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CALLES DE SANGRE

Siete escenarios de Halloween en la historia negra de Valencia

Ajusticiamientos, quemas y decapitaciones 

30/10/2015 - 

VALENCIA. La ciudad tiene su particular itinerario de lugares truculentos. Espacios que, asimilados por el paso del tiempo, ocultan allí donde se produjo la quema de algún hereje, el ahorcamiento de algún ‘desalmado’ o los crímenes cuyas manchas de sangra desaparecen –afortunadamente- del imaginario colectivo que convive en sus calles. No son lugares recónditos, precisamente, sino que se encuentran entre los más populares de la ciudad y CaminArt los ha recopilado en dos rutas a completar este sábado: Camins Màgics i Sobrenaturals y Camins Negres. Unos itinerarios comentados en directo que suponen una alternativa de ocio entre las más interesantes para el fin de semana

Con la ayuda de esta asociación, repasamos algunos de esos lugares en la historia negra de Valencia, para aquellos que quieran tener su propia ‘Noche de Brujas’ rememorando los sucesos de la ciudad allí donde acontecieron

  1. La Plaza del Mercado, protagonista

Por suerte, no mucha gente que acude al Mercat Central de Valencia tiene presente que ese mismo lugar era donde se encontraba la horca. Los ajusticiamientos desde la Edad Media hasta una parte de la era Moderna eran habituales teniendo en cuenta que la pena de muerte era un castigo que funcionaba “como advertencia”, tal y como apuntan desde CaminArt. “Se trata de que el reo pague por los daños causados, pero al mismo tiempo se trata de prevenir, de evitar que otros hagan lo mismo. Por eso el castigo tenía que ser público, espectacular y cruel”.

Esa peculiar ocupación del espacio público iba acompañada de pregones que invitaban a ver el espectáculo y que, como influencia visual y personal, servía para que los ciudadanos asistieran y comprobaran “el terror de lo que puede pasar si se aleja de las normas establecidas por el poder, sea civil o religioso”. Al espacio de ahorcamiento, por cierto, también le acompañarían los de la exhibición del cuerpo que en Valencia como en el resto de ciudades eran las puertas de entrada a la ciudad, pero también algún cruce de caminos intramuros.

El mercado, que se encontraba en esta plaza mucho antes de que la ciudad ‘plantara’ su gran mausoleo modernista de los alimentos, era un lugar lo suficientemente concurrido como para que desde el siglo XIV la horca, construida de mampostería, se instalara allí. “Nunca faltaban espectadores en las penas de muerte”, apuntan desde Caminart y citan a Quvedo en El buscón:

“Por la rueda o por la horca, por degüello o por la hoguera, la ejecución se desarrolla como una auténtica interpretación dramática, donde el patíbulo es el escenario, el verdugo y el condenado, los dos actores principales, los mirones en turbamulta, los espectadores.”

  1. En el cauce del Turia

El último ajusticiado por el Santo Oficio (Junta de fe en la época) fue en Valencia. Fue un maestro de escuela de Russafa por nombre Cayetano Ripoll, ajusticiado el 31 de julio de 1826 en la horca. Su cuerpo ya sin vida sería introducido en un barril y quemado en el cauce del Turia en el llamado Crematorio de la Inquisición (cerca del Portal de San José). Ripoll, maestro de escuela en Russafa, fue detenido en 1824 por herejía (no acudía a misa) y por inculcar entre sus alumnos una ideología (ilustración) y una forma de pensar no adecuada a la época. A Ripoll no le se permitió hablar, ni se le otorgó un defensor de oficio. Tampoco se le comunicó las razones de su arresto hasta el momento de la condena. Sus únicas palabras fueron: "Por Dios hermano, no tan fuerte" y su última confesión: "Muero reconciliado con Dios y con los hombres". Encarcelado en la cárcel de San Narcís, fue ahorcado después de ser juzgado por la Inquisición el 31 de julio de 1826 en la Plaza del Mercado de nuestra ciudad.

