CANCIÓN POP DE AUTOR EN VALENCIA 

El desafío tranquilo de Manolo Tarancón

El músico valenciano presenta con brío renovado su quinto álbum, el exuberante 'Historias Mínimas', que cuenta con las colaboraciones de Mikel Erentxun, Xoel López y Fabián

17/10/2015 - 

VALENCIA. La sombra de Antonio Vega, Nacho Vegas y Quique González es alargada. Pero quizá no tanto como para que la figura del cantautor patrio, tan ligada al estereotipo de la pana, el sermón político y la canción protesta, deje de proyectarse más de tres décadas después en este país sobre toda una generación de cantantes de sesgo confesional. De orientación a veces taciturna y a veces algo más jubilosa, pero siempre asociados a unos códigos con los que apenas sí comparten los rasgos más superficiales.

Si el tópico de la proclama socio-política ha oscurecido algunos de los indiscutibles logros de aquella generación que tanto eco obtuvo en la década de los 70 (y que tantas matizaciones requiere, como lo prueban al menos un par de memorables artículos de reciente publicación y mismo título, prestado de un tema de Luis Eduardo Aute: especialmente, ¿Qué me dices, cantautor de las narices?, de Julio Valdeón Blanco en Cuadernos Efe Eme y el subsiguiente de Yago García en Jot Down), no es menos cierto que muchos de sus estereotipos siguen proyectándose sobre gente como Manolo Tarancón (Burriana, 1977).

En EEUU, Tom Petty es un autor de mucho renombre, al que aquí podríamos calificar como cantautor. Quique González, sin ir más lejos, es seguidor suyo. El propio Bob Dylan, incluso cuando se electrificaba, era considerado un songwriter. Aquí todavía está muy presente ese concepto del cantautor como el emblema de la canción protesta. Eso ya ha evolucionado fuera y aquí también, pero tienen que cambiar muchas cosas en este país para que así se entienda”, nos comenta el cantante (dejémoslo ahí) valenciano, quien esta misma semana presenta en sociedad su quinto álbum, Historias Mínimas (La Viejita Música, 2015). El álbum más maduro y diverso de toda su trayectoria, bautizado con el mismo nombre que la película del argentino Carlos Sorín, de 2002.

Porque lo que nadie le puede discutir a Tarancón, independientemente del entusiasmo o desdén que pueda suscitar, es una innegable progresión en cada uno de sus trabajos. Él mismo asume que es no solo su disco “más diverso, aun sin tratar de hacer canciones de género”, sino también “el más maduro, porque al fin y al cabo he cogido experiencia y la he llevado al estudio”.

'Reseteando'

Hace tres años, tras Reflexiones (La Viejita Música, 2012), se dio un parón indefinido, hastiado ante una repercusión que no respondió a sus expectativas. Ahora vuelve con los ánimos renovados, tras la positiva experiencia en Reno (una banda más cercana a la ortodoxia indie que prolifera en los últimos años, y en la que él afirma representar tan solo “un 25%”), y con diez canciones gestadas con mucha más calma, cocidas al fuego lento de ensayos espaciados a lo largo de dos años, con la producción de Carlos Soler Otte (Moonflower, Dezervers y decenas de bandas más). Sin agobios ni expectativas irreales. Con los pies en suelo.

Él lo explica mejor: “Es verdad que el disco anterior no tuvo el eco que esperábamos, pero también tomamos algunas decisiones equivocadas: nos pudo la ansiedad y las ganas de hacer las cosas demasiado rápido”. Un lamento que podría sorprender si uno hace un recuento de las buenas críticas que cosechó, las mejores de toda su trayectoria, emprendida ya hace una década. Insuficientes, en todo caso, para recabar el eco esperado: “Es verdad que tuvo buenas críticas, como dices, pero es cierto que esperábamos más”.

“Yo venía de grabaciones mucho más intensivas, de esas que te metes en el estudio de Paco Loco, en el Puerto de Santa María, y tienes que finiquitar el álbum en siete días, y esta vez quería hacer las cosas con calma, con tranquilidad y con perspectiva. Y con muchas ganas de todo”, confiesa. Por eso, y haciendo de la necesidad virtud, la elección de Carlos Soler Otte como productor único (a diferencia del anterior, supervisado también a medias por Paco Loco en sus estudios de Cádiz) se antoja plenamente lógica.

Pero, al margen de la comodidad, de prescindir de plazos y de ajustes logísticos, ¿qué es lo que Soler aporta específicamente a su música?: “Él tiene una manera más luminosa de mezclar y de grabar, al margen de que trabajar con él me permitía grabar el disco a tramos”.


Colaboraciones de postín

A Tarancón se le suele relacionar -estilísticamente- con el leonés Fabián, con quien comparte el sello (La Viejita Música) en el que ambos se editan sus trabajos. Pero también con otros jóvenes valores que han ido emergiendo en la última década, como Alfredo González o Guille Dinnbier. Por ello era previsible que esa relación de afinidad se sustanciase en la colaboración de uno de ellos, Fabián, quien contribuye al tema Volverán. Llaman mucho más la atención las aportaciones de Xoel López (en Casa Vacía) y, sobre todo, de Mikel Erentxun (en Cosas que nunca te dije).

