vino de terra alta 

Celler Frisach un vino que sabe a Guerra Civil

1938 fue un año decisivo para el devenir de la historia de España. Durante los meses de julio a noviembre se libró la batalla definitiva que marcaría el futuro de la Guerra Civil Española.

27/10/2023 - 

La archiconocida batalla del Ebro fue una dura refriega en la que los aguerridos guerrilleros del ejército republicano intentaron durante cuatro meses cambiar el rumbo de la contienda frente al ejército sublevado de Franco. Fue la batalla en la que más combatientes participaron, la más larga y una de las más sangrientas de toda la guerra. Miles de soldados combatieron a ambos lados de río Ebro refugiándose en las trincheras hechas para la ocasión. Trincheras que hoy en día todavía surcan la tierra como una cicatriz. 1938 fue un año ausente de vendimia en Corbera del Ebre debido a la guerra. Más de 80 años después, las vendimias aquí realizadas siguen embotellando ecos de ese bélico pasado.

Frisach se encuentra en un entorno natural virgen como es la Terra Alta, región del sur de Cataluña. Grandes superficies de viñedos, de olivos y otros cultivos dibujan un paisaje austero sobre cerros irregulares y planicies evocadoras. Desconocida, fascinante y con un carácter propio muy marcado, esta comarca ebrense ofrece a visitantes y curiosos centenares de lugares por los que perderse y para refugiarse del mundo tal y como decidió hacer Pablo Ruiz Picasso. Primero para recuperarse de una enfermedad y después fascinado por el pueblo de Horta de Sant Joan, sus macizos y su gente. “Todo el que sé lo he aprendido a Horta” diría Picasso y es que esta población tuvo fuerte impacto en el pintor malagueño hasta tal punto que, según dicen, fue determinante en su etapa cubista.


En este enclave, que engloba 12 pueblos y 11.000 habitantes, lugar donde se acumuló la mayor concentración de íberos de toda la península, dos hermanos, Joan y Francesc Ferré, herederos de un oficio familiar de agricultor que se remonta en su familia a más de 200 años de legado, elaboran sus vinos desde 2009 a través del proyecto Bodega Frisach. Con un único objetivo: poner en valor su trabajo, poner en valor el territorio y sus viñas, reivindicar la humildad, el campesinado, la viticultura y Corbera d’Ebre. Un territorio en el que ha convivido la fascinación natural, la creatividad, la artesanía y el horror de la guerra. Un territorio acrisolado lleno de matices, de cultura y de historia.

A través de un proceso que ellos no catalogan como natural, ya que consideran que es una etiqueta desfasada, ellos hacen vinos, punto. Dan importancia al trabajo en el campo. Una vez recogida la uva, en la bodega ni filtran, ni clarifican. No añaden sulfuroso y utilizan las levaduras autóctonas con el objetivo que el vino sea la máxima expresión de la tierra. Una tierra de arcilla que está cubierta de vegetales y en cuyo interior abundan las piedras calcáreas. La tierra negra, que contiene la mayor concentración orgánica de cuantas existen, solo se da en su zona y en Alsacia. Pero una característica que se dio en 1938 hace únicos sus vinos: la batalla del Ebro dejó cientos de bombas, granadas, morteros y metralla entre sus tierras. Metralla que emerge hoy vinificada.

El resultado de su trabajo da unos vinos que son “la bomba”. De narices perfumadas y envolventes gracias a la vernatxa (llamada garnacha desde 1912), su paso en boca es afilado como un cuchillo de matarife y glicérico como un abrazo internacionalista proletario. Es limpio y puro. Ese contraste entre la pureza de la tierra y los restos de trilita, nitramina, amonal y acero que aún podemos observar desde la cota 402 de Corbera de l’Ebre emergen de la tierra en un ejercicio de reconciliación simbólica. Esa que debería ser parte de todos los pueblos. Porque nada une más, nada reconcilia más que una copa de vino al abrigo de un futuro mejor.