VALÈNCIA.- «Yo no me voy solo; me espero a Pilar. Solo no me voy». Gabi Serrano se aproxima a la jubilación (tiene 70) y Pilar Costa, 62 y bastante faena de producción (ajoarriero, croquetas, pisto). Hoy es viernes y el Maipi va a ser una bestia deseante de barra, de la primavera eterna de València, del capricho. «Nosotros somos un par de caprichosos empedernidos y todo lo que nos gusta queremos transmitirlo a los demás».
El capricho, el antojo, el deseo de lo mejor para ya, ahora mismo, cuanto antes, para todos, sean del Valencia CF, del Real Madrid, del Manchester United o detesten el fútbol. Para Gabi es su otra pasión.
Pero primero está el bar.
Eran los años ochenta y Gabi trabajaba en Cofrentes, con un contrato de obra. Le prometieron trabajo en Asturias, pero no llegaba, y la vida seguía. «Eran tiempos malos; mi mujer, Pilar, que es visionaria, me dijo: ‘Lo mejor que sabes hacer tú es hostelería. ¿Por qué no montamos un bar en València?’ Mi familia de toda la vida ha sido hostelera. Yo huía de la hostelería porque los veía tan sacrificados, con tantos problemas. Mi padre regentaba el mejor restorán de Requena, El mesón del Vino. Nos vino todo rodado, encontramos un local. Curiosamente, cuando nos casamos aparcamos el coche aquí, un par de años antes».
En 1983 abrió Maipi. «Empezamos como un bar normal; Pilar no tenía ni idea de cocina, yo aún menos. Pensábamos que íbamos a montar un bar para hacer cuatro bocadillitos y subsistir. Ya teníamos una niña de tres años, necesitábamos un negocio para que pudiéramos comer todos. Empezamos a trabajar y la cosa se complicó, fue un boom. Gracias a Antonio Vergara, a la Turia, a tantos periodistas. Les gustaba la manera de trabajar, que era distinta a lo que se hacía en València. Enseguida Pilar desarrolló un conocimiento enorme, con unos libros que se compró, y poniéndole muchas ganas».
* Lea el artículo íntegramente en el número 85 (noviembre 2021) de la revista Plaza