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Cuando un colectivo teatral necesita un acomodo a partir del cual hacer desfilar sus próximos desvelos
Se instalaron hace dos años en el barrio del Botànic. Una vecina les recibió abroncándoles… y poco después se convirtió en mejor aliada. La creatividad pide vecindad
Lugar: Estudi Granissat Dirección: C/Lepanto 14, bajo Metros cuadrados: 45. Año de inauguración: 2016 Trabajadores: 5
VALÈNCIA. A Isa, Josep y Lluís la llegada al barrio, al edificio y a su propio estudio creativo (Granissat) les pilló tan de sopetón que en cuanto se descuidaron acabaron, sin solución de continuidad, recibiendo una bronca de una vecina por dejar trastos en la acera y recibiendo, también y de ella misma, galletas y bizcochos. Ella es Aurelia, ellos los jóvenes detrás de una marca cooperativa haciendo refresh a instituciones y compañías.
Quizá cuando uno piensa en abrir un bajo donde establecer una agencia de soluciones de diseño y web lo último que tiene previsto es tener como principal aliada a la vecina de arriba: “lo que no sabíamos es que acabaría convirtiéndose en una amiga de Granissat. Nos visita casi a diario, nos trae comida. Nosotros le cambiamos las bombillas o le damos la vuelta al colchón cuando lo necesita. Para navidades le regalamos una caricatura suya hecha por nosotros. La tiene enmarcada en su comedor”.
Apego en la calle Lepanto. O cómo, detrás de este contacto epidémico entre oficina y vecindad se esconde algo más trascendente: la conveniencia mutua de crear lazos entre quienes viven y trabajan. Los efectos son multiplicadores: un bizcocho por un cambio de bombillas. Un día sus colegas creativos le dijeron a Aurelia que eran vegetarianos. Manos a la obra, les trajo un guiso de… bacalao. “¡Que no lleva carne!”.
A esta altura del barrio del Botànic se transfiere una suerte de proximidad humana. Tal vez la de unas calles centrales que acostumbradas al plomo y la trinchera se dedicaron a fomentar el apego. “Cuando decidimos montar nuestro propio estudio, hace dos años, buscábamos un lugar céntrico, accesible y cercano a la calle. Queríamos implicarnos en la vida de barrio. Finalmente nos decidimos por éste porque nos encantó la localización y sus posibilidades. La vida del barrio es tan activa como particular y nos enamoró desde el principio. Desde que llegamos hemos ido creando lazos de amistad tanto con el vecindario, como con algunos locales cercanos, como No Land Tattoo, el Horno Burrull o el Mercado Rojas Clemente, con el que nos une un fuerte cariño, en especial con paradas como Sabores Griegos (las mejores olivas Kalamata de Valencia) o La Masereta”, comentan Josep, Lluís e Isa, a quienes de les ha sumado hace pocos meses Adrián y Elisa para redondear un combo con forma de taller: “porque tratamos cada proyecto, sea grande o pequeño, con minuciosidad y el mismo cariño y dedicación. Nos encargamos de proyectos como campañas integrales de publicidad (desde la ideación inicial hasta la ejecución gráfica y audiovisual), trabajos de diseño gráfico (branding, editorial, cartelería, web), social media y unos audiovisuales muy característicos que van desde la animación digital a la manual. (...) Además, tratamos de ser una empresa horizontal en su organización y comprometida con su entorno. Por ello entre otras razones elegimos ser una cooperativa”.
Al entrar en su oficina -y tras preguntar por Aurelia- la vista se escapa hasta una máquina de coser que ejerce de mueble anfitrión. Pertenecía a Conxa, la abuela de Josep. “Falleció poco antes de inaugurar el estudio y no lo pudo ver acabado. Le hacía mucha ilusión porque había vivido en este mismo barrio de pequeña”. Desde la máquina parten como saetas las cintas adhesivas del colectivo TAV, aplicando tape art a suelo y pared. Un encaje que supone una suerte de mensaje encriptado: que de la máquina surgiese una explosión de creatividad, color o ilusión, un motor simbólico. Tradición y modernidad. ‘Tornar a l’origen per tal d’avançar’, que cantaba Orxata”.
Los carteles de algunos de sus trabajos para la EMT, sus propios retratos a ojos de la artista Inma Carpena o las totebags de su proyecto personal Micromachismos, además de carteles del cine alemán clásico -del que Lluís siente predilección-, abarcan un espacio que fue horno, escuela de danza y cristalería: “De hecho la gente sigue llamando a la puerta preguntando por ella, la cristalera. Nos encanta pensar en las historias que se han vivido aquí antes, en un espacio con usos tan diferentes”.
Mientras en los estertores de septiembre el ventilador lucha sin concesiones, los Granissat desenfundan la ecuación que hace de un lugar cualquiera un buen lugar de trabajo: “es importante que tanto el espacio como el ambiente sea lo más libre posible. La creatividad no fluye en entornos opresivos. Que se puedan hacer bromas, trabajar concentrado o compartir inquietudes es fundamental. A nivel material priorizamos un entorno con luz y contacto con la calle, con la realidad. Entornos que no coarten tu forma de ser y al final tu creatividad. No nos gusta que nos obliguen a ser quienes no somos”. Lo que sí les gusta, refrendan, es un espacio sin despachos cerrados donde no falten caracolas de chocolate”.
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