Hoy es 7 de octubre
VALÈNCIA. Los meses estivales y las campañas de promoción de turismo de interior funcionan como impulsor de actividades tan poco urbanitas como los deportes de aventura y senderismo. Algunas de las rutas de la Comunidad Valenciana transcurren cerca de abrigos y cuevas que a modo de museo al aire libre, conservan manifestaciones plásticas de los antiguos pobladores de la Península Ibérica.
Según el título V de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, “quedan declarados Bienes de Interés Cultural por ministerio de esta Ley las cuevas, abrigos y lugares que contengan manifestaciones de arte rupestre”. Este tipo de arte se define como aquel que se plasma en las rocas, generalmente en el interior de cuevas, grutas, cavernas o abrigos y que forma parte del arte prehistórico. Por lo general se interpreta que este arte proviene de las costumbres rituales de los primeros pobladores. En la Comunidad Valenciana se contabilizan cerca de 600 hallazgos, de los cuales 351 están protegidos por la UNESCO. Las zonas de mayor concentración son els Ports y el Alt Maestrat en Castellón, en el macizo del Caroig en la provincia de València y en Alicante en los Valles de la Marina y la zona de Alcoy.
La UNESCO, al declarar el arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica como Patrimonio de la Humanidad, elevaba así su categoría y señalaba la necesidad de protección del mismo, atención que por la dejadez de las instituciones y la falta de civismo de muchos visitantes, no siempre se cumple. Al acercarnos a puntos como el abrigo de Voro en Quesa, perteneciente al Macizo del Caroig, encontramos medio centenar de pinturas levantinas que según fuentes oficiales “están perfectamente ejecutadas y en un aceptable estado de conservación”. Las pinturas que representan figuras femeninas, cabras y ciervos están protegidas por barrotes para evitar la acción humana que las ha deteriorado notablemente. Alrededor de la ‘jaula’ se acumulan latas de cerveza y desechos de barritas energéticas, bocadillos y otros ítems del senderismo. En 2019 se presentó el Plan de gestión de arte rupestre de la Comunitat Valenciana, en dicho documento se contempla que “si bien los cerramientos son una medida actualmente necesaria, constituyen una cierta agresión al patrimonio y su paisaje”.
El norte de las tierras de Castellón se encuentra el núcleo de Els Ports / Maestrat, donde se concentra una parte muy significativa del arte rupestre de la Comunitat Valenciana. Entre el Parc Cultural Valltorta-Gasulla y Morella la Vella se localizan algunos de los conjuntos más representativos del Arte Rupestre Levantino. El territorio del Parque cultural incorpora 97 conjuntos de arte rupestre que en su mayoría pertenecen al estilo levantino, si bien también hay grabados paleolíticos, arte esquemático y arte rupestre de cronología histórica.
El área central valenciana dispone de un importante conjunto de abrigos con arte rupestre ubicados entre el Massís del Caroig, el norte del río Xúquer, y las estribaciones de la sierra del Caballón (La Canal de Dos Aguas), y hacia el sur, en la Serra de Enguera. Las representaciones pictóricas corresponden a los estilos levantino y esquemático, y se localizan principalmente entre los municipios de Millares, Bicorp, Dos Aguas, Quesa, Navarrés, Jalance y Ayora.
El territorio septentrional de la provincia, comprendido entre la Serra de Mariola al oeste, el mar Mediterráneo al este, la Serra del Benicadell al norte y la Serra de Aitana al sur, reúne un amplio número de conjuntos de los estilos Esquemático, Levantino y el denominado arte Macroesquemático. Destacn los yacimientos de Abric de la Caputxa (Dènia), Barranc de l’Infern (Vall de Laguar), Pla de Petracos (Castell de Castells), Coves de Santa Maira (Castell de Castells), Cova del Mansano (Xaló), Barranc de Benialí I y II (Vall de Gallinera), i La Sarga (Alcoi, Alacant).
En el artículo Unescocidio, el ensayista Marco D’Eramo considera que “Ser incluida en la lista de los lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco es el golpe de gracia para una ciudad. En cuanto se estampa la marca, se acaba con la vida de la ciudad; está lista para el taxidermista. Este urbicidio (palabra horrorosa) no se perpetra a propósito. Por el contrario, se comete con toda la buena fe y la intención más noble del mundo: conservar (sin cambios) un ‘legado’ de la humanidad. Tal como la misma palabra sugiere, ‘conservar’ significa embalsamar, congelar, salvar a algo de la decadencia debida al paso del tiempo; pero en este caso también significa detener el tiempo, fijar el objeto como lo haría una fