudad. Además, hasta el 15 de marzo acogen la segunda edición de su Mood Swiss Fondue Experience. Fondues de quesos del país, platos tradicionales y chocolate suizo. ¿Cómo resistirse?

No te vamos a contar aquí qué tienes que visitar y qué no, porque Barcelona bien vale un paseo, entre formas sinuosas, Art Nouveau, barrios delirantes y coquetas calles que nos recuerdan a grandes ciudades europeas. Así que, tenemos donde dormir, ahora ¿dónde comer? ¡Qué difícil! La escena está a tope. Desde Enigma, a Disfrutar, pasando por Cocina Hermanos Torres o Aürt. Pero claro, en la vida hay que elegir y un fin de semana da para lo que da. Así que empecemos.



La primera opción, tiene que ser necesariamente Alkimia. Madre mía cómo está la cocina de Jordi Vilà. Es de esas de piel de gallina en cada bocado, qué barbaridad. Partiendo de la tradición catalana, evoluciona con amor por el producto y de dónde viene. Es capaz de elevarte una verdura por el cielo o hacerte llorar con un pollo. Del menú de temporada, hay bocados más que sublimes, como su corazón de alcachofa con atún toro, coronado por erizo de mar y caviar y acompañado de yema de huevo, cim i tomba de guisante lágrima, con patata y piel de congrio o su pollo cubista de payés en dos servicios, que se presenta al comensal hasta con cabeza, para luego desmenuzarlo y acompañar el muslo de trufa fresca y preparar un bocado celestial al que llaman 'el canelón que la yaya no haría' porque viene como un canelón crujiente de la piel de cuello, con pollo desmenuzado y hierbas aromáticas. Y hay mucho más, claro.


Otros dos de los imprescindibles, son Suculent y Gresca Bar. El primero, ha conseguido revitalizar la propuesta gastronómica del Rabal y viene de 'sucar lent' y cómo nos gusta mojar pan ¿eh? Pues bien, Toni Romero ha dado en la clave de cómo tener la perfecta taberna sabrosona y de esas a las que se va a disfrutar. Y lo hace recuperando y reinterpretando sabores de toda la vida. Ojo a su croqueta de rabo de vaca y trompetas de la muerte, al erizo de mar con yema curada y caldo de boletus, a un goloso rollito de col relleno de liebre a la Royale con raifort o clásicos de esta casa -que hemos de decir que le han copiado hasta la saciedad- como el steak tartar sobre tuétano a la brasa y patatas suflé. ¡Hasta se atreve con una paella valenciana!

El segundo, Gresca Bar, es la fiesta. Es auténtico, sencillo a la par que sabroso y es todo un templo de los vinos naturales, muchos de ellos para tomar por copas. Rafa Peña quiso así que sentarse en la mesa o barra de Gresca Bar, fuese un sinónimo de gozar de lo lindo. La carta cambia, es corta y concisa, pero hay platos que incitan a la lujuria gastronómica, como su famoso bikini de Comté y lomo ibérico, también la versión con setas, la ensaladilla rusa con verduras de temporada, una berenjena lacada con finas hierbas o un yakitori de hígado de ternera con kimchi, entre muchos otros, que irremediablemente, habrá que dejar para próximas visitas.

Lo de comer paella los domingos es muy valenciano, ¿verdad? Pues nuestra última parada, antes de coger el tren de vuelta, será en una arrocería con vistas, concretamente a 23 pisos sobre el suelo, en el que fuera el primer rascacielos de Barcelona, la Torre Colón. Allí Enrique Valentí ha montado todo un imperio de buen gusto. Por una parte, Marea Alta, un formidable restaurante que rinde culto al producto del mar, por otra, lo más nuevo del grupo, Baroz. Lo que años atrás fuera Marea Baja, ha mutado en una arrocería con vistas 360 sobre toda la ciudad, desde el puerto con la estatua de Colón, hasta el Tibidabo y toda la ciudad que se despliega a vista de pájaro ante nuestros ojos. Haciendo gala de su dominio de los escabeches y el aperitivo -de ahí que haya abierto Hermanos Vinagre en Madrid- se puede empezar con sus boquerones o unos siempre apetecibles mejillones con patatas fritas, para seguir con ensaladilla y calamares a la andaluza y terminar con sus arroces, de gamba pelada, negro con sepionets o de alcachofas y butifarra del Perol. ¿Para beber? Sangrías, agua de València o rebujito. Si guardas sitio para el postre, gozarás con sus recetas caseras, como el mítico limón helado o un suso con crema de Bailey's, que es una auténtica locurita.