Él tenía muy claro qué canciones y por qué razones debían llevar aparejadas esas voces: “Por el tema fronterizo, la canción con Mikel (Eretxun) empasta muy bien; por el tema melódico con Xoel (López) también la primera cuadra, y con Fabián somos compañeros desde hace mucho tiempo, y la canción en la que él participa es la que es más de autor”. El resultado ha respondido a sus expectativas, porque piensa que “las hacen suyas pero no dejan de ser mis canciones, que era lo que buscaba. Y Mikel, en concreto, tuvo que hacer encaje de bolillos para poder estar en Valencia, cogiendo un avión en el único día en el que tenía un hueco”.

El álbum desfila por senderos más pop en su primera mitad, para ir decantándose por registros más oscuros en su recta final. Algo que, si hay que creerle, no responde a un plan premeditado, aunque la propia dinámica de la grabación pudiera insinuarlo: “Empezamos grabando hace dos años, en una casita familiar en Calicanto, y la segunda en los estudios Calexico en San Isidro, en Valencia. Y aunque las primeras son más luminosas, hay canciones un poco más viscerales y rockeras en la segunda parte, sí”.


¿Hay una escena real?

Haber estado metido de lleno en la formación de Reno durante los últimos tiempos (junto a miembros de la banda Torre de Control), así como todo el bagaje de la etapa en la que trabajó como programador en la sala Matisse de Valencia, le ha permitido a Tarancón lidiar con otros públicos, y evaluar el estado de salud de la música pop en la ciudad desde una perspectiva distinta a la que solía abordar como músico novel. Generalmente, testando el producto ante audiencias más amplias.

Se muestra, sin embargo, crítico y certeramente realista a la hora de elaborar un diagnóstico de su crecimiento: “Hay muchísimas bandas muy buenas, haciendo buenos discos, que ya podrían envidiar muchas ciudades, pero para que haya una escena tienen que darse muchas circunstancias: que el circuito de salas esté por la labor y que el público también esté por la labor”, afirma.

El problema reside en que “en esta ciudad intentamos hacer muchas cosas, pero al final hay un rango de público que es el que es. Y no da para más. Es un tema estadístico. Hay mucha oferta, y luego la gente llega a lo que llega. Y tiene que haber un equilibrio mucho mayor entre las partes que lo componen”. En resumen, “hay muchas bandas pero también un público que seguramente debiera ser mayor, y en eso gran parte de culpa la tiene también lo poco que se ha trabajado la música a nivel institucional: un trabajo prácticamente nulo”.



Avistando el futuro

Esta última apreciación, la del nimio respaldo institucional a la música pop como una actividad digna de protección cultural, enlaza con el interés por la res pública que siempre ha podido vivir Manolo Tarancón desde que era un crío en su propio entorno: su padre, sobrino del cardenal Vicente Enrique Tarancón, fue presidente de la Diputación de Valencia entre 1995 y 1999, y más tarde conseller de Cultura, Educación y Deporte, de 1999 a 2003 (tras una breve etapa como Conseller de Agricultura en 1983). Aunque su perfil siempre respondiera más al de un gestor sin peajes ideológicos de relieve que al de estricto hombre de partido. Un partido el suyo, por cierto, que practicó generalmente la política de tierra quemada en materia cultural.

Así que no queda más remedio que consultarle si, con el reciente cambio al mando del timón comunitario y local, hay visos de cierta esperanza: “Yo tengo la ilusión de que las cosas cambien. De hecho, hay gestos -como la idea de hacer por fin una Conselleria única de Cultura, desgajada de Educación y Deporte- que pueden ser buenos, y que me dan que pensar en positivo. En la ciudad de Valencia, por ejemplo, ha habido gente que ha podido nacer, crecer y hacerse una carrera completa sin otra alcaldesa que Rita Barberá”, expone. Y cree que las soluciones deben pasar por medidas como “subvencionar pequeños circuitos, facilitar a las salas que insonoricen sus locales, fomentar que haya pequeños locales de escaso aforo en los que se pueda defender un concierto acústico (porque en esta ciudad tenemos pocos escalones de aforo: de salas muy pequeñas pasamos a otras demasiado grandes) o subvencionar locales de ensayo. Se pueden hacer muchísimas cosas...”

El próximo 7 de noviembre Manolo Tarancón estrena Historias Mínimas ante el público de Valencia, dentro de la programación del MUV!, en el Sporting Club Russafa, en formato de dúo acústico junto al propio Carlos Soler Otte. Un mes mas tarde, el 11 de diciembre, lo presentará ya con la banda al completo en el Centro Cultural Octubre, porque reconoce que “es un disco de banda, pero vamos a ver cómo lo podemos afrontar, según cada ocasión”. Primero se harán las correspondientes probaturas, luego se decidirá. Nada de tirarse a la piscina sin más. Sin prisas. Sin agobios.

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