  1. La Catedral de Valencia y la Petxina


No todos los ajusticiamientos tenían como localización la plaza del Mercado o el quemadero de la Inquisición en el cauce del Turia. Los nobles que eran ejecutados, por decapitación, se exhibían en un cadalso elevado en la plaza de la Catedral; es decir, en la actual plaza de la Virgen. Los autos de fe se ejecutaban también en esta plaza o sus alrededores. Por su parte, en la Petxina, en frente del Jardín Botánico, se ejecutaban a los herejes y acusados de crímenes indecentes, quemados vivos, en la hoguera.

  1. La Almoina, escenario de los asesinatos por homosexualidad


En la época de la Inquisición la homosexualidad se condenada muy duramente, junto con judíos y herejes. La pena para ellos, según los Fueros, era la hoguera. Algunos de estos espectáculos se desarrollaron dentro de las iglesias. Un instrumento muy poderoso para luchar contra las herejías fue la Inquisición. En Valencia comenzó a actuar a finales del s. XV. Al principio actuó contra grupos minoritarios como los judíos, y más tarde contra los erasmistas (Erasmo). En agosto de 1484 llegó el primer inquisidor a Valencia, el dominico Joan Epila.

La inquisición no sólo quemó personas en vivo en la actual plaza de la Almoina, sino que también condeno al fuego Biblias que consideraba falsas. También fueron quemados muchos homosexuales, los cuales eran perseguidos con saña. Un ejemplo es el de Margarita o Miquel Borras (1460). Hijo de un notario de Mallorca, le gustaba ir vestido de mujer. Sufrió el tormento inquisitorial, delatando a algunos de sus compañeros. Margarita, tras el tormento, fue ahorcada llevando una camisa de hombre, bien corta y sin paños (nada de ropa interior debajo) para mostrar sus vergüenzas y se viera que era un hombre. A veces, fue el mismo público, quien pidió a la justicia a los homosexuales para poderlos ajusticiar por su cuenta, o se los arrancó de sus manos. El público se convertía así en más que un mero espectador pasivo. A veces se producía el perdón, o bien por falta de pruebas, o porque la justicia quería dar la impresión de que también tenía limitaciones.

  1. La plaza de la Seu y la de Xàtiva

Germana de Foix fue una de las grandes promotoras de los espectáculos del ajusticiamiento, dada su saña a ejecutar a cuantos agermanados caían en sus manos. Como la ejecución del portugués mosén Joan (agosto de 1524): este sacerdote sufrió una gran degradación. Se organizó en la plaza de la Seo, donde se producían los autos de Fe, se elevó un cadalso. Y colocaron una gran tarima y una mesa con todo lo necesario para decir misa. A las 9 de la mañana subieron al cadalso el arzobispo y el sacristán. Poco después llegó el reo, rodeado de 5 o 6 maestros de teología. Lo hicieron subir a la tarima y le leyeron la sentencia, tras lo cual lo vistieron como si fuese hacer misa. El arzobispo lo degradó despojándole de las vestimentas sacerdotales. Luego subió el barbero, quién le quitó el cabello. Antes, con el cuchillo, le había raspado los dedos, dado que estos eran los que elevaban la forma en el momento de la consagración. El arzobispo lo exhortó a bien morir, lo confesó y lo absolvió de la excomunión. Abandonaron el lugar los jueces, comisarios y curas, condenándolo los representantes de la Rota a ser descuartizado. Su cabeza se expondría en la plaza de Xàtiva. Al reo le quitaron las ropas, le pusieron las de la cofradía de los Inocentes, le colocaron una cadena alrededor del cuello, e hizo el recorrido de costumbre a pie (y no a rastras como era la tradición).

  1. La Calle del Mar y el asalto a la judería

En la zona de la calle del Mar estuvo en la Edad Media la Judería de Valencia, en este barrio estuvo la población judía desde el siglo XIII, desde poco después de la conquista cristiana de Jaume I, hasta finales del XV. Es el barrio o call (palabra valenciana para barrio judío) que el Llibre del Repartiment asignó a los judíos.

