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LAS SERIES Y LA VIDA 

Fosse/Verdon: si te gusta el musical, bien. Y si no te gusta, también

11/05/2019 - 

VALÈNCIA. Ah, el musical. Tan odiado y tan amado. Para algunas un placer, para otros una tortura: ¿cómo? ¿que cantan otra vez? Me voy. No es un género fácil, no, porque exige un pacto con el espectador bien particular. Se ha de aceptar que la linealidad y la ilusión de realidad estallen en pedazos cuando los protagonistas se ponen de repente a cantar y a bailar en cualquier sitio y a mirar a cámara, para luego volver a la normalidad como si tal cosa. Aunque el cine es artificio siempre tendemos a no verlo, pero con el musical es imposible porque se muestra en todo su esplendor: lo artificial se hace carne anulando cualquier otra pretensión y la fantasía y la irrealidad se adueñan de la pantalla. Ciertamente, o se entra o no se entra en el juego.

Pero el musical tiene a su favor que esa irrealidad de que hace gala permite una libertad creativa asombrosa. Eso supuso, sobre todo en el cine clásico, que una película musical podía saltarse muchísimas reglas canónicas del relato y de la puesta en escena en su afán de convertir la imagen en pura visualidad y música en movimiento. Un sentido de la maravilla que está cerquísima del surrealismo y de lo onírico. Y si no, que se lo pregunten a Busby Berkeley.

Y hablamos de musicales porque HBO está ofreciendo en estos momentos Fosse/Verdon, la serie de FX centrada en la vida y obra de Bob Fosse y Gwen Verdon, dos de los grandes nombres de la historia del musical. Una buena serie apta para todo el mundo y no solo para los amantes del género. 

Bob Fosse fue un creador de enorme y original talento que ejerció de bailarín, coreógrafo, director teatral y cineasta. Es el único artista que ha ganado en el mismo año (1973) un Oscar, tres Emmy y dos Tony por obras distintas: Cabaret, Liza with a Z y Pippin, respectivamente. Su filmografía como director incluye solo cinco títulos, de los cuales dos son películas magníficas, como es el caso de su opera prima Noches en la ciudad (Sweet Charity, 1969), reinterpretación en clave musical de Las noches de Cabiria de su admirado Fellini; y Lenny (1974), sobre la vida del cómico Lenny Bruce interpretado por Dustin Hoffman. Y otras dos son obras maestras: la mítica Cabaret (1972) y Empieza el espectáculo (All that Jazz, 1979), un fascinante relato autobiográfico en clave fellliniana y onírica. Su originalísimo y personal estilo coreográfico, tan sensual y poco académico, ha ejercido una inmensa influencia en el mundo de la danza y es detectable en muchos artistas, como Michael Jackson o Beyoncé.


Gwen Verdon fue bailarina, actriz, coreógrafa y directora teatral. Aunque trabajó también en el cine, es en las tablas donde cosechó grandes éxitos hasta convertirse en una de las más grandes artistas del teatro musical y una auténtica leyenda de Broadway, ganadora de cuatro Tonys.


Fosse y Verdon estuvieron casados durante 27 años, hasta la muerte del director, en lo que solo se puede calificar como un matrimonio poco convencional. De hecho, la pareja como tal se rompió relativamente pronto, y Fosse mantuvo una relación de varios años con la también bailarina y coreógrafa Ann Reinking (entre 1972 y 1978), además de tener innumerables amantes. Sin embargo, Fosse y Verdon nunca dejaron de ser amigos, de compartir cama ocasionalmente y de colaborar profesionalmente, hasta alcanzar su cénit con Chicago, el famosísimo musical de Broadway, mil veces representado. Hasta tal punto es así que Fosse murió en los brazos de Verdon.


Y por eso, aunque la serie sigue la biografía que escribió Sam Wasson del coreógrafo, convierte a Verdon también en protagonista, porque su larga y compleja relación da para eso y mucho más, en su condición de amantes, matrimonio, colaboradores, adversarios y amigos. Además de grandes artistas.

Como todo buen relato ambientado en el mundo del espectáculo, la serie plantea muchas cuestiones en torno al éxito y el fracaso y la quebradiza seguridad de los artistas y creadores. Fosse es inseguro, egocéntrico, genial, insufrible, adicto, enfermo, obsesivo., tal como se representó a sí mismo en All that Jazz. Verdon se debe enfrentar al hecho de que hay poco espacio para una mujer artista con más de treinta y cinco años y a la convivencia con alguien que es considerado un genio y que vive el proceso de creación como una obsesión. Tanto Sam Rockwell (Fosse) como, especialmente, Michelle Williams (Verdon), a la que deberían lloverle los premios por su interpretación, logran insuflar vida a sus personajes y construir una gran química entre ellos que hace veraz y creíble la relación y sus muchos altibajos.

Pero es que, además, la serie gana muchos enteros en su planteamiento narrativo y estético. Está contada mediante una estructura fragmentada, no lineal, que va hacia atrás y adelante en el tiempo, y con insertos secuencias oníricas o evocaciones de la memoria. El modelo, que también está presente en el libro en que se basa, es la propia obra cinematográfica de Fosse, un estilo inconfundible que permite hablar de él como de un gran director, mucho más allá de su genio como coreógrafo.

Naturalmente, hay números musicales, pero la mayoría están justificados por el hecho de estar ambientada en el mundo del cine y del teatro: ensayos, rodajes, actuaciones. También incluye, como en All that jazz, ensoñaciones, visiones, pesadillas, recuerdos, etc. O se utilizan, de forma muy creativa y apartándose del original, para expresar estados de ánimo. Un ejemplo precioso es la secuencia que inicia el capítulo tres, cuando Fosse está de subidón tras el rodaje de Cabaret y la primera canción de la película, el famoso Wilkomenn, Bienvenue, Welcome, le da la bienvenida al estudio de montaje.

Uno de los placeres de estas historias es conocer lo que sucede por dentro, asistir al proceso de creación y a los intríngulis del mundo del espectáculo, siempre fascinador. O jugar a relacionar a grandes creadores y artistas y crear situaciones, como en el quinto capítulo, que es uno de esos que llaman bottle episode, esto es, un episodio embotellado. Se trata de capítulos que cuestan mucho menos dinero y que suelen centrarse en pocos personajes y un único decorado. Solo que aquí los personajes reunidos son nada menos que Bob Fosse, Gwen Verdon, el dramaturgo Neil Simon, el guonista y escritor Paddy Chayefsky y Ann Reinking. Sin números musicales, sin ensoñación ni fantasía, solo con buenos diálogos y actores inspirados se construye un capítulo excelente, de un tono bien distinto al resto de la serie, pero muy bien encajado en ella. En resumen, le guste o no le guste el musical, no hay razón para perderse Fosse/Vernon

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