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LOS DÍAS DE LOS OTROS 

El diario visual de Paul Klee

19/12/2017 - 

Ninguno de los diarios que hemos abordado aquí han sido diarios visuales. Sin embargo, hay unos muy especiales que son el máximo ejemplo de los mismos Se trata de los dos volúmenes de los Diarios del pintor Paul KleeThe Thinking Eye y The Nature of Nature- que suponen la plasmación no solo algunas de las dinámicas diarias del pintor, sino también de las más importantes de las reflexiones a propósito de la misteriosa relación entre la física y la pintura. 

El pasado año fueron digitalizadas casi 4.000 páginas de sus cuadernos personales. Muchas de estas entradas fueron la base de sus míticas lecciones en la Bauhaus entre 1921 y 1931. Muchas de esas páginas se estructuran conforme a una minuciosa lingüística visual, una suerte de cuentos grafológicos que resultan insólitos dentro de la tradición diarística mundial. Leer estos diarios es algo parecido en introducirse en la cabeza de uno de los tipos más brillantes de la historia del arte. 

Pinté muy temprano en las afueras de la ciudad, una luz ligeramente difusa, suave y clara. No había niebla. (…) Por la noche, a vagar por las calles. Llegamos a un café en la acera. Era un anochecer de colorido tenue a la vez que bien definido. Virtuosos de juegos de mesa. Una hora feliz. (…) Dejo ahora el trabajo. Me siento tan profunda y suavemente compenetrado con el ambiente, lo siento y me siento seguro, sin esfuerzo. El color me tiene dominado. No necesito buscarlo fuera. Me tiene para siempre, lo sé bien. Y éste es el sentido de la hora feliz: yo y el color somos uno. Soy pintor.


La depuración de su técnica puede comprobarse en estos cuadernos de Klee. Una sofisticación que limita con lo obsesivo y maníaco. Casi ningún pintor del siglo XX se había mostrado más fascinado y preocupado por la estética y el color que Klee. La labor del Zentrum Paul Klee en esta digitalización es fundamental para conocer los entresijos de una teoría revolucionaria. En un principio, Klee apenas prestó atención a las similitudes entre el color y la música. De hecho, apenas se interesó por el color que lo consideraba como una mera decoración. Un viaje a Túnez en el año 1914 le cambió la visión, propiciando un interés por el color dentro de la configuración pictórica. Klee tenía como base la teoría de los colores del poeta alemán Goethe. En las clases que impartió en La Bauhaus, Klee estableció como origen de todo ser el punto central del gris en la esfera cromática. 

Por la mañana volví a pintar en las afueras de la ciudad, cerca de la muralla, sobre un montículo de arena. Luego caminé solo, porque me sentía demasiado pleno; salí por un portal, hacia unos árboles. Rarezas y rareza. Ya cerca descubrí que se trataba de un pequeño parque. Un estanque lleno de plantas acuáticas, ranas y tortugas. Regresé a través de los jardines llenos de polvo de la ciudad, y pinté de pie una última acuarela.


Las relaciones que Klee estableció entre el color y la naturaleza fueron, de igual modo, notables:


Lo esencial no es tanto la forma definitiva de las cosas, sino el proceso que conduce a ellas (…) una cosa no es, sino que deviene.

El artista quiere decir más que la naturaleza y comete el imposible error de querer decirlo con más en vez de con menos.

También los colores incorporados en sus rutinas, con sus vicios y adicciones:

A falta de estufa compré tres litros de vermut Di Torino. Los días con el cielo azul y agradable calor de octubre, las noches en cambio muy frías. Al anochecer me acerqué cautelosamente al armario, hacia la gorda botella. Haller alababa sin parar sus cualidades contra la fiebre. También para mi corazón el vermut es mejor que el vino. El último verano había tomado cada noche un vaso de leche, con excepción de tres días. Aquí, en cambio, me siento demasiado solo para pasarme sin alcohol. Un suave brillo se posa entonces sobre mi alma, tengo esperanzas y estoy de buen humor. Más valen las musas que el femenino Apolo que las preside. Observación del pie griego. La obra de arte como desnudo. Una división de los pies en tres partes: 1 + 2 + 3.

Uno de los viajes menos conocidos de Paul Klee fue el que realizó a España en el verano de 1929 y que recoge cuidadosamente en sus diarios. Se instaló en el País Vasco, San Sebastián y Pamplona. En sus Diarios, Klee menciona a tres escritores españoles del Siglo de Oro que le influyeron de especial modo: Cervantes, Tirso de Molina y Calderón. Del primero realizaría unos hermosos y misteriosos grabados titulado El héroe con un ala. Así se refería a esta obra en sus diarios: 

El héroe con el ala, un héroe tragicómico, quizá un antiguo don Quijote... A diferencia de las naturalezas divinas, este hombre ininterrumpidamente intenta despegar el vuelo con su única ala de ángel. Se rompe brazos y piernas al hacerlo, pero él se mantiene, pese a ello, bajo el estandarte de su idea.  

Entre la música que escuchó aquel verano destaca los elogios que le dedica a Pau Casals o el gusto especial por obras operísticas como El Barbero de Sevilla o Carmen. Entre la pintura que Klee observa y disfruta están las obras de Velázquez, Goya, Zuloaga y Picasso. 

Los diarios de Paul Klee suponen no solo una inmersión absoluta en una de las mentes más brillantes de las últimas décadas, también se desvela como un apasionante tratado a propósito de la creación y el papel del artista en este universo.

El artista penetra las cosas que la naturaleza le coloca, ya formadas, ante su vista. Cuanto más en profundidad mira, tanto más fácilmente relaciona los puntos de vista de hoy con los de ayer, y tanto más se graba en él, en lugar de la imagen definida de la naturaleza, la imagen esencial de la creación como génesis. Él se permite también pensar que la creación no puede estar hoy enteramente terminada, y extiende, así, esta acción creativa del mundo del pasado al futuro. 



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