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exposición triple en la upv

Pobreza, marginación y crítica social tras la lente de Jordi Oliver

El fotógrafo Jordi Oliver expone en Pobreza y refugio un relato crudo sobre las realidades del pueblo gitano, de los refugiados en campos europeos y de los sin techo que se refugian en la autopista de Badalona. Sus historias se cuentan ahora en la Sala 1 de la Universitat Politécnica de València, en una exposición triple que se podrá ver hasta mediados de junio

24/05/2023 - 

VALÈNCIA. Cuenta el fotógrafo Jordi Oliver que para hacer un buen trabajo de fotografía hay que saber acercarse bien al objetivo. Hacerlo con la misma medida de cariño que de curiosidad, y de la misma manera, conseguir denunciar las realidades que le rodean. En su muestra Pobreza y refugio, que podrá verse hasta mediados de junio en la Sala 1 de la Universitat Politécnica, expone el resultado de este acercamiento a tres colectivos que de normal no suelen ponerse tras la lente, ya sea por vergüenza o por falta de interés por parte de los fotógrafos. 

En la exposición habla de tres problemáticas que le provocan curiosidad: por una parte, en Fang, cuenta la historia de los refugiados en los campos europeos de Calais y Dunkerque; en Alma gitana forma parte de la historia de los gitanos a través de su música y analizando su forma de vida; finalmente, en Bajo el puente, habla sobre la problemática de las personas sin techo que se refugian en la autopista de Badalona, lugar en el que encuentran el único espacio de vida posible para ellos. 

Fotografías pertenecientes a la serie 'Bajo el puente' (Fotos: JORDI OLIVER)

Como documentalista social siempre ha buscado la denuncia a través de la fotografía, empleando el disparo fotográfico como un instrumento que le “acerca a realidades que pueden ser denunciables”. Tras capturar estas realidades las difunde, algo que suele agradar más que molestar a quienes son retratados: “Al contrario de lo que se pueda creer, las personas no se quieren ocultar. Encuentran un respeto y un cariño desde la manera en el que te acercas a ellos. Para esto la clave es convivir y pasar tiempo con ellos”, desvela sobre su forma de trabajo. 

De esta misma manera, se ha pasado más de doce años entre comunidades gitanas observando su forma de vida y su pasión por la música, y admirando cada segundo de estos momentos para saber el momento preciso en el que capturar la imagen. En su caso, la música -tal y como opina Oliver- les canaliza mucho como hilo conductor y les saca de la tristeza y les une con otras familias que se puedan encontrar lejos. En respuesta a su relación con los sujetos a los que retrata, confiesa que el relato de Alicia es uno de los que recordará para siempre: “Tenía siete años y la fui fotografiando del paso de la niñez a la adolescencia, y ahora tiene dos niños y está casada. La he visto a lo largo de nueve años y vives todos sus cambios”, comenta sobre estos perfiles. 

Fotografías pertenecientes a la serie 'Alma gitana' (Fotos: JORDI OLIVER)

Al final la clave para esto es que ellos mismos sean los que se abran a contar su historia, siempre y cuando exista una confianza que se crea a partir de una buena base: “La magia está en encontrar en cada comunidad y cada espacio, es mimetizarte de alguna forma. Es como si entras a una fiesta y no conoces a nadie: o te integras, u observas o, en cierta manera, encuentras a un personaje que vaya entrando por ti a la fiesta”, explica Oliver, “yo me acerco con mucho respeto y luego observo, nunca saco la cámara a la primera de cambio ni hasta que me hayan aceptado”. Un proceso que puede llevarle entre tres días y una semana dependiendo mucho del caso. 

La fotografía social, en este caso, supone un altavoz potente con el que Oliver lucha por obtener una vida más digna para los grupos a los que retrata. Lo que parece un sueño imposible se hace realidad gracias a los colectivos sociales y a la presión que ejercen sobre las imágenes que muestran realidades que harían avergonzarse a cualquier gobierno: “En el caso de Bajo el puente, escribimos una carta con las fotografías al rey, hicimos presión mediática en un momento en el que había elecciones. Nos contestaron por parte de Asuntos Sociales de Barcelona. Primero se mostraron nerviosos, pero luego se pusieron las pilas y les dieron casas de protección oficial”, comenta sobre una de las muestras sobre la que, por suerte, ya no podría hacer un seguimiento de la historia.

Fotografías pertenecientes a la serie 'Fang' (Fotos: JORDI OLIVER)

En el caso de Fang sucedió algo parecido. Oliver cedió todo su material a una ONG inglesa que se dedicó a distribuir las fotografías por periódicos de todo el mundo -The New York Times, The Guardian, Libération-. Al salir publicadas, desde los campos europeos de Calais y Dunkerque decidieron renovar el espacio y ofrecer mejores condiciones. Para Oliver esta es la motivación y el lugar en el que incide la fotografía. También completa la lucha, aunque muchas veces los que forman parte de la historia no vean como se ha llegado hasta ahí, cosa que parece no importarle mucho al fotógrafo, puesto que ya ha hecho su trabajo.

“Ellos ni se dan cuenta del altavoz que supone esto. Cuando viene un alcalde a decirles que tienen dinero para mejorar las infraestructuras no ven la relación directa con la fotografía ni con la difusión”. A partir de ahí, comienza una historia en la que los caminos se separan, y el la que no entra el fotógrafo bajo ningún concepto, en el momento en el que cuentan con casas de protección oficial y un espacio propio “no le dejan entrar, porque es su sitio privado”, y se establece una distancia sana en la que cada uno hace su vida: “Cuando consiguen los pisos se rompe la relación, es algo que forma parte del proceso y que es lo natural. Siento que es lo correcto, y me alegra en cierto modo que se marque esa distancia”, declara emocionado el fotógrafo de los relatos. 

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