En la calle Juan de Mena nº 5, Laura Mata, valenciana y Leandro Aguilar de origen argentino —seguramente con más genes italianos que porteños—, son los creadores y quienes regentan, cocinan, atienden y distribuyen la pasta artesanal.
«Nuestro leitmotiv es la pasta fresca en 4 pasos». Primero hacen las masas de diferentes sabores con diferentes verduras, totalmente naturales sin conservantes ni colorante, luego hacen los rellenos para todos —pues otro lema que tienen es «un poco de todo para todos»—, vegana, vegetariana, sin lácteos, tradicional y sin gluten, a lo que Laura añade, «la opción libre de gluten es de ley, además a un precio muy razonable, pues al ponerse entre comillas de moda, se especula y las familias que tienen que comprarla por necesidad no tienen ayudas o subvenciones, y aquí se les trata con la consideración y la estima que se merecen».
Su apuesta es que todos tengan su espacio gastronómico. Laura y Leandro sienten verdadero fervor por sus clientes, adoran la idea de que todos puedan llegar y elegir sin restricciones, hasta incluyen platos de cuchara como lentejas, potajes con alubias con garbanzos, incluso cocidos que pueden ser veganos o no.
Mientras estoy entrevistando a Laura una cliente me dice «todo lo que preparan es divino: los chaplines de calabaza, los raviolis rellenos de queso azul vegano y espinacas, tortellini de tofu, capelettis, panzerottis … la lista es demasiado larga».
Cuando les pregunto de diferentes maneras y reiteradamente qué les impulsó a abrir este espacio, las respuestas siempre dicen lo mismo «queremos que todas las personas se sientan apreciadas y consideradas, nos hemos convertido en algo así como consejeros de salud, las personas nos cuentan sus problemáticas —estoy recién operado y no puedo comer nada que me irrite la digestión, o mi hija es intolerante a los lácteos pero no es vegana, mi marido es vegetariano y celiaco, puede tomar queso pero no gluten—, de hecho se podría decir que Pasta Fresca & Vegan Food es el hogar de la pasta hecha a medida».
El local lleva solo un año abierto y cuando pasas por delante no sabes muy bien si se trata de una floristería con plantas exóticas o un jardín abierto. Laura y Leandro tiene muy buena mano con las plantas, el mismo buen rollo que le imprimen a la cocina, se nota la calidez y el amor.
La otra semana cuando fui hacía frío y el día estaba gris, fui en mi bici y al llegar —en el interior tienen un pequeño lugar para quienes se quieren sentar a charlar mientras les preparan la comanda— me envolvió el aroma de tomates y ajo, Laura, enfundada en un delantal, estaba en la cocina situada en la parte trasera de la tienda, revolviendo salsas que se cocinaban a fuego lento en su mayoría elaboradas según recetas inspiradas en las más auténticas recetas genovesas o sicilianas, con un toque de creatividad genuino de Leandro.
Cuando no están en la cocina, están profundamente comprometidos con el vecindario, al frente ayudando a los clientes, saludando a los vecinos y sugiriendo combinaciones de salsas y pastas. La gente conversa mientras explora las múltiples opciones, cada día cambian, llevan a los bebés en sus cochecitos, preguntan sobre amigos y familiares, parece más un lugar de encuentro que una casa de comidas para llevar.
A pesar de llevar solo un año abierto se han ganado el respeto y el cariño de vecinos y clientes que vienen de todas partes a recoger su encargo, hay quien incluso se lleva la pasta para congelarla y tener provisiones para todo un mes, porque además del trato entrañable y cálido, de las múltiples opciones, la pasta está irresistible…
Tienen ciertas singularidades, no son una tienda de pastas —aunque puedes comprar la pasta fresca recién hecha o la pasta artesanal empaquetada—, tampoco exclusivamente un restaurante de comida para llevar —pues la comida no está expuesta en ninguna vitrina porque todo lo hacen al momento, no quieren recalentar nada—. Funcionan principalmente con una lista de difusión, las personas llaman unos minutos antes para ir a recoger la comida, entonces empieza el ritual para ultimarlo todo, los que los conocen lo entienden saben que el resultado es sublime, y cada vez se van adhiriendo más personas después de que prueban.
Tampoco es exclusivamente un restaurante vegano, pero tienen fuegos y cocinas separadas para cocinarle al vegano, al sin gluten, etc.
Cuando la pasta fresca todavía es considerada un producto extranjero en la ciudad para la mayoría de las personas —que obtienen sus espaguetti de una caja o bolsa de plástico— comprar pasta fresca allí es un placer especial, incluso si no te gusta mucho cocinar, Leandro te da instrucciones sencillas y tranquilizadoras, también te da la salsa para maridarla y te explica que son solo 8 minutos de cocción y ecco qui, te sientes como un mastro pastaio.
En la carta hay 80 rellenos que saturan de placer: los sisi, panezerottis, triángulos, raviolones, empanadillas y tambis —que son triángulos grandes de pasta fresca cocinados a fuego lento en bandeja de barro, con una textura muy crunchy con su propia salsa—.
Todas las tartas son veganas y sin gluten —bueno a excepción del tiramisú— que aunque lo hay en versión vegana —dice Laura que el mascarpone auténtico no se puede comparar con la alternativa sin lácteo—, es una elección que no es negociable al final de la comida si quieres delirar.
Este pequeño local tiene un gran corazón y una magnífica cocina, es para ir a recoger la comida y hacer como que te ha preparado la comida tu abuela cuando no vive cerca de ti, una joya oculta que podría sorprenderte.
PD. El packaging es totalmente ecológico o reutilizable.