VALÈNCIA. Bolivia, Chile, Ecuador y Catalunya. Palestina, el Norte de Siria y el Mar Mediterráneo. Mi Instagram, tu lugar de trabajo y su familia. Todos estos espacios son espacio de violencia. Cotidiana y puntual, en mayor o en menor de medida, pero todos ponen en conflicto una parte esencial de nuestra identidad y nuestra supervivencia: el cuerpo. Ante los grandes conflictos, lo más fácil es acudir a las generalizaciones, a la sociedad y sobre todo... A la ciudadanía. "El concepto ciudadanía es en sí excluyente, porque su ambigüedad lo sujeta a un marco normativo, que es cambiante, pero siempre diferencia quién es merecedor de ella y quién no". Son palabras de Inés Plasencia, directora del congreso Norma y Disidencia: repensar la ciudadanía con el cuerpo, que se celebra en el IVAM este fin de semana.
El programa del congreso trata de exponer los problemas que plantea una sociedad excluyente con los cuerpos y las identidades individuales (por cuestión de género, raza, o afinidad estética). Lo hace a través de los estudios culturales y las teorías postcolonialistas, que analizan las relaciones de poder de la sociedad occidental con los países colonizados desde la crítica al imperialismo y acentuando su análisis en el conflicto cultural entre los países poderosos y el llamado tercer mundo.
Por otra parte, la iniciativa también busca tener una visión esperanzadora, poniendo de relieve las disidencias políticas y culturales que utilizan el cuerpo como herramienta para provocar un cambio en esta sociedad postcolonialista.
La idea es repensar final es redefinir el concepto ciudadanía: "Por un lado, como concepto homogeneizador y normalizador, se trata de pensar en las justificaciones y consecuencias de las diferentes experiencias no normativas a lo largo de la historia y el presente. Por otro, la ciudadanía está actualmente siendo repensada y cuestionada desde disidencias que plantean otras formas de entenderla. Identidades y solidaridades en algunos casos transnacionales que cuestionan el estado como origen del sentimiento de pertenencia o lo que James Holston llamó ciudadanías insurgentes, que responden a
las expectativas de una comunidad sin la intervención del estado y que se organizan y subjetivizan para habitar el espacio público", explica Plasencia en la nota que abre el programa.
De esta manera, durante el fin de semana se podrá escuchar a Victoria Assiego (viernes, 10:30) contraponer los conceptos de ciudadano ideal y sujeto disidente a través de preguntas como "¿qué sentido tendrían las luchas de derechos si para alcanzar la ciudadanía plena, la consecución de una ciudadanía ideal se deposita el rechazo, la exclusión, el estigma y el olvido en otros cuerpos, identidades y vivencias que cuestionan y amenazan las presencias hegemónicas?".
Alessandra di Maio presentará (viernes, 18:30) el caso concreto de Palermo, una ciudad que se ha distinguido como un lugar experimental donde repensar y cuestionar las nociones de residencia, movilidad, ciudadanía y pertenencia a partir de ser uno de los puertos más importantes para la llegada de inmigrantes africanos a Europa. También en torno a migraciones y cuerpos disidentes hablará Jean Beaman (sábado, 18:30) en la que cuestiona la utilización del estatus de ciudadanía como una frontera que marque los límites entre los que están dentro y los que están fuera de la sociedad, excluyendo así a gente por cuestión de raza o etnia. Lo hará a través del concepto ciudadanía cultural y centrándolo en el contexto francés y europeo.
Completa el programa de conferencias Melanie Keen (sábado, 11:00), que postula los territorios artísticos como la herramienta natural para reinvindicar estas disidencias. Keen defiende que el papel de una institución cultural debe ser el de comprometerse con ideas complejas y a veces insondables, y pone como ejemplo Iniva (el Instituto Internacional de Artes Visuales, radicado en Londres). También habrá, durante todo el viernes y el sábado, varias mesas redondas donde responsables de investigaciones y proyectos muestren sus análisis y propuestas en torno a temas como la disidencia en el espacio público o la creación de ficciones que imaginan un futuro.
Es posible que vayan ganando los malos
La sociedad actual presenta una auténtica guerra de tendencias estéticas irreconciliables: por un lado, una mayor visibilidad y apertura a todas las disidencias políticas y artísticas, que encuentran espacios en los que desarrollarse y cuya intermediación con la ciudadanía ya no depende de poderes fácticos; por otro lado, el fenómeno de los influencers y las cuentas de estilo de vida en las redes sociales, que construyen una imagen distorsionada de la identidad creando aspiraciones vacías e invisibilizando (o rechazando directamente) la diferencia y la disidencia imponiendo cánones, ya no solo de belleza, sino de salud.
¿Quién va ganando la batalla? "No te sabría contestar a la pregunta, pero en efecto, en la utilización de la imagen como marca del estatus social, lo normativo tiene más poder. Vivimos una época vísualmente muy virulenta y muy violenta, pero también es verdad que las disidencias desde el cuerpo son más visibles y se toma en consideración lo que antes solo se veía como una discapacidad", explica Inés Plasencia.
En este sentido, cualquier expresión artística tiene un importante papel mediador en la medida en la que, intrínsecamente -la danza, la performance, el cine, la pintura, la fotografía...- son reivindicaciones y construcciones de la figura humana. "Por ejemplo, la fotografía juega un papel muy importante en la redefinición de los cuerpos negros, hasta entonces representados únicamente por la pintura", completa Plasencia. No hay término medio, no hay equidistancia: la pluralidad de las identidades y los cuerpos en nuestra sociedad se muestra o se invisibiliza. Si el arte no busca normalizar todos los cuerpos, democratizar el protagonismo de su narración, entonces está reivindicando la "normalidad" del canon postcolonial. Y entonces a Bolivia, Catalunya, al Norte de Siria y a tu Instagram, se le unirían los espacios culturales como territorios violentos en vez ser zonas de reivindicación de la libertad.