Hoy es 15 de noviembre
GRUPO PLAZA

HISTORIAS DE ANTICUARIO

Estar de moda

En el mundo del arte es mucho mayor la producción que se olvidará que la que pervivirá

21/09/2015 - 


Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses

Oscar Wilde


La moda cambia, el estilo resiste

Coco Chanel



VALENCIA. Señora, me consta que su lámpara de bronce de ocho brazos debió costarle un dineral a su abuelo, pero le aseguro que estas cosas ya no se las pone nadie. Calidad no le falta, pero digamos que han pasado de moda. ¿A que usted no se la colgaría ahora? Dígame entonces porqué la guardan en el trastero. No insista, tampoco ese relieve de la Santa Cena en metal plateado creo que lo ansíe nadie hoy en día.

No se asusten, me hallo muy lejos, por incapacidad y porque les aprecio, de formular aquí una sesuda argumentación sociológica y casi antropológica sobre qué son las modas, las tendencias, los estilos y la causa que las hace surgir de la nada, su mágica evanescencia y hasta qué punto nos vemos dominados por ellas. La moda y su reverso, lo “pasado de moda” tiene su parte explicable en cada período y también su lado oscuro. Los criterios estéticos cambian: se imponen unos a la vez que se denigran los sustituidos. Pudiendo nuestra vista gozar de la superficie lisa de las paredes vemos como algo difícil de entender, un mal momento de la humanidad, que el gotelé reinara “embelleciera” nuestras viviendas allá por los años ochenta.

Las modas tienen en muchos casos sus factótums. Al insigne historiador del arte Johannn Joachim Winckelmann (1717-17689) se le debe en buena parte que el movimiento neoclásico en la segunda mitad del siglo XVIII fuese toda una moda. Sus publicaciones sobre sus trabajos arqueológicos en la Roma clásica y en Pompeya fueron un best-seller académico. El clasicismo siempre ha estado ahí desde Grecia, pero la abundancia decorativa del Barroco y su consiguiente exacerbación-el Rococó- estaba pasando de castaño a oscuro. Demasiada rocalla y horajasca, debieron pensar los expertos en tendencias por aquellos años. Sólo había un camino: ruptura. Así, las líneas rectas sustituyeron a las sinuosas.

De los edificios, a los muebles, la pintura, los servicios de mesa, utensilios de escritura, para acabar en la ropa. Nada escapa a un estilo. No es difícil imaginar a los propietarios (aquellos que se podían permitir pensar en estas cosas, claro) ordenando retirar las “anticuadas” cómodas Luís XV desterrándolas a los desvanes para ser sustituidas por las más modernas, elegantes y refinadas neoclásicas, más “minimalistas” si se me permite emplear esta expresión. Hoy realmente la cosa no ha cambiado demasiado.

Pero ojo, no todos los estilos son fruto de las modas. No puede afirmarse con propiedad que el estilo Gótico fuera fruto de una moda, como una forma de entender el mundo que se imponía desde arriba. Sin embargo las formas orgánicas de la magnífica casa Ferrer (Calle Pizarro esquina calle Cirilo Amorós), estilo denominado Sezession Vienesa son propias de un movimiento predominantemente estético. Una moda, una tendencia libremente desarrollada por el espíritu y no impuesta casi canónicamente.

Es un imposible trazar un esquema cronológico ordenado de manifestaciones artísticas propias de una simple moda o tendencia, de otras provocadas por cuestiones prácticas o históricas, normativas. La historia del arte y por ende de las artes decorativas es una sucesión de idas y venidas, evoluciones, rupturas, solapamientos, anacronismos, vanguardia, localismos…. Lo que sí da la sensación es que, desde la antigüedad hasta nuestros días, los períodos estilísticos, las modas se hacen cada vez más breves posiblemente motivados por una velocidad comunicativa cada vez más inmediata y potente. Para que nos entendamos, ayer por la tarde surgieron los hipsters y esta mañana he leído qué un movimiento, con su neologismo incorporado, ha iniciado la fagocitación de aquellos.

