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UNA “AUTOIRONÍA” DIRIGIDA POR MARCOS SPROSTON

‘Bardammour’, un viaje teatral entre la vida y la muerte

30/10/2024 - 

VALÈNCIA. Existe solo una manera de llegar al mundo e infinitas de irse. Hay muertes misteriosas como las que se producen por asesinato, algunas más estúpidas como cuando alguien se ahoga con un hueso de aceituna y otras más comunes como morir atropellado. La mayoría son naturales, por suerte, pero hay otras que son accidentales e incluso provocadas. 

Para descubrirlas todas -y sus motivos- la compañía valenciana Kalostro Teatro se estrena en el Teatro Círculo con Bardammour o morir sonriendo a la luna (Cap.2), un espectáculo que podrá verse del 31 de octubre (casualmente) al 17 de noviembre y en el que reflexionan sobre la “autoironía de la vida y la muerte”. Para ello se suben a escena tres actores y dos actrices: Vicente Ausina, Miguel Torrecilla, Tomás Verdú, María Covadonga y Marina Lilith, quienes a lo largo de la obra se transforman en quince personajes que pasan por todo tipo de situaciones para resolver un gran misterio: el de su propia existencia.

Con ellos imaginan eternamente el paseo entre la vida y la muerte bajo la dirección del actor y dramaturgo Marcos Sproston, que con el texto de Albert Boronat da rienda suelta a su imaginación partiendo de un detective que comienza a investigar lo que parece un asesinato. Partiendo de esta premisa, convierten el escenario en una cadena de situaciones sin resolver en los que “la verdad y los enigmas de la vida rellenan los huecos del pensamiento” mientras la historia la cuentan la doctora muerte, algunos samuráis y hasta un superhéroe. 

En tan solo una hora y media hacen un juego teatral muy evidente en el que la figura de Bardammour es tan solo uno de los protagonistas de esta obra tan excéntrica: “Sabemos que es un gran reto, tanto actoral como filosófico porque es una obra que no se toma en serio a sí misma”, apunta Sproston, “es una autoironía sobre el principio y el fin que no llega a resolverse, pero que se plantea de una manera divertida aunque sin frivolizar ni convertirse en una comedia tonta”.

La historia se construye a lo largo de una hora y media, en la que los actores se plantean un sinfín de preguntas de las que realmente no tienen respuesta. Con ellas juegan a que el espectador se ponga en la piel del investigador, un reto que plantea Boronat sobre su texto y que Sproston traslada al relato pero  “sin darle al público todo mascado”.

“Hay muchos personajes que se plantean muchos enigmas de su vida, entre ellos sus propias muertes. Los hay que quieren una muerte elegante, otros una más cinematográfica y otros una más solemne. Al enfrentarnos a esta idea nos creemos que la existencia tiene que tener mucho sentido para que el fin no sea una cosa no tan heroica y valiente”, plantea el dramaturgo, quien se apoya en los intérpretes de Kalostro Teatro para encapsular estos dilemas. 

Viajando por los lenguajes clásicos de otras artes como el cine y el cómic, consiguen transformar la escena a su antojo, llegando a colar una cámara de vídeo que captura en directo lo que pasa sobre el escenario (al más puro estilo Rosalía). Yendo un paso más allá emplean maquetas plásticas en 3D con las que logran situar al público dentro de un iglú, un desierto y un club nocturno: “No tenemos el presupuesto de una compañía nacional para hacer una plataforma giratoria que nos permita cambiar de escenario”, señala Lilith, “así que damos rienda suelta a nuestra imaginación para hacer que el espectador pueda viajar con nosotros. Trabajamos con el vestuario, las luces, la música y las pantallas para presentar nuestra historia con todo tipo de matices”. 

Con esta ambición desmedida -como la de Tanganalogran generar una historia en la que el final es lo de menos, y con la que consiguen reconciliarse con la duda de una trama sin resolver. Con un humor muy ácido, una quincena de personajes y un viaje entre maquetas imposibles consiguen contar una historia “eterna con la que celebran los recursos que les da el teatro”. 

Una historia poética, ancestral y sorprendente a partes iguales, que busca generar más preguntas que respuestas: “Nuestros personajes se mueren todo el rato, pero nunca les llega el final, hacemos un viaje onírico por su historia que va entre la vida, la muerte y los paisajes”, apunta Sproston, que para recrearlo incluye en la escena a dos buitres, dos superhéroes, a una “doctora muerte” y a un ejército de personajes imposibles que hablan sobre el principio del fin que les llega cuando se baja el telón.

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