El museo plantea una nueva lectura con perspectiva de género y fomentar la investigación para subrayar el papel de la mujer en el arte | María Sorolla o Manuela Ballester son unas de las poquísimas artistas que forman parte de su colección
VALÈNCIA. Decir que la Historia se ha contado desde un único punto de vista en 2021 es casi una obviedad. Los relatos culturales, políticos y/o sociales han dejado un reguero de historias ocultas que, sin embargo, son clave para entender un presente que se esfuerza por enmendar errores del pasado. Es en esos márgenes donde se encuentran las respuestas a las lagunas de una narración cuyo prisma ha sido históricamente masculino, heterosexual y occidental. Pero, aunque la revisión está en marcha, la tarea no es sencilla. "Uno tiene que ser muy consciente de la colección que tiene y del periodo histórico que narra. Aplicar la perspectiva de género es fundamental, aunque no lo podemos hacer de una manera simple". Estas palabras las firma el director del Museu de Belles Arts de València, Pablo González Tornel. Desde su llegada a la dirección, hace algo menos de un año, se propuso avanzar en la aplicación de la perspectiva de género en el centro, con un proyecto que pasa principalmente por impulsar la divulgación, investigación y revisión del relato del museo, un trabajo que, eso sí, difícilmente llegará a reflejarse en la nómina de autoras presentes en la colección y que, especialmente en el caso del arte clásico, se topa con no pocos muros.
Pero antes de avanzar, hagamos una fotografía sobre la presencia de mujeres artistas en sus salas y almacenes. El centro custodia una colección de en torno a 3.000 piezas entre las que, sin embargo, la presencia de autoras es casi inexistente, con una selección que no alcanza las dos cifras. Numerosos motivos han llevado a que las colecciones de museos de todo el mundo sean principalmente masculinas, una realidad a la que no se escapa nadie. Desde el propio periodo histórico que trabajan, siglos en los que el acceso profesional de la mujer al arte era limitado y, por tanto, la producción era menor, cuando la autoría no era ocultada; hasta una falta de interés flagrante por parte de los grandes gestores del arte, una revisión que no ha sido hasta ahora (en algunos casos todavía no lo es) una prioridad para los centros del arte.
En el caso concreto del Museu de Belles Arts, se enfrenta ahora a un reto que, en cualquier caso, no se puede entender como un punto y aparte, algo imposible en un centro de sus características, sino como una nueva mirada para seguir trabajando sobre la colección. De las pocas piezas firmadas por mujeres que forman parte de sus fondos, algunas de las más destacadas son La chula, de María Sorolla, única obra firmada por una mujer expuesta actualmente en el museo; el Autorretrato de Manuela Ballester, que el centro prevé exponer en breve dentro de este trabajo por visibilizar la creación de artistas mujeres; o La matanza de los inocentes, de Rosario de Velasco, una pintura de 1936 que ahora está depositada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y que volverá a València una vez se aplique la nueva museografía.
En este sentido, es imposible hablar de la inclusión de la perspectiva de género -y en concreto de la suma de piezas de mujeres artistas- sin tener en cuenta un mercado del arte (mercado, sí) que no es ajeno a esta conversación, una reflexión que se está dando a nivel global en casi todas las instituciones artísticas. Si bien museos como el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) ha modificado su política de adquisición con el objetivo de aumentar la presencia de creadoras, es difícil hacer una comparativa en términos de mercado con centros clásicos como Belles Arts. "El mercado del arte se rige por los mismos criterios que cualquier mercado: oferta y demanda [...] En este momento, como claramente es un tema de actualidad, [las obras de mujeres] son mucho más caras de lo que podían resultar hace unos años. Tenía, por ejemplo, mucho interés en un cuadro de Lavinia Fontana que se subastó hace un par de semanas en Madrid, que finalmente se adjudicó por el triple del precio de salida. Esto pasa también con las pinturas de Margarita Caffi, que son muchos más caras que las de sus homónimos masculinos, también porque hay muchas menos. Así con tantos otros tantos ejemplos. En la situación actual el museo no puede optar a piezas tan caras. Son cifras imposibles", relata González Tornel.
Aumentar la colección parece cosa difícil. Entonces, ¿qué hacemos? Según el director la clave está en fomentar la investigación y potenciar una relectura a partir tanto de las autoras como de la representación de la mujer en cada época, una reflexión que ya se está llevando a cabo con la modificación y ampliación de ciertas cartelas, con el objetivo de subrayar las injusticias históricas y contextualizar las obras con perspectiva de género. "Evidentemente me interesa acrecentar las colecciones del museo con mujeres pintoras, pero creo que es tan importante en la aplicación de la perspectiva de género la investigación sobre las propias obras, de manera que las piezas sirvan para contar historias que no han sido contadas hasta este momento". Para esto, además, se ha aliado tanto con el Consorci de Museus como con el proyecto Relecturas, una iniciativa que nació con el objetivo de reflexionar sobre el papel de la mujer, los mitos patriarcales o la desigualdad social entre hombres y mujeres en los museos, una tarea de mediación que, insiste González Tornel, no puede ser solo virtual.
