VALÈNCIA. En la València de los años 80, cuando parecía que la noche ya se había acabado… seguía quedando una parada más: el bar Continental. Ubicado en el paseo de la Petxina este local se convirtió en el “templo de la movida”, y en un espacio en el que todo podía pasar. El local, regentado por Manolo Molero, Pedro Porcel y Juanjo Almendral, vio a lo largo de ocho años de vida -desde el 1985 hasta el 1993- desde peleas de gallos hasta combates de boxeo y alguna que otra fiesta que podría haber sido calificada con dos rombos. Ahora, desde el presente, La Rambleta le dedica un ciclo en el que celebran sus noches, su fiesta, su arte y su cultura: Trastornados por la luna ¡Oh València!, que tendrá lugar del 24 al 27 de octubre en València. En este se celebran los años de esplendor de la movida valenciana que años más tarde daría forma a la famosísima Ruta del Bakalao.
Para ello se trasladan de nuevo al bar Continental a través de una exposición en la que se exhiben carteles, fotografías y flyers del bar -pintados por Pedro Porcel y Micharmut entre otros- y presentados por los tres responsables del local: Manolo Molero, Pedro Porcel y Juanjo Almendral, con una mesa redonda moderada por el periodista musical Rafa Cervera, colaborador en Culturplaza. Y para comprender aún mejor el magnetismo de las noches del bar, Almendral se pondrá a los platillos para revivir Una noche en Continental, una sesión en la que desempolva sus discos para darle una nueva vida treinta años después de que el bar viviera su noche de clausura en el año 1993.
Pero para viajar al bar Continental primero cabe remontarse al principio: a un 19 de diciembre de 1985, el momento en el que la idea de este bar se comienza a hacer realidad. Almendral, que en ese momento trabajaba como cartero, abandonó su oficio para dedicarse al mundo de la noche, que le apasionaba. En ese momento decidió juntarse con Porcel -con quien estaba a los mandos de la editorial Arrebato- para trabajar en algo “de índole cultural” y que gobernara la noche valenciana: “Queríamos generar un local que encajara con nuestras ambiciones. Éramos muy inquietos en lo cultural y además nos encantaba la noche y el mundo del rock”, apunta Almendral, quien vio junto a Porcel su sueño en el paseo de La Petxina número 72. En esa zona decidieron que comenzarían a construir los primeros cimientos de lo que los valencianos bautizaron como “el templo de la movida”.
Porcel recuerda que la idea de dedicarse a la hostelería vino “porque cerraba todas las noches los bares” y en cierto modo les interesaba también tener el suyo propio, siempre sin perder el foco cultural: “Veníamos del punk como postura cultural, no como el punk con crestas. Teníamos una tolerancia inmensa hacia todo tipo de comportamientos y lo que queríamos es que el Continental reuniera a todo tipo de personas”. Es por ello que por la barra de su bar pasaron desde políticos hasta rockeros, sin suponer nunca un enfrentamiento.
En su memoria las caras están un tanto borrosas, pero no las anécdotas de la noche. Para ellos el límite era “que no se hiciera daño nadie”, pero más allá todo podía pasar: “Veníamos de un ambiente de cómic bastante vanguardista y queríamos estar muy abiertos a todo. En el local pasaba de todo, desde una performance de teatro hasta el concierto de un grupo de música emergente”, recuerda Porcel, una memoria que Almendral complementa con historias más alocadas: “En el local hacíamos de todo, desde una pelea de gallos hasta fiestas mexicanas pasando por combates de boxeo con ring y boxeadores federados”, también con otras actividades más extremas como “una fiesta sadomasoquista”, clave en un momento en el que la liberación sexual estaba en boca de todos.
Almendral recuerda que "en sus noches pasaba de todo”, y esta era la magia del local. Al Continental llegaban siempre los valencianos que ya habían terminado en otros garitos y que se acercaban de cuatro a siete de la mañana. El local, con una forma similar a una pista de baloncesto, tenía un escenario gigante y le rodeaban varios paneles con dibujos de los asistentes. En el exterior contaban con un patio que ofrecía “un respiro” a los clientes. El Dj recuerda también que por su bar pasaron grupos alternativos como Los Coyotes, Los Mestizos, Los Negativos y La Granja, que se colaban entre las “cosas distintas” dentro de su programación, como un falso “carnaval de Venecia” en el que los ganadores fueron premiados con un viaje a Venecia para dos personas con todos los gastos pagados.
Hasta que el bar cerró en el año 1993, pasaron miles de noches en las que las artes se dieron la mano con públicos diversos y en las que el arte inundaba cada esquina de esta peculiar “pista de baloncesto” convertida en bar. Ahora, esta parte del arte que decoraban sus paredes, queda rescatada en La Rambleta en una exposición que se podrá ver hasta el próximo 24 de octubre. Porcel, uno de los diseñadores de la cartelería del bar -al menos del 85% de esta, según aproxima- confiesa que creaba la imagen del lugar con lo que tenía en el momento: tijeras, fotocopia y pegamento. Lo hacía siguiendo la estética punk de “Londres de los años 70” y usando sus armas de la época “pre-tecnológica y pre-cibernética”: “Jugaba con la estética más punk y con lo que tenía a mano. Cuando nos apetecía darle otro toque también llamábamos a nuestros amigos del campo del cómic como Micharmut”, quien les hizo una serie de serigrafías y el logotipo del espacio.
El arte también se abría paso en la programación habitual del espacio, con algunos artistas invitados como el pintor Javier de Juan, que estuvo durante una semana en el Continental pintando una serie de lienzos gigantes en vivo. Porcel también recuerda que contaron con una exposición de bocetos de la falla del Ayuntamiento e hicieron hasta una retrospectiva de todo el archivo de la Cartelera Turia, para colgarlas por las paredes. “Teníamos una vertiente muy cultural que aderezaba con la vertiente lúdica y erótica. Conseguimos generar un espacio en el que todo el mundo se sentía muy libre, todo el mundo sentía que nadie le estaba vigilando y teníamos buen diseño y buena música”, apunta Porcel.
Junto a Almendral recuerdan “esa época dorada” y celebran que ahora La Rambleta quiera reconocer su labor cultural dentro del bar. “Para nosotros esto es reconocer algo efímero que pasó en el Continental durante ocho años. Supone recordar lo espectacular que eran esas noches, las cosas locas que pasaban y todo lo que vivimos allí”, destaca Almendral, que intentará trasladar a los visitantes de La Rambleta a una noche única del Continental a través de su música: “Lo que queríamos era divertir y divertirnos nosotros, sorprender a la gente y provocar un poco. Es una manera de recordar nuestra juventud y un momento en el que València era muy divertida”. Una València que tenía una doble vida nocturna en la que cada uno podía ser lo que quisiera, sin miedos ni el juicio externo. Un bar en el que pedirse "otra ronda" podía abrir la puerta a cientos de historias increíbles, y en el que las noches nunca tenían un final... al menos no uno previsible.
El premiado monólogo se representa en La Rambleta y bebe tanto de Homero como de Safo, Anne Carson, Pedro Lemebel y Luis Cernuda