Cuando decimos que “Valencia es tierra de artistas”, quizás suene formalmente trasnochado, pero de igual forma que lo que encierra la manida frase es cierto también lo es que muchos de estos han buscado reconocimiento y “mercado” fuera del lugar que los vio nacer, formarse, y dónde empezaron a vender sus primeras obras.
VALENCIA. No es este un artículo sobre el malditismo, del que hablaré en otra ocasión, ni siquiera de artistas olvidados porque algunos de los aquí expuestos son, justamente, muy reconocidos. De aquellos que se quedaron y no buscaron fortuna fuera, hablaremos en la próxima entrega. Tampoco quiero que se lea esto con negatividad, puesto que las cosas son siempre susceptibles de cambiar. Lo pasado, pasado está. Valencia ha dado una cantidad y calidad de artistas por encima de la media. Esto no es patrioterismo barato. Sólo hay que coger los libros de historia del arte. Pero de igual forma, está por encima de la media en el número de estos que han tenido que irse o han decidido hacerlo para poder ganarse la vida. Decía Dalí “yo soy ciudadano del mundo pero mi cama está en Port Lligat”. Aquello de ser profeta en su tierra no puede leerse en los epitafios de un “bon grapat” de nuestros pintores. La semana pasada hablaba de Sorolla, y no volveré a él, que sin renunciar a su valencianía acabó estableciéndose en Madrid y falleciendo allí. Muchos son aquellos cuyo lugar de nacimiento está junto a la orilla del mar y su fallecimiento se produce a quinientos metros sobre el nivel de este.
Otro gran artista que abandonó esta tierra en el siglo XIX fue el gran paisajista Antonio Muñoz Degraín (Valencia 1840-Málaga 1924) que inicia su carrera en Valencia y su particular carácter le conduce a Roma a la que se desplaza a pie, al carecer de medios económicos. Si bien inició su carrera en nuestra ciudad ya no volverá pues se traslada a Madrid tras conseguir la plaza de profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y presidente del Círculo de Bellas Artes. Asimismo, por estas fechas, fue nombrado caballero de las órdenes de Isabel la Católica, Carlos III y Alfonso XII. Reside también en Málaga, ciudad a la que se le vincula casi más que a Valencia. Allí, se le agasaja con toda clase de encargos y en 1911 le nombraran Hijo adoptivo de la ciudad. En 1917, Valencia a última hora, poco antes de su fallecimiento le erige un monumento en su honor, lo que no impide que su cuerpo descanse en la ciudad andaluza.
Otro artista que merece mencionarse por su relevancia es Cecilio Plá y Gallardo
(Valencia 1860 - Madrid 1934). En su niñez estudió en la Escuela de Artesanos de Valencia. Tras conseguir medalla de plata en la Exposición de Valencia de 1879 y otros premios, se traslada a Madrid en 1880, y es nombrado académico en San Fernando. Es en la capital de España donde lleva a cabo una carrera enormemente exitosa como pintor e ilustrador y donde fallece. José Manaut (Llíria, 1898- Madrid, 1971). Su ideología republicana la pagó con dos años de prisión. Fue discípulo de Sorolla y amigo de Pinazo, Benlliure y Muñoz Degrain. Siendo un artista de carácter realista, que no abandonó las estampas típicamente valencianas, sin embargo fue reconocido en Madrid, pero olvidado casi por completo en su tierra. El Museo San Pío V le dedicó una muestra en el año 2004. Con motivo de aquella muestra, la propia hija del pintor decía un tanto desesperanzada “Mi afán ha sido sacar su obra dormida y perdida, que estaba estropeándose en la media buhardilla que era su estudio". Manaut, a pesar del olvido y de fijar su residencia en Madrid, nunca dejó de venir a orillas del Mediterráneo, ni abandonó el uso de su lengua materna, el valenciano.
Ya en pleno siglo XX muchos de los artistas que no se dedican a la figuración más o menos académica deben buscar fortuna fuera haciendo las maletas, pues en Valencia, las novedosas propuestas no acaban de encontrar encaje.
Manuel Hernández Mompó (Valencia 1927 - Madrid 1992). Formado en nuestra ciudad, realizó su primera exposición individual en la Galería Mateu de Valencia en 1951. A finales de los años 50 tras obtener varias becas fuera de su ciudad natal se instaló en Madrid de forma definitiva. En 1968 fue seleccionado para la Bienal de Venecia y en 1984 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1992 la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes.
Es una característica propia de los artistas valencianos, el hecho de que por mucho que abandonen su ciudad de nacimiento y formación inicial, en su arte la presencia de la luz levantina, la impronta mediterránea o incluso la temática sigue sobre el lienzo. A pesar de su tendencia a la abstracción, en Mompó ello tampoco es una excepción. En 1984 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1992 el Ministerio de Cultura español le concede, a título póstumo, la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes.
Otro ejemplo paradigmático es el de Juan Genovés, hoy en día uno de los artistas españoles más celebrados. Formado en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, siempre ha estado preocupado en la función social del arte como transformador de la sociedad. Su particular figuración es tratada desde un ámbito más informalista y expresionista. Ha sido galardonado en innumerables ocasiones y su obra está presente en museos de arte contemporáneo de todo el mundo.
Otras figuras del panorama artístico del ámbito artístico que optaron en su momento por establecerse incluso allende el Atlántico son Manolo Valdés y
Santiago Calatrava. Quizás sea esa salida la clave de su internacionalización.
Los ejemplos más que autoflagelarnos nos deben que invitar a la reflexión. Es cierto que otros artistas optaron en su momento por desarrollar su carrera en Valencia, pero como veremos, los resultado han sido de lo más dispar. La impresión es la de ser una factoría de grandes creadores pero que, como se suele escuchar “Valencia se me queda pequeña”. Aunque pueda parecer que siempre ha sido así, durante el llamado Siglo de Oro valenciano, las cosas eran bastante diferentes: no sólo los artistas permanecían en la ciudad y exportaban su producción, sino que incluso numerosos pintores y escultores se vieron atraídos por lo que sucedía aquí y establecieron temporal o definitivamente. Ejemplos de ello no faltan: Francesco Pagano y Paolo de San Leocadio, Nicolás Florentino o Juliá “lo florentí”. ¿Porqué eso no puede suceder de nuevo?
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