Esta reflexión que plantea la nueva dirección de Belles Arts trata de poner el foco sobre algunas de las figuras clave del arte y ayudar a comprender los contextos, una revisión que ya es visible y que salpicará en los próximos meses el recorrido del museo. En este proceso una de las figuras clave es Manuela Ballester, cuyo Autorretrato se podrá ver próximamente en las salas del centro. Vinculada al grupo de la Generación Valenciana de los Treinta, del que formaba parte su marido, Josep Renau, gozó de notable éxito en su etapa de Berlín, hasta el punto de que, ya en 1980, la Galería Estil de València organizó una exposición retrospectiva sobre su obra. El autorretrato, además, está cargado de significado, pues se entiende como un gesto simbólico, de autoafirmación de la artista. "Cuando estás colgando el retrato de una profesional destacada no se puede mostrar como si se tratara de un retrato femenino más, porque ser una profesional mujer reconocida entonces era una anomalía en España. Tenemos la obligación de contar eso”, recalca González Tornel.
Por supuesto, en esta revisión también entra María Sorolla, actualmente la única artista mujer expuesta en el centro. A pesar de que nunca desempeñó su carrera de manera profesional, por lo que su producción artística fue escasa, su nombre ha sido uno de los que ha logrado quedar grabado en una Historia del Arte que tiende a olvidar. Tal es el caso de Margarita y Dorotea Joanes, hijas del maestro del Renacimiento Joan de Joanes. Al parecer, ambas se dedicaron al arte de la pintura y formaron parte del taller paterno, aunque nunca les permitió firmar sus obras ni vivir profesionalmente de su trabajo. Las dos hermanas vivieron en un tiempo de esplendor artístico en la ciudad de València en el que pocas mujeres pudieron acceder a la pintura como profesión, una época de la que, a nivel europeo, destacaban Plautilla Nelli o Sofonisba Anguissola. En este caso se trata casi de una labor de reconstrucción histórica, por lo que desde el museo insisten en el “rigor científico” a la hora de aplicar la perspectiva de género, entendiendo cada caso como una investigación. Con todo lo que ello conlleva.
"No se puede aplicar la perspectiva de género de manera banal. Hay que profundizar y tratar cada obra desde su propia singularidad. ¿Uno puede aplicar los mismos criterios a la pintora María Sorolla que a Margarita y Dorotea Juanes, posibles pintoras? No, porque de una tenemos retratos que nos permiten reconstruir a su persona como sujeto y obra pictórica con la que reconstruir sus capacidades, algo que no pasa en el segundo caso. ¿Significa eso que debemos renunciar a contar a Margarita y Dorotea Juanes? No, aunque se aplica de manera distinta. Cada pequeña cartela que acompaña un cuadro es una investigación nueva, no se hace con un patrón. El rigor científico pasa por esto".
Otros de los relatos sobre los que se va a trabajar tienen que ver no tanto con la autoría sino con cuestiones de representación. Así, se reflexionará sobre esto de la mano de figuras como la cantante de zarzuela Isabel Bru, retratada por Joaquín Sorolla, o el personaje de María Magdalena a través de la obra de Pedro Orrente, interpretada como símbolo del pecado y la rendición, una simplificación en la que caben los matices. “Es una mujer fuerte e inteligente, y de voluntad tan poderosa que fue capaz de doblegar el destino que se le había asignado, ser una prostituta, para construir su propia historia”.
En esta reflexión también entran autores como Antonio Fillol, el más descarnado representante del realismo social, un pintura crítica que no fue bien recibida en su época y sobre la que se aplicó una fuerte censura, sobre todo por su crítica a la prostitución y a la violación, planteada sin tapujos en sus cuadros. Obras como La bestia humana, El amo o El sátiro no ocultan los horrores de la sociedad patriarcal de principios del siglo XX. "La obligación de un museo es presentar la realidad que fue o que está siendo, dando las armas para fomentar la reflexión”, explica el director del museo, un debate no poco relevante cuando se trata de releer obras del pasado.
Este inicio no es tanto una revolución en el Museu de Belles Arts, aunque sí una declaración de intenciones. De hecho, tras estos cinco casos de estudio, se propondrán nuevas reflexiones en torno a piezas como el lienzo de Massimo Stanzione de Santa Águeda, sobre figuras femeninas como Mencía de Mendoza y Clotilde García del Castillo, temas iconográficos como las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, o mujeres intelectuales como santa Teresa de Jesús.
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