Creado en 1924 en la confitería Camilo de Blas este dulce de almendra y yema de huevo es un homenaje a los ovetenses y un objeto de deseo a quien lo prueba
Un roble, el carbayón, se convirtió en el árbol sagrado de Oviedo, aguantando tempestades y alzándose majestuoso en el parque San Francisco hasta que la ciudad creció y se quedó aislado en una calle, impidiendo la circulación. Un hecho que dividió a quienes querían derribarlo y a quienes querían conservarlo. Finalmente y después de 600 años, el carbayón fue talado. El roble dejaba un hueco en la ciudad, aunque no en el corazón de los ovetenses, que pasaron a llamarse carbayones. Tampoco de quienes pasan por la confitería Camilo de Blas y prueban los carbayones, un dulce que bien merece una parada en Oviedo y en este local centenario. Y sí, también provoca un poco de discusión si el número de carbayones no coincide con el número de personas.
Se trata de un pequeño pastel alargado y ovalado, hecho con una masa de hojaldre rellena de una crema artesana de almendra Marcona, bañado en una capa de yema y tiene un poco de licor —coñac o vino dulce—. Está terminado con un baño de azúcar, que es el que le aporta ese aspecto brillante y sabor crujiente. En pocas palabras, está buenísimo porque sabe a almendra y no hay ingredientes artificiales. De hecho, cuando fui compré uno para probarlo y terminé comprado media docena.
Los carbayones se pueden encontrar en más pastelerías, pero el original es de la confitería Camilo de Blas. “Mi bisabuelo y el maestro obrador José Gutiérrez crearon este postre a petición del alcalde de Oviedo para representar a la ciudad en la primera Feria Internacional de Muestras de Asturias que se celebró en Gijón en 1924”, explica José Juan de Blas, la cuarta generación de Camilo de Blas. Me lo cuenta porque, curiosa, le pregunto por el origen del postre. También es él quien me explica la historia del roble.
La confitería está ubicada en la calle Jovellanos, 7 de Oviedo y es también un pequeño reclamo turístico. De hecho, al entrar, llama la atención el mostrador, de mármol de Carrara de color gris —una pieza única y catalogada en el patrimonio de Oviedo—, una máquina de cobro y otra de peso antiguas, tarros de época con dulces y sus altas paredes están cubiertas por estanterías repletas de productos gourmet. En la vitrina se muestra la variedad de pasteles y tartas que elaboran, más allá de los carbayones. De hecho, la confitería Camilo de Blas ha sido también escenario de algunas películas, como Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen (2007).
Hoy, los carbayones se pueden adquirir en su página web —hacen envíos a Península y Baleares— , pero lo suyo es pasarse por Oviedo y conocer de su mano la historia —o de Paloma, que hoy es la quinta generación— y probar estos dulces que, realmente, son la perdición de quienes nos gustan los dulces a base de almendra.