VALÈNCIA. Este viernes y sábado, el IVAM se pregunta en unas jornadas qué fue del art brut. Durante dos días, diferentes expertos y expertas (entre los que se encuentran gestores culturales, comisarios o historiadores) expondrán su perspectiva sobre la vigencia de este movimiento artístico que acuñó el artista Jean Dubbufet, protagonista de la exposición de la Galería 1 hasta el 16 de febrero.
Art brut en realidad es un concepto que utilizó el francés para categorizar un arte muy concreto: el que había en las colecciones de la élite psiquiátrica, que empezó a hacer terapia a través de la pintura. Los médicos y las instituciones guardaban cuadros que estaban hechos desde la inconsciencia, que eran en realidad un ejercicio de su tratamiento. Esto les fascinó, en primer lugar, a los propios psiquiatras, y más tarde, a Dubbufet. Para él, aquellos cuadros eran "químicamente puros", porque el valor artístico lo tenía per se y no era pretendido. Ese arte se hacía de espaldas al propio arte.
Más tarde, l'art brut empezó a tener un mercado muy cerrado, pero en definitiva, una oferta y una demanda. Los cuadros que no se hacía para venderse ahora tenían un atractivo comercial, paradójicamente. Se incluyeron también cuadros hechos por niños y niñas, o cualquier colectivo que no fuera consciente de la capacidad de su arte. Dubbufet se hizo con una importante colección de ellos y llegó a abrir un museo para mostrarlos. Le costó, porque se dice que el artista era muy receloso de que se popularizara: si la gente se enteraba de que lo que hacía tenía un importante valor artístico, la "química" se contaminaba.
Con Dubbufet muerto, l'art brut francés dio paso al concepto que ha sobrevivido hasta nuestros días, outsider art, una vuelta de tuerca de 360 grados que en realidad lo que hizo fue abrir las miras para hablar de arte "de personas obsesionadas". Eran los 70 y en el concepto anglosajón se apropió de lo que acuñó el francés. El outsider art podía estar ahora realizado por un ermitaño, o por una persona aislada en su piso de la ciudad... La consciencia del mercado ya no era lo importante, sino una singularidad emanada, en principio, de la opresión o la obsesión. Una estética de lo insólito.
Con todo esto, el concepto no ha hecho más que mediatizarse y ampliarse. Ahora, artistas con una posición social privilegiada, pero con una estética cercana a lo que se conocía como art brut aparecen en revistas especializadas, y el mercado de arte alternativo se ha disuelto en el habitual. "El art brut en realidad lo que ha padecido es un recambio constante de etiqueta, que ha ido teniendo su itinerario. Ahora mismo, podemos decir que el art brut se refiere a un tipo de arte muy contreto que se hizo antes y durante los 40 y los 50, el que originalmente categorizó Dubbufet". Esto son palabras de Mery Cuesta, una de las ponentes de las jornadas del IVAM que ha comisariado e investigado desde varios punto este especie de outsider art, aunque precisamente sus tesis optan por eliminar las etiquetas de este arte que ella considera "irreductible": "para mí el arte irreductible es aquel que no se puede reducir a ninguna etiqueta. Pongo en duda el prison art, el mediumistic art, el visionary art... Es un arte con una honestidad tan brutal, que no se puede etiquetar, pero se consigue porque hay un afán de mercantilización muy importante en este sentido".
La propia Cuesta comisarió en 2018 una exposición en La Modelo en la que puso en conversación el arte hecho en las prisiones catalanas con la colección de arte contemporanéo de La Caixa. Cuenta ella misma que una de sus mayores dificultades fue convencer a las instituciones que la muestra no era obra social, sino arte, para poder hacer uso de la colección artística. ¿Cuál es la frontera entre la obra social y el arte entonces? "No tiene tanto que ver con un sentido mercantilista como de uso de los términos. Tú puedes exponer un dibujo de una persona en prisión y ponerla dentro de una muestra con un contexto buenista, en la que se ponga el valor el esfuerzo de una institución en que el arte sea terapéutico o mostrar simplemente el esfuerzo que está haciendo esta gente. Pero si tu a ese dibujo le cambias el contexto y le das una importancia artística, el público se empieza a interesar por su contenido, por su técnica, o por su valor artístico (en términos monetarios)", cree la comisaria.
¿A quién le pone deberes esta situación? Pues en palabras de Mery Cuesta, principalmente a los comisarios y gestores culturales: "a mí, personalmente, no me gusta darle deberes al público, me gusta transmitir ideas. Esta reflexión de eliminar etiquetas y de abrir el campo de visión al arte hecho desde diferentes opresiones o aislamientos tiene que ser trasladada con pedagogía. Porque en realidad, el arte es pura transmisión mágica".
A partir de la exposición de Jean Dubbufet, el colaborador de Culturplaza Manuel Garrido reflexionaba sobre los signos de la ciudad que entraban dentro de esa categorización de outsider art y pone como ejemplo desde un cortometraje de animación sobre los CIEs hasta el jardín de esculturas de Peter Buch. Mery Cuesta opina que en 2020, lo "químicamente puro" que proclamaba el pintor francés en los 40 ha desaparecido por completo: "ya no hay lugar para la inocencia porque todo el mundo está rodeado de arte, de información, y es consciente del poder mercantilista del arte. El art brut era arte hecho de espaldas a la cultura, pero, ¿quién está totalmente de espaldas a la cultura ahora mismo? Ni siquiera se trata igual a las personas que están en los psiquiátricos, que fue el primer objeto de colección del que nació la etiqueta", opina.
Sin embargo, aunque el art brut murió, parece que en un mundo de consumos rápidos y muchas apariencias, encontrarse como público ante algo parecido a lo "químicamente puro" se hace más necesario que nunca. "Vivimos un mundo plasticoso y reinado por las apariencias, por lo irreal. Este arte irreductible parte de una honestidad brutal y aporta verdad al mundo del arte porque proviene de perfiles sociales fuera de la normatividad: hablo del arte hecho en espacios rurales, de gente aislada en su piso... Estamos viviendo un repunte -por ejemplo- del medium art, cuadros hechos durante el trance de estos espiritistas porque muestran una realidad brutal", opina. Y añade: "el arte contemporáneo, con sus fórmulas para vender, los juegos entre galeristas y artistas, y la propia conceptualización le han divorciado del gran público. El arte irreductible es una oportunidad de reconexión con las personas".