Los judíos, al igual que los mudéjares, los moriscos, que habitaban en la Morería, pese a ser vecinos de siempre de la ciudad, sufren una clara marginación y rechazo por parte de la sociedad cristiana. O sea, también había marginación por cuestión de etnia y religión. A veces sufren más castigos y penas por el hecho de serlo, y además sufrieron el asalto a la judería.

En el verano de 1391 se levantó una ola de antisemitismo por toda la península, tuvo su origen en Sevilla (se hacían predicaciones antijudías que incitaba a la población a perseguir a los judíos) y de ahí se extendió al resto de ciudades, a Córdoba, Toledo, y también a Valencia. Hubo saqueos, incendios, matanzas y conversiones forzadas de judíos en las principales juderías de las ciudades. En Valencia tuvo lugar el 9 de julio tuvo lugar el asalto y saqueo de la judería. Se difundió con mucha rapidez el discurso inspirado en el lema “conversión o muerte”. Los promotores de los disturbios y asaltantes eran gentes de la más baja condición social y vagabundos que rondaban por el mercado, inmigrantes concentrados en una ciudad portuaria, etc, todos ellos eran protagonistas habituales de las alteraciones de orden público y caldo de cultivo especialmente fértil para la recepción de las violentas ideas xenófobas. Sin embargo, en el asalto también participaron vecinos.

El resultado del asalto fue unos doscientos treinta judíos asesinados y una docena de cristianos muertos. Los robos dejaron muy pobres a los supervivientes, se produjeron bautismos forzosos, muchos emigraron.

  1. Calle Navellos, número 14: el Palacio de la Inquisición


La Inquisicón creada por los Reyes Católicos en 1478 perduraría en la historia de España hasta 1813 (disolución ordenada en las Cortes de Cádiz), pero realmente no se disolvió definitivamente hasta 1834. La Inquisición o Tribunal del Santo Oficio tenía su sede en el Palacio Real, pero en 1527 se trasladó y construyó su casa-palacio al lado del Palacio de Benicarló, donde permanecería hasta su disolución. En el mismo solar hoy se levante una finca más moderna.

El rey Fernando instaló este tribunal en Valencia y se nombraron los primeros inquisidores. Una de las primeras sometida al Santo Oficio de la Inquisición fue la madre y la familia de Elionor Esparza en 1482. Sólo en Valencia fueron unos doce mil los juzgados, y antes de 1530 fueron condenados a muerte más de setecientos reos en Valencia, la mayoría judíos conversos, pero también moriscos, homosexuales, protestantes, curanderos, brujas, buscadores de tesoros, iluminados y enfermos mentales. En el total de España desde su creación hasta la definitiva derogación por la reina regente María Cristina de Borbón en 1834, hubo entre 150.000 y 350.000 personas.

Los Inquisidores utilizaban en crueldad medios de tortura, los más usados eran el potro y la garrocha, colgaban al prisionero por las muñecas a una polea enganchada al techo y con pesos en los pies, se le alzaba despacio y soltaba de golpe, provocando la dislocación de brazos y piernas), provocando intenso dolor y roturas de huesos, luxaciones, aplastamiento de órganos, fracturas craneales y heridas diversas. Las penas impuestas iban desde «la torturas relajación al brazo secular» o condena a muerte, la condena a muerte en estatua (a veces desenterraban el cadáver y lo quemaban, las condenas a galeras como remeros de navíos, latigazos, prisión perpetua, destierro… Rara vez el resultado era la absolución. Otra de las torturas era la toca: un trapo que se metía en la boca del reo mientras se le obligaba a tragar agua para producirle sensación de ahogo; el potro (donde se le presionaban los miembros) y el guante de hierro (que se ponía en la mano del reo y se presionaba lentamente).

El tribunal de Valencia quemó en total a más de mil judíos en 50 años, envió a galeras a 700 homosexuales, procesó a 3.000 moriscos y castellanizó el reino.



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