TODO DA LO MISMO

El poder imperecedero de Blondie y Debbie Harry

25/09/2022 - 

VALÈNCIA. Acaba de publicarse Against All Odds, una caja que contiene los seis primeros álbumes de Blondie, los editados entre 1976 y 1982 –los imprescindibles, vaya, aunque para mí, The Hunter, el álbum que grabaron antes de separarse, por desenfocado y difuso, es su primer disco prescindible-. En la caja va también una nutrida colección de maquetas, versiones alternativas y ese tipo de material que vuelve locos a los coleccionistas y me vuelve loco a mí, que no soy coleccionista, pero disfruto volviendo al pasado sabiendo que veré cosas que en su momento no vi. Ahí mismo reside la gracia de regresar a los viejos grupos importantes para nuestras vidas cada vez más llenas de pasado. Regresar al placer conocido y comprobar que este nos sigue llenando, visitar terreno ya explorado sabiendo que, aunque nos es familiar, alberga fragmentos de nuestro presente forjados en la plenitud de nuestra inexperiencia, instantes de felicidad a los cuales deseamos abrazarnos. No es que la música del presente no importe, es que no puede competir con los vínculos vitales de la que alumbró nuestra juventud.

Against All Odds proporciona una excusa para analizar y proclamar la grandeza de Blondie, para hacerlo una vez más y, al mismo tiempo, intentar que la cantinela suene de otra manera. Por eso, lo primero que hay que destacar de Blondie es a Debbie Harry, una da las estrellas más importantes de los años setenta. Su impacto cultural hizo de ella, casi de manera instantánea, esa expresión que hoy repetimos una y otra vez, a veces con fundamento y otras sin él: un icono. Admirábamos su imagen miles de veces cuando era una de las mujeres más famosas del planeta y seguimos admirándola después, cuando Madonna le tomó el relevo. La vimos en vídeos, en películas, en fotos, en conciertos. La hemos visto envejecer con clase y con estilo, una mujer que luce sus 77 años con orgullo, el que le confieren su propia valentía y su condición de mujer transgresora, de auténtico tesoro cultural que, por eso mismo, puede hacer prácticamente lo que le dé la gana sin perder una pizca del respeto que merece.

Pero Blondie es también un grupo que en sus mejores momentos elaboraba un pop prodigioso. La prueba irrefutable es el reguero de éxitos que jalonaron su trayectoria desde que sacaron su primer disco en 1976: “X Offender”, “In The Flesh”, “(I’m Always Touched By) Your Presence Dear”, “Sunday Girl”, “Picture This”, “Dreaming”, “Denis”, “The Tide Is High”. Canciones que para cada oyente significan una cosa distinta. Para mí, el tintineo de la caja de ritmos que anuncia el inicio de “Heart of Glass” es comparable a la punzada de atracción hacia otra persona, y la descarga de golpes de percusión que propina Clem Burke, y que hace despegar a “Call Me” y “Atomic”, me parece puro sexo. En “Rip Her To Shreads el órgano Farfisa de Jimmi Destri lanza notas se elevan como el silbido de una tetera hirviendo. El arsenal pop de esta gente era imbatible y su manera de diseñarlo e interpretarlo, formidable. Era resplandeciente y sexual.

A niveles extramusicales, Harry también aportó algo fundamental. Su imagen respondía a las fantasías eróticas masculinas, pero no estaba diseñada por nadie más que por ella. No había un equipo de tíos diciéndole cómo vestirse midiendo la longitud de sus faldas o la anchura de sus escotes. Harry creó su propio estilo, instaurando un nuevo modelo de ídolo pop femenino. Era una cantante de pop con la imagen de una estrella de cine, como Marilyn Monroe cantando en el CBGB. Harry era sexy y, a la vez, independiente y empoderada. Ella escribió la letra de ,“Picture This”, inspirada en Chris Stein, guitarra, compositor y cofundador de Blondie, cuando este aún era su pareja. Stein era fotógrafo y ella hizo una letra en la que enumeraba imágenes dignas de enmarcar en su memoria, entre las cuales estaba la de Stein desnudo en la ducha. Sin Harry, Madonna lo habría tenido mucho más difícil para hacer su trabajo.

Harry creció artísticamente en el ecosistema humano que alimentó a la Factory de Warhol en aquel Nueva York ya legendario. Era un personaje destinado a la fama, pero, incluso cuando el éxito le llegó, fue fiel a sus orígenes y a su instinto artístico. Se hizo famosa pero siguió colaborando con sus amigos del underground y los apoyó siempre que le fue posible. Es la única estrella que un día estaba en el show de los Teleñecos y al otro estaba haciendo la gamberra con su amigo el periodista Glenn O’Brien en el programa TV Party, donde se juntaba lo mejorcito del Nueva York subterráneo de finales de los setenta y principios de los ochenta. Entre sus amigos raros, la mánager y diseñadora Anya Phillips –artífice del modelo que luce en Plastic Letters-, o el músico y pintor Walter Steding. Y entre los que dejaron de ser raros para hacerse célebres, el modisto Stephen Sprouse, que diseñó el vestido del vídeo de “Heart Of Glass”, y Jean-Michel Basquiat, que tuvo en Harry a una de sus primera clientas y que aparece en el vídeo de “Rapture”.

Aunque tuvo ofertas para actuar en Tron, Blade Runner y Toro salvaje pero por uno u otro motivo, nunca dio el salto a Hollywood por todo lo alto. En cambio, el cine independiente se ha beneficiado intermitentemente de su fotogénico talento. El director Amos Poe –otro de esos amigos raros- contó con ella para Unmade Beds (1976), un clásico del no wave cinema que tanto se inspiró en el recientemente fallecido Godard. Harry dio muestras de poseer un convincente talento para el drama en Union City Blue (1981). David Cronenberg le dio su primera oportunidad fuera del cine independiente al convertirla en la inquietante protagonista femenina de Videodrome (1984). Y su amigo John Waters –para el cual ya había compuesto en 1981 el tema central de Polyester- hizo de ella una pérfida señora bien en Hairspay (1988). Mucho tiempo después de aquella época dorada, también estuvo espléndida a las órdenes de Isabel Coixet en Mi vida sin mí.

Junto a Patti Smith –que siempre detestó su belleza prototípicamente americana- y David Byrne, Harry es la única estrella superviviente de una generación de músicos que cambió la cultura popular desde los clubes musicales de Nueva York. Una estrella y una artista irrepetibles, porque ninguna mujer ha abarcado tanto con tanta fortuna. Un nombre eternamente asociado al de una banda, Blondie, un grupo popular, un surtidor de grandes canciones, una banda de pop con un perfil artístico que les hacía ser clásicos e innovadores a la vez, un grupo popular que nunca renunció a aventurarse más allá de lo previsible.

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