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TENDENCIAS ESCÉNICAS

Ecos de república en un thriller histórico ambientado en el reino de Castilla

Arden Producciones pone punto final a Matar al rey en la Sala Russafa

10/10/2018 - 

VALÈNCIA. Chema Cardeña tiene una teoría para justificar el éxito del thriller histórico tanto en la literatura como en el teatro: es tal el bombardeo de noticias en los telediarios, la actualidad se relata a tamaña velocidad y está tan atomizada, que, por cotidiana, pierde capacidad de impacto. En cambio, resulta más efectivo hablar del hoy desde el ayer.

“De niño cenaba todas las noches con la guerra de Vietnam, el hambre en África y el conflicto civil en el Líbano, así que formaban parte de mi vida. Por el contrario, si tomas un hecho de hace siglos y planteas un serio paralelismo con los problemas del presente, consigues llamar más la atención del espectador, porque le obligas a reflexionar”, se explaya el director, dramaturgo y actor de Arden Producciones.

Esta clave ha marcado la trayectoria de la compañía, que desde hace 26 años revisa la historia y a sus protagonistas, desde la ficción o la recreación, con montajes como La puta enamorada, El idiota en Versalles, La reina asesina o Clandestinos. Su última entrega es Matar al rey, que fabula sobre el fallecimiento, en extrañas circunstancias, de Enrique IV.

 

Tras cuatro años de gira y más de 80 representaciones, la obra llega a sus últimos estertores del 11 al 14 de octubre en la Sala Russafa. Las funciones se completarán el 13 de octubre con la proyección de la película homónima basada en la pieza, dirigida por Vicente Monsonís.

El simple título de la obra tiene ya ecos en el cuestionamiento reciente de la institución monárquica. “Al ver la obra es inevitable pensar en la república. Si con el paso de los siglos hemos, afortunadamente, cambiado en muchas cosas, ¿por qué no lo hemos hecho en la forma de gobierno? Con esta obra me gustaría matar todo lo que nos lastra hoy en día: la imposición de un estado ficticio artificial y la reverencia a una figura cuyo único mérito es haber nacido de una señora y de un señor que le precedieron en la jefatura de Estado”, expone Cardeña.

Un país a la fuerza

Todo empezó con una carta. Cardeña leyó una misiva de 1475 en la que Juana la Beltraneja acusa a su tía Isabel la Católica de envenenar a su padre, Enrique IV. A partir de esta denuncia real, la obra inventa un supuesto juicio en el que el cardenal Mendoza interroga a los sospechosos principales: la esposa del monarca, Juana de Portugal, su antiguo valido, Beltrán de la Cueva, y su hermana, Isabel la Católica,

En esta investigación, construida a partir de flashbacks, se incide en los polvos que han traído los lodos actuales de crispación entre las autonomías españolas.

“La trama está ambientada justo en el momento en que se fragua el país que hoy conocemos. Con su feroz lucha y su tozudez, Isabel la Católica consiguió que todos los reinos de entonces fueran un gran Estado. Es la antesala de cómo se construyó España a la fuerza, sin respetar ni los deseos de los ciudadanos ni las razones lingüísticas, culturales e históricas”, lamenta Chema Cardeña, Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018.

En paralelo a la herencia histórica y geopolítica de aquellas alianzas e intrigas palaciegas, el autor destaca que el texto hace hincapié en la hipocresía de nuestros políticos y en su capacidad para salir indemnes de cualquier aprieto: “He llegado a pensar que es un mal endémico y se lleva en los genes. Parece que el acceso al poder siempre lleva en este país la coletilla de la malversación y la corrupción”.

   

Hamlet valenciano

Durante los cuatro años en que se ha estado representando, la realidad ha ido saliendo al paso del relato. Así, en un momento multicultural como el que vivimos, en el que aflora el miedo al otro en la figura del inmigrante, supone un guiño a la actualidad el personaje que sirve de hilo conductor: un judío que es el médico de confianza del rey, frente a las suspicacias de la corte. “Si hubiéramos aprovechado el legado de los moros y de los judíos, otro gallo nos cantaría. Pero se les machacó, se les aniquiló. Y con el tiempo la diferencia se ha transformado en un problema, en una dificultad. El hecho de imponer una única cultura va ligado a un aislamiento, pero no estamos solos: la gente que viene a un país lo enriquece y lo hace un lugar más culto y fuerte”, considera el dramaturgo.

No es de extrañar que una crítica de Barcelona haya hablado de Matar al rey como el Hamlet valenciano, es bien sabida la devoción que Arden le profesa a Shakespeare y su médico judío evoca los prejuicios que sufre Shylock en El mercader de Venecia.

“Se asemeja porque he bebido mucho del bardo inglés. Lo inventó todo: los flashbaks, la ruptura de la cuarta pared…”, expone Cardeña.

El tabú de la impotencia

Matar al rey también saca a colación uno de los grandes tabúes de la sexualidad: la disfunción eréctil. La figura de Enrique IV siempre ha estado ligada a maledicencias sobre su impotencia. Su primer matrimonio, con Blanca II de Navarra, fue anulado por no haber sido consumado. Y la infanta Juana de Castilla, hija de su segunda esposa, Juana de Portugal, era tratada de bastarda y llamada por sus adversarios la Beltraneja por la supuesta paternidad del secretario real, Beltrán de la Cueva.

“La impotencia sigue siendo un tabú increíble, nos sigue diferenciando a hombres y mujeres. Mientras que el periodo por fin se ha entendido como un hecho natural, la disfunción eréctil continúa estigmatizada, cuando forma parte de la idiosincrasia del hombre”, expone el director.

Durante la obra se especula con que el mal del monarca no responde a una impotencia congénita, sino a un equívoco de orientación sexual. A esa extendida opinión, el médico Gregorio Marañón sumó las conclusiones en un estudio científico que apuntaba a que el rey sufría, en realidad, una endocrinopatía o un tumor hipofisario, por lo que padecía un desequilibrio hormonal.

Sea como fuere, Matar al rey se une a los que defienden la legitimidad de Juana de Castilla y reproduce las crónicas de un humanista alemán llamado Hieronymus Munzer, quien relata que la reina Juana quedó embarazada de Enrique IV a partir de una maniobra realizada con una cánula de oro por que le fue introducido el semen del monarca en la vagina.

Política, cavilación social, metateatro y la primera inseminación artificial en una sola obra que está a punto de echar el telón.

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