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en 2024

El Museo de Bellas Artes dedicará una sala a Muñoz Degrain en su centenario

28/12/2022 - 

VALÈNCIA. El Museo de Bellas Artes de Valéncia encara el que será, definitivamente, un curso especial, marcado por la inclusión de la Colección Lladró y por un Año Sorolla que impregnará su oferta expositiva, dos hitos que, también, serán clave para la actualización de su proyecto expositivo. La llegada de siete nuevos cuadros de Sorolla, entre los que se incluye El pan de la vida, se traducirá en la inauguración de una nueva sala permanente dedicada al autor, un proyecto que le dará un mayor protagonismo en el relato de la pinacoteca y que recupera la Sala Sorolla impulsada antaño y, más tarde, clausurada. La recupera con la firma, aunque no en el fondo. “Lo que se llamó en su momento Sala Sorolla fue un montaje […] que hacía que uno pasara de la figura de Jerónimo Jacinto de Espinosa, pintor barroco de la primera mitad del siglo XVII, a Sorolla, pintor de finales del XIX y principios del XX. ¿Por qué? Porque se quería que estuviera de fácil acceso. En mi opinión ese montaje iba en contra de cualquier criterio museológico o museográfico científico sólido”, explica el director del centro, Pablo González Tornel, en una entrevista publicada este martes por Culturplaza. 

Sin embargo, la Sala Sorolla no será la única novedad a corto plazo en el discurso del centro. Próxima parada: Sala Antonio Muñoz Degrain. El museo ya trabaja en la próxima apertura de una sala dedicada al autor valenciano, en el marco del centenario de su nacimiento, que se celebra en 2024. “La reforma de la museografía de la institución es un tema largamente debatido y arrastrado. A la espera de [que se lleve a cabo], mi intención es ir realizando actuaciones que sean siempre orientadas a ese objetivo futuro, en el que habrá una inyección económica potente en el que poder hacer las cosa más complejas”, relata González Tornel. Esta revisión pasa por dedicar un espacio específico a Sorolla, al que seguirá una Sala Muñoz Degrain que se nutrirá, principalmente, de los propios fondos del museo, y que podría acompañarse en 2024 con algún proyecto expositivo temporal, como ha sucedido con el Año Sorolla. 

Formado inicialmente en arquitectura, Antonio Muñoz Degrain (València, 1849-Málaga, 1924) fue alumno de la Academia de Bellas Artes San Carlos. En 1881 recibió la primera medalla por la obra Otelo y Desdémona, un premio que le permitió viajar a Roma, donde realizó una de sus grandes obras, Los amantes de Teruel. No se puede entender al autor sin València, pero tampoco sin Málaga. Allí se estableció y se casó, una ciudad donde fue titular de la cátedra de pintura en la Escuela de Bellas Artes, ciudades desde las que, también, posó su mirada más allá, en unos paisajes de Oriente Próximo que marcaron su producción. Su firma no es nueva en el museo valenciano, que acoge una rica colección del autor, pinturas que se han podido ver en distintas exposiciones colectivas como, recientemente, Ni clásicos ni modernos. 


La inclusión de la Sala Sorolla y la Sala Muñoz Degraín es el principio de una evolución mayor en el Museo de Bellas Artes, que quiere reordenar su colección por dos vías: por un lado, completando los relatos mayores, referidos a movimientos o periodos históricos; por otro, sumando a ese relato otros tentáculos que ponen el foco en figuras clave para construir la identidad de la pinacoteca. En este listado está Sorolla y Muñoz Degrain, sí, pero no son las únicas firmas que en el diseño de ‘museo de futuro’ de González Tornel cuentan con una sala propia. A ellos se suma Juan de Juanes, Ribalta y Orrente, Espinosa, Pinazo y Fillol, autores que contarán con espacios específicos dentro del relato global del museo. 

“Esos pintores, a parte de que son relevantes, son pintores de los cuales tenemos obra suficiente como para poder hacer una narrativa biográfica. Esto permite al espectador esponjarse, salirse del discurso cronológico y hablar de conceptos con las obras de arte, conociendo la biografía de un autor o un momento histórico. Estos son los grandes pintores de la Historia del Arte valenciano. Estas grandes personalidades, sin renunciar a que el museo es capaz de contar la Historia del Arte universal, deben ser esas 'salidas' de la cronología para narrar a personas, personas que han construido la historia visual de València”, relata el director. En este sentido cobra especial relevancia la reciente adquisición de la Colección Lladró, que suma a los fondos del museo numerosas -e interesantes- piezas que completan los relatos clave para el museo. “[En la colección Lladró] hay fortalezas en esos autores icónicos que deben marcar en cierta medida la percepción de la personalidad del museo. Sumamos piezas de Juan de Juanes, de Ribalta, de Espinosa, Sorolla, Fillol, Pinazo o Benlliure”. 

Estos movimientos se enmarcan en una revisión mayor que recientemente vio cómo se creaba una galería exclusiva para la colección escultórica del museo. Se ha hecho, además, ganando un espacio expositivo nuevo, una sala que anteriormente era un almacén infrautilizado y que ahora es un espacio visitable para el público. Y este es solo el principio de la ‘reconquista’ del museo. “La reciente inauguración de la Galería de Escultura ha puesto en evidencia la acuciante necesidad de espacio para exponer la colección artística de los siglos XIX y XX, que ocupa el edificio histórico del Colegio de San Pío V. Las maravillosas creaciones de Santiago Rusinyol, Aureliano de Beruete, Darío de Regollos o Antonio Muñoz Degraín deben salir de los almacenes para poder ser disfrutadas por la ciudadanía", explica el director de la pinacoteca. "El Museo de Bellas Artes de Valencia es titular exclusivo del edificio del Colegio de San Pío V y de las sucesivas ampliaciones realizadas a partir del proyecto de Manuel Portaceli, y es su obligación colonizar la totalidad de los espacios disponibles para cumplir con su cometido".

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