El éxito de un artista en vida, no es garantía de pervivencia

Las moda en las artes plásticas es curiosa: el éxito de un artista en vida, no es garantía de pervivencia. Puede ser flor de un día. De hecho y para no irnos demasiado lejos, la mayoría de los pintores con más éxito comercial -no tanto reconocimiento de la crítica- de las últimas décadas en nuestro contexto cultural más cercano, no han podido resistir el paso del tiempo con la dignidad suficiente, y su arte, o pequeño arte, lucha por mantenerse en pie con resultados poco alentadores en lo estético y en lo económico puesto que sus obras han caído en la irrelevancia.

Como el iceberg, es mucho mayor la producción que se olvidará que la que pervivirá. En la década de los 80 con la llegada de la modernidad se desarrolló un público que gustaba de visitar galerías y comprar arte. Guiados por las modas, un tipo de pintura, unos artistas por muchos conocidos en esta ciudad, se convirtieron en puntas de lanza comerciales. Las casa se llenaron de surrealismo vacuo, sorollismo en el mal sentido y rancio casticismo.

En esto de las modas, en alguna ocasión, ir a la contra también ha reportado grandes beneficios. Para ello hay que ser un pequeño genio como era Joseph Duveen y tener la proverbial intuición del pequeño marchante de Hull del que ya he hablado en alguna otra ocasión. Cuando comenzó su negocio le ofrecieron en reiteradas ocasiones obras de arte de los grandes impresionistas, que eran la moda del momento, en detrimento de las antiguas piezas de los grandes maestros del Renacimiento. Duveen siempre lo rechazó “los impresionistas están por todas partes, hay demasiados cuadros de ellos”. Duveen veía que el proliferante Impresionismo podía ser bueno, como así se ha confirmado, pero comercialmente no todo lo interesante que su ambición demandaba.

¿Cómo explicar que una obra de un artista cuestionable cueste más que la de un maestro?

El gran comerciante vio en lo raro, en lo que escaseaba, lo que estaba lejos (en Europa) aquello medio olvidado, que en definitiva no estaba de moda lo que iba a hacerle rico. Y así fue. Hoy día podría estar sucediendo algo similar. ¿Hasta qué punto la hipervaloración de cierto arte contemporáneo en relación con la infravaloración de los maestros antiguos tiene que ver con una cuestión de vacía tendencia, una hiperinflación detrás de la cual existe un grupo de marchantes, subastas y galerías que crean artificialmente la burbuja, esa moda. ¿Cómo explicar que una obra cuestionable de un artista vivo, pendiente todavía de la criba del tiempo (como decía ese mítico periodista deportivo “ese juez insobornable que da y quita razones”), tenga una valoración económica varias veces superior a la de un maestro del pasado que aparece en todas las enciclopedias?

Visito muchas casas, muchas. Más allá de los estilos, soy testigo de primera mano de las modas que se han ido sucediendo a lo largo del pasado siglo y parte de este, puesto que existen muchas viviendas que perviven tal como se configuraron a finales del siglo XIX y hasta ahora. Resulta verdaderamente curioso observar la disposición de los muebles, el desuso de unos en favor de otros.

Es significativo el éxito que a principios de siglo XX tenía el Neorrenacimiento entre los profesionales liberales con esos pesados y oscuros despachos tallados (que daban empaque y transmitían posición), hoy anacrónicos en su diálogo con las nuevas tendencias estéticas y prácticas. Mientras que ese estilo difícilmente levantará cabeza en el futuro, sin embargo el buen Art Decó o el Modernismo que cronológicamente convivieron con el Neorrenacimiento pervivirán y se revalorizarán como movimientos auténticos que son. La copia no resiste el paso del tiempo.

¿Y hoy que sucede?. En la actualidad tras años del ascetismo estético impuesto por la moda del minimalismo uniforme, se va imponiendo un neodecorativismo. Hay una tendencia a volver a ocupar espacios que se dejaron pretendidamente desolados. Una contramoda de alguna forma deviene de forma natural puesto que el ser humano tiende a ocupar el vacío. Una ocupación más racional y moderada que en otras épocas presididas por el horror vacui. El silencio nos seduce pero al final necesitamos el sonido, el individuo puede tener momentos de felicidad en soledad pero acaba reclamando al otro, al final el espacio echa en falta el color, la línea y la forma.

Noticias relacionadas

next

Conecta con nosotros

Valencia Plaza, desde cualquier medio

Suscríbete al boletín VP

Todos los días a primera hora en tu email


Quiero suscribirme

Acceso accionistas

 


Accionistas