“El público no siempre comprende el arte moderno; esto es un hecho, pero es porque no se le ha enseñado nada sobre pintura. Se le enseña a leer y escribir, a dibujar o cantar, pero nunca se ha pensado en enseñarle a mirar un cuadro. Que pueda haber una poesía del color, una vida de la forma o del ritmo-estas rimas plásticas-todo esto, lo ignora totalmente”, Pablo Picasso
VALÈNCIA. En la facultad no se me explicó como yo quería el arte contemporáneo. Se hizo de una forma descriptiva pero escasamente crítica “Dan Flavin es pionero en la utilización de luces fluorescentes y tubos de neón para componer obras de arte, Joseph Beuys perteneció al movimiento Fluxus y le hablaba sobre su obra a una liebre muerta”. Pero no se me explicó ni se me argumentó porqué fue Beuys un artista importante y su obra relevante, así que me he tenido que ir buscando la vida de un lado a otro.
Tanto el pasado sábado, Día de los Museos, como el último jueves me di una vuelta por el Centre del Carme, que en los últimos tiempos se dedica, parece que de forma exclusiva, a la creación contemporánea. Una gran burbuja transparente, a cuyo interior podía accederse por un pequeño orificio, cubría el precioso brocal de pozo que hay en el centro del evocador claustro renacentista. Los visitantes entraban y salían con la sonrisa en el rostro, pero observé que muchos de estos no entendían bien aquello, incluido yo, aunque parecían divertirse con la experiencia. En otras salas se disponían diversas piezas de arte conceptual- Los algoritmos suaves, se titula una de las exposiciones que reflexiona sobre las formas de comunicación en la era del código algorítmico. Mientras unas obras contienen una explicación más o menos exhaustiva del concepto o idea, lo que se agradece, veo otras con escuetas cartelas o, a lo sumo, un breve texto que no explica demasiado la obra allí expuesto.
Respecto de estas últimas, la experiencia que supone la visita a no pocas exposiciones se convierte en algo un tanto frustrante, al menos para mi. Una situación que se produce de forma recurrente aquí en Valencia y fuera. Pienso que el arte contemporáneo, aun cuando hay casos en que los visitantes participan activamente de la experiencia, permanece en una zona en la que abundan más las sombras que las luces.
Recuerdo una visita a una exposición en el antiguo edificio de Tabacalera en Madrid hace menos de un año. Arte rabiosamente conceptual y como diría el crítico Fernando Castro un ejemplo de la “dunchampitis” que está presente en buena parte del arte actual. Cuando estábamos a punto de acceder, quien entregaba las entradas casi nos obligó “por nuestro bien” a escuchar su explicación sobre aquello que íbamos a ver, porque de lo contrario no entenderíamos nada. Tenía toda la razón visto lo visto. Eso hizo, como pudo, y con toda la buena voluntad, pues no era una persona formada en arte. Aun así, de una de las dos exposiciones, no entendimos mucho de lo que vimos, por lo que de poco sirvió la visita (y la artista no se hallaba por allí para ser interrogada). La pregunta es ¿debía haber estado la artista presente junto a su obra?. En esta clase de exposiciones, ¿acaba la labor del artista instalando sus piezas y acudiendo exclusivamente el día de la inauguración?
La relación del espectador con el arte plástico es una experiencia visual inmediata pero también debe ser intelectual y reflexiva. El arte es más fascinante todavía cuando se nos es revelado, si puede ser por el artista, mucho mejor: la idea, la gestación de la obra, las dificultades en la ejecución, la técnica y los materiales e incluso el modo elegido para exponerlo en la sala y, en su caso, las discusiones con el comisario. Si en celebérrimas obras que son disfrutables aun sin saber el significado secreto de la escena- paradigmático es el caso de Las hilanderas de Velázquez- la obra adquiere mayor grandeza cuando nos revelan la mitología que encierra, en el muchas veces difícil arte contemporáneo la explicación se hace obligada. La idea de que “no hace falta saber sino abrir la mente y los sentidos” a la experiencia, la novedad y cosas por el estilo, es una idea un tanto ingenua, que cada vez más, me convenzo de que una postura equivocada.
Ximo Amigó (Bonrepós i Mirambell, Valencia, 1965) es un pintor de larga trayectoria cuyos lienzos desprenden una clara y fresca influencia pop además de amplia cultura visual. El sábado pasado tuvimos la suerte de poder visitar en atarazanas la excelente y muy trabajada exposición “L´home dibuixat”, comisariada por Guillermo Gómez-Ferrer con diseño de Ibán Ramón (por cierto, un excelente espacio con una iluminación espantosa más propia de un almacén de patatas que una sala de exposiciones de arte). La muestra puede disfrutarse atendiendo únicamente al arte por el arte, pero, en este caso la experiencia fue mucho más interesante porque tuvimos la suerte de que me la explicara el propio artista, obra por obra, porque siempre hay mucho más que no se ve: nos habló de la disposición de las piezas en el espacio, la técnica y materiales utilizados en los cuadros, de motivos que pintó y que están ocultos tras la silueta del hombre, de obras literarias o cinematográficas que inspiraron esta o aquella obra o nuevos significados que aparecían a raíz de los comentarios de los visitantes durante la exposición. Según nos contó, iba a pasar el día entero allí, como hizo otros muchos días.
No seré yo quien diga lo que el artista debe de hacer, pero pienso que la comunicación con el espectador es esencial-más si cabe en el críptico arte contemporáneo- y aprovechar para defender su obra frente a quienes cuestionan las cualidades artísticas de una propuesta conceptual innovadora. Quizás existan soluciones mucho más prácticas y acordes con estos tiempos como aplicaciones para móviles para utilizar mientras se realiza la visita, en las que el/la artista, en formato audio o video, nos lleven de la mano por su exposición pieza a pieza, más allá de los textos de las exposiciones que habitualmente vienen a ser la idea general que recorre toda la exposición.