las microviñas de juan cascant

Don Celler Muntanya. Un señor proyecto

Hoy prometemos una mágica experiencia. Palabrita. Nos ponemos las botas de gato curiosón y aventurero. Y brincamos, brincamos hasta llegar a la comarca de Alcoy, en Alicante. Allí nos espera la experiencia hedonista de la semana

3/11/2017 - 

La que ofrece uno de esos proyectos que nos enamoran mirando al pasado con la vista puesta en el futuro. Sí, señores, estamos en el Celler de la Muntanya, mucho más que una bodega.

Son diferentes y así quieren seguir. No parecerse a nadie. Se llama personalidad. El objetivo es la microviña. Esas tierras que no por pequeñas son menos importantes. Muy bien al contrario. Ellas contienen la historia de las uvas olvidadas. La de las sabias manos que muestran el trabajo de los años. Los recuerdos que no queremos perder.

Nuestro relato comienza en un pequeño campo  familiar, donde Juan Cascant, arquitecto de profesión, comienza a hacer vino para los amigos. Pero gusta tanto que pronto surge la necesidad de buscar nuevo viñedo. Así se plantan ante el menester de proteger el minifundio como defensa de la naturaleza. ¿Cómo resolverlo? Creando  una asociación que se dedica exactamente a eso, hacer grande lo más chico.

Una cosa lleva a la otra y las ideas avanzan en forma de sello: el Sello Microviña. Un certificado que se deja de burocracias oficiales para centrarse en dar valor ético al vino. El justo pago al agricultor, respeto por el medio ambiente, responsabilidad social, cultura de la tierra. Educación, eso tan importante.

Momento de ponernos un vino para tomar sorbo a sorbo antes de proseguir. Abrimos la botella de Albir 2014 elaborado con moscatel y garnacha blanca. El corcho que no lo es da paso a la sorpresa. Porque todo está en su sitio. Limpio y brillante nos susurra al oído un cuento diminuto que nos lleva a una pescadería llena de calamares con los que hacemos un arrocito de cefalópodos.


Empezamos bien y volvemos a la bodega, donde no hay miedo a fallar. La inocencia que nos hace valientes es la que manda. La que permite recrearse con todo tipo de variedades y vinificaciones. Las de las viñas con menos papeles que una liebre. Hacer vinos monovarietales y mezclar. O no. Jugar al fin y al cabo. Lo que nos gusta.

Entre los que aúnan uvas sin rubor probamos el Celler de la Muntanya 2014, tinto de monastrell, giró, garnacha, tintorera y bocaire. Es cuando una madurita guapa y picantona nos toma de la mano para ir a comer una borreta, guiso de espinacas, patatas y bacalao con el que seguimos recuperando tradiciones.

Recuperar. Palabra que nos conduce a uno de los empeños de la casa, lograr el renacer de cepas casi perdidas. Entre las blancas, además de malvasía, trabajan con mesteguera, machablanca o faranná. Para los tintos, garnacha, monastrell, tintorera, bonicaire o más de botí. Una preciosidad de la que está hecho el siguiente vino: Mas de Botí 2016. Rescatar poesía y crear unas rimas que nos hagan sonreír. La caricia del viñador que sin tonterías nos invita a un platito de olla del notario. Garbanzos arroz y morcilla. Ahí es nada.

Encantados de habernos conocido nos despedimos con el dulce en los labios, porque Muro Naturalmente Dolç 2011, es la guinda perfecta. Un vino de malvasía como lo hacían los antiguos. Maravilla que con chispa achispa. Flores y cítricos con cero empalague y un trozo de queso de cassoleta en la mano.

Pues eso, que nos vamos sin dolor porque volveremos con nuestras cosas. Y volveremos con nuestras cosas porque nos vamos sin dolor. Toma retruécano.