VALÈNCIA. Cuando Herbert Matthews publicó en 1957 una entrevista (la entrevista) a Fidel Casto en The New York Times casi temblaron las aguas que separan Estados Unidos de Cuba. Aunque oficialmente se le daba por muerto –algo que mantuvo el gobierno incluso después de publicada la pieza-, las informaciones que llegaban desde Sierra Maestra eran tan reales como que Castro llegaría al poder en 1959. Es precisamente este año el punto de partida de Cartell Cubà 1959-1989. Crònica gràfica de la història recent de Cuba, que ayer se inauguró en el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM), una exposición que, precisamente tiene como punto de partida un cartel de Eladio Rivadulla basado en la fotografía que tomo Matthes y con la que probó que Castro estaba vivo. A partir de este momento y hasta 1989, año de la caída del muro de Berlín, se hace un repaso por la abundante y heterogénea cartelería cubana a través de unos autores gráficos que encapsularon en sus creaciones la historia del país.
“El MuVIM tiene una estrecha relación con el diseño y las artes gráficas”, destacó Xavier Rius, diputado del Área de Cultura de la Diputació de València, que aprovechó para felicitar al museo por el premio concedido por la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana en una presentación que contó con la participación de Rafael Company, director del MuVIM; Amador Griñó, jefe de exposiciones; y Moraima Clavijo, vicepresidenta de Consejo Internacional de Museos-ICOM Cuba y comisaria de la muestra, quien recordó como punto de partida el lema con el que precisamente este mismo años se celebraba en todo el mundo el Día de los Museos: Historias controvertidas, decir lo indecible en los museos. Configurada con fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y un total de catorce carteles recientemente adquiridos por el museo valenciano, la muestra se divide en cuatro secciones: el cartel político, cultural, de cine e institucional.
Con el cartel propagandístico a la cabeza, las artes gráficas fueron clave para capturar en la segunda mitad del siglo XX los complejos acontecimientos sociales posteriores al triunfo revolucionario. La transición provocó que los creadores locales aplicaran a una nueva ola estética una herencia que venía se soportes y códigos propios de un lenguaje publicitario de tintes capitalistas, superando el realismo socialista y creando un nuevo sello al servicio de la revolución, un sello, eso sí, que se basa en la pluralidad de estilos. Del Art nouveau y la abstracción geométrica al pop art o informalismo. En esta sección se recoge el mencionado 26 de julio. Fidel Castro, de Eladio Rivadulla, en una muestra que suma la obra de autores como creadores como Antonio Pérez (Ñiko) –con carteles como Soy tímido pero me defiendo o el imprescindible Hasta la victoria siempre del Che Guevara– René Azcuy, Umberto Peña, José Villa o Héctor Valverde. Tres son las características que comparten todas las obras que se integran en esta muestra: su falta de finalidad comercial, hecho que los sitúa en el ámbito de la propaganda institucional; su gran calidad artística, y su carácter innovador representativo de una estética y lenguaje propios cultivados y llevados a su máxima expresión a lo largo de este particular período.
También suma la muestra un importante volumen de carteles de cine. Con la aparición en 1959 del ICAIC-Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico, el diseño gráfico caribeño sigue ganando protagonismo, impulsando una expresividad que no se vio mermada por las restricciones propias de la serigrafía, la limitación cromática o la uniformidad de formatos. La "marca cubana" permanece reinterpretando la publicidad de unas películas que pasan sí o sí por su filtro creativo. Otra de las características más sobresalientes del diseño gráfico cubano de estas décadas es su importante proyección urbana. Más allá de la intencionalidad del mensaje que se quería divulgar, y del valor creativo de la pieza en sí, tanto el cartel como la valla van a convertirse en elementos absolutamente representativos, icónicos, del paisaje urbano cubano. En la exposición se muestra una serie de fotografías y reproducciones de los ejemplos más significativos de este período. Su carácter efímero, su constante renovación y su valor creativo, convierten a estos soportes en huellas documentales, testigos directos de la historia gráfica, política y social de la isla y en verdaderas obras de arte.
La muestra forma parte de un proyecto expositivo mayor que bajo el título de Poder y Propaganda alberga además la muestra Les imatges del Poder que inaugurará el museo el próximo día 29 de junio. “Inmersos en plena revolución tecnológica digital, nos encontramos en una época dominada por un lado por la licuada actualidad política y la supuesta alteración de las estructuras del poder, y por otro por el bombardeo iconográfico y la continua aparición de nuevos o renovados códigos visuales, aparentemente, cada vez más simplificados”, indican desde el museo. El ciclo ‘Poder y Propaganda’ lo conforman dos exposiciones de tesis que investigan, reflexionan y dan algunas pistas sobre cómo se construye – y se ha construido históricamente– la imagen del poder, poniendo de manifiesto la potencia propagandística, expresiva y comunicativa de la imagen artística, y su maleabilidad al servicio de las exigencias del poder (centralizado, absolutista, o democrático, horizontal y “enredado”), siempre atento a los gustos y tendencias del momento.