SERIE DE ESPACIOS DE TRABAJO CREATIVO 

En tu ofi o en la mía: CuldeSac

Desde 2002 uno de los epicentros creativos de la ciudad, cobijando a 60 personas. Desciframos la importancia de su forma, la transformabilidad de sus naves. 

24/10/2018 - 
Lugar: CuldeSac
Dirección: c/ Gabriel y Galán, 9
Metros cuadrados: 350.
Año de inauguración: 2002
Trabajadores: 60 personas más 4 o 5 mascotas.


Si se trata de perfilar las modalidades y continentes de trabajo en València (y sí, se trata de eso), hay una nave icónica que ha dibujado unos cánones peculiares de trabajo, donde el caos es consustancial al orden creativo; la estela formal de la antigua La Nave y la conjunción de profesionales bien revueltos. Es CuldeSac, en la calle Gabriel y Galán, el emplazamiento de una ciudad imprevista, popular y cálida, escoltada por flancos vitales como Taberna Amparín, la calle La Previsora y el mercado de la Valvanera. Ojo a eso.

Un lugar a buen seguro insospechado para quienes sólo creen en la centralidad de la fuerza, pero donde se hilvanan proyectos para clientes como Hermés, Roca, Bentley, Aston Martin, Airbnb, Closca, Turia, Loewe… Conocida su producción (y un funcionamiento empresarial dividido en Retail, Experience y Venture), basada en el jaleo colectivo, descomprimamos el continente.

El porqué de una nave que antes que estudio fue un antiguo hangar de carpintería metálica y una fábrica de patatas fritas, una escuela de arte… Sus responsables rememoran el primer encuentro: “Estábamos a punto de firmar con otro espacio cuando descubrimos este lugar. Lo que nos cautivó fue que se trataba de una nave con un espacio completamente diáfano y con una casa adosada; eso lo convertía en un lugar ideal para recibir a gente y poner en común ideas. La transformabilidad del espacio era muy importante para nosotros. Se trata de un lugar muy versátil que, a lo largo de los años, nos ha permitido ir en bici por él, hacer fiestas y conciertos, meter olivos y dejar que sus frutos fueran nuestro picoteo y hasta soltar cien mariposas libres en él. También fue determinante que tenía cocina y creemos que, en la comida, es el mejor momento para conocerse. Además, en aquel entonces no contábamos con muchos recursos económicos y este lugar se ajustaba a ellos”.

Un ejemplo de transformabilidad (ups) fue cuando la nave fue el escenario de… una boda, la de la planner de la casa Rebeca Puig. ¿Quién dijo que no convenía mezclar espacio profesional con espacio personal?

La progresión de CuldeSac ha acarreado, también, un ensanchamiento físico… no necesariamente exento de complicaciones. “Hace un tiempo, ampliamos el estudio y compramos la nave de al lado. Cuando la chica de la inmobiliaria fue a enseñarnos este local, no quiso entrar. Según ella, la nave estaba llena de pulgas. Entraron Alberto (Martínez) y Pepe (García). La nave estaba a oscuras, pero por un pequeño agujero de la uralita del techo penetraba un haz de luz que parecía señalar el lugar exacto. Aquella chica jamás lo entendió, pero ellos supieron ver las posibilidades en aquellas ruinas”.

Hay entre los bordes de la nave unas paredes de pizarra roja. Son algo más que una superficie decorativa. Un lienzo para que los diseñadores de producto dibujen libremente los proyectos a escala, donde escribir briefings y que todos los miembros del equipo puedan verlo desde su mesa; una nube bajada a tierra. “Paco Bascuñán -comentan- comenzó a escribir un libro sobre nosotros que llevaba por título La pizarra roja.

La historia de CuldeSac también se sustancia a través de un crecimiento vegetal, el del cactus que comenzó estando en una pequeña maceta y ahora ya llega a las ventanas de los vecinos. “Sus años con nosotros se leen en sus formas”.

Intentando descifrar la cuestión elemental sobre un espacio de trabajo, definen una necesidad inicial: “definir las relaciones y experiencias que queremos se produzcan en esos espacios. Muchas veces lo que no debe tener un lugar hace precisamente que el espacio sea más especial”.

Y así, CuldeSac se aproxima a su mayoría de edad en una nave.

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