VALÈNCIA. El vinilo es el formato primigenio de la música. Su mecanismo -a ojos de muchos, incomprensible- permite que cuando una aguja se desplaza por los surcos de un disco, esta transmita unas vibraciones en “impulsos eléctricos” que más tarde se traducen en música. Hay personas, como David Verdeguer (València, 1973) que más allá de comprender su funcionamiento, se ha pasado toda su vida escuchándolos, pinchándolos, vendiéndolos... Adorándolos.
Verdeguer no sería quien es sin su melomanía, que ahora se traduce en la apertura de KH Vinyl Store, un local justo al lado del pub que regente, Killing Time. Allí estarán los discos que antes se vendían dentro del otro local que, por primera vez en quince años, cuenta con un poco más de hueco para el baile. Ahora, tras más de 25 años trabajando entre tiendas de vinilos en València, Verdeger puede decir que cuenta con la suya propia, en la que puede aplicar todo lo que ha aprendido en negocios como Digital Records, Musicolón y Ultrasound Music.
Su trabajo en estas tiendas, compaginado con la dirección artística y las sesiones en Barraca, ha hecho que su trabajo frente en el Killing Time (desde 2011) siempre atienda a las necesidades de un público que cambia constantemente. Por eso, no es un inexperto en esto de los discos el que se pone frente a KH Vinyl Store.
Tras haber convivido con la música entre las tiendas y las cabinas, llega el momento de dar el salto más ambicioso de su vida y comenzar a trabajar, por fin, en su propia tienda, que busca mantener actualizada para los nuevos públicos: “Quedamos cuatro gatos pinchando con vinilo de verdad en València, la gente ya los compra a modo de colección y por uso personal, muchos los tienen como un libro o para guardarlos en una estantería, son cosas que pienso a la hora de abrir una tienda”, señala el discjockey, que en Killing Time vendía los discos y los pinchaba en las sesiones nocturnas dándolos a conocer, tal vez, a los futuros compradores, que si se enamoraban de la música podrían pedirlos a Verdeguer desde su stock.
Este desplazamiento de los discos, con el que gana mucho espacio en el local, supone también la apertura de un espacio en el que el comprador de vinilo puede quedarse a escucharlos en tienda. También puede pedir consejo a Verdeguer sobre aparatología -agujas, mesas, tocadiscos- mientras su acompañante puede esperar en una mesa al final de la tienda si lo que hay no le interesa: "A veces hay que comprender también el perfil del acompañante, le damos un espacio en el que poder esperar si es lo que le apetece".
Su lectura propia de los públicos, junto al salto de dirigir su propio negocio, hace que su ejercicio de independencia se haga realidad en la cabina del Killing Time y tras el mostrador de KH Vinyl Store: “Aplico todos mis aprendizajes sobre lo que he hecho toda mi vida, que es dedicarme a la música, solo que ahora pincho y vendo el vinilo por separado. Yo me di cuenta hace tiempo que las discotecas y las tiendas de discos comenzaron a estar en decadencia y que sería muy difícil continuar con el underground a nivel profesional, por esto sigo mi sueño de ser mi propio gestor y ser el responsable de mis éxitos y mis fracasos”.
Pero… ¿Cómo llega Verdeguer hasta aquí? Para comprender su obsesión por los discos hay que remontarse a sus once años, cuando su hermana le traía a casa las cintas de Chocolate, Barraca y Espiral. Fue al cumplir los trece cuando entró por primera vez a una discoteca (gracias a su altura); un par de años más tarde empezó a pinchar, y con diecisiete se profesionalizó: "Empecé a hacer mis pinitos en casa y pequeños garitos y con apariciones esporádicas, pero ahí descubrí que quería dedicarme a ser Dj. En ese momento la única forma de acceder a la música era a través de los vinilos, así que iba mucho por las tiendas" en las que más tarde se pondría a trabajar.
Hace ahora 25 años empezó en Digital Records, justo antes de recibir la llamada de Carlos Simó -Dj histórico de Barraca-, que junto a Luis Bonias le invitaron a formar parte de Musicolón, una tienda situada en el entresuelo de la estación de metro: “Era un salto enorme y suponía trabajar con uno de mis ídolos en una tienda underground increíble en al que siempre había gente en los platos escuchando discos”, recuerda quien se escondía entre las agujas, los amplificadores y auriculares, “me crié ahí y aunque era un cambio ambicioso sabía que quería hacerlo”.
Gracias a su obsesión por la música y su vitalidad, comenzó a formar parte en el equipo de Barraca en el año 2000, con el cambio de milenio, cuando la vida le dio un giro completo y empezó a compaginar la venta de discos con sus pinchadas: “Para mí en ese momento no había otra cosa en la vida más allá que investigar sobre los discos, preparar la pinchada del fin de semana e ir a trabajar”, rememora el aún Dj, que en ese momento empalmaba su sesión de los domingos con abrir la tienda el lunes.
Siguiendo su ciclo de dos años, en el 2002 deja Musicolón y comienza a trabajar en Ultrasound Music, una labor que empieza a compaginar con la dirección artística de Barraca, en un momento en el que asume que la discoteca comienza a estar “en decadencia” por el cambio de públicos y sus ciclos: “Creo que los ciclos y públicos van cambiando, las nuevas generaciones tienen otras rutinas de ocio y los valencianos ya no estaban como en los 80, que solo querían ir de discotecas, en los 2000 se empieza a desinflar un poco todo y para que la gente viniera había que reinventarse constantemente”.
Todos estos aprendizajes, junto con el de la reinvención constante, le ayudan en el presente a preparar también la programación del Killing Time y a comprender ahora cómo hacer que su tienda de vinilos funcione: “En el mundo del disco no puedes mantenerte siempre en lo mismo, a veces piensas que vendrán tiempos mejores que harán que las cosas caminen por sí solas, pero el cambio tienes que provocarlo tú mismo”, añade Verdeguer.
Su teoría es que los ciclos duran entre los cuatro y los ocho años y que si se sabe “mantener a la juventud” hay un negocio clave: “Las discotecas que han funcionado por ciclos generacionales han muerto por eso mismo, por no saber ver los cambios. Es importante comprender a los nuevos públicos y adaptarse a estos”.
Busca también nuevos compradores, aunque le encanta ver las caras de sus fieles, y siempre está abierto a los nuevos estilos que le vengan: “Como trabajador veo que en todos los estilos y edades hay música buena y mala, pero jamás trabajo con prejuicios. Creo que llevo toda la vida trabajando en la música y no sé nada de música, es imposible que la música vaya con un aprendizaje que esté dictado. Intento que mis clientes descubran cosas nuevas como me enseñan ellos a mí”, apunta Verdeguer, quien en sus pinchadas incluye nombres nuevos constantemente.
Fotos: MARGA FERRER
Ahora, echando la vista atrás, ve como todos los caminos le han llevado a establecerse de pleno en el Killing Time, donde trabaja de socio junto a Alicia, fundadora del local y ahora pareja sentimental suya, con la que comparte su pasión por la música que ahora se ha “independizado” a la tienda hermana, un espacio en el que puede dedicarse de pleno a la venta de discos de día y desplazarse en la noche a la fiesta.
Una especie de recuerdo de sus años entre las tiendas de vinilos y Barraca, aunque esta vez sin “empalmar” y turnándose para descansar, porque los veinticinco años de más ya apremian. Aunque lo que no cambia es su ambición “desmedida”: hace menos de un mes que ha abierto las puertas de su tienda y ya le ha echado el ojo al local de al lado de esta, donde le encantaría montar una escuela de Djs, para tener el negocio completo: “Me encantaría trabajar con nuevo DJs con toda nuestra aparatología y luego ponerles de prácticas en el Killing Time. [Ríe] Es parte del sueño de futuro que tengo”.
David Verdeguer a la conquista del tercer local (Foto: MARGA FERRER)
La demanda mundial de este tipo de discos maestros, imprescindibles para el proceso de estampación posterior, solo tiene actualmente un proveedor en Japón. Lacquersville iniciará su actividad el próximo otoño en una nave industrial de la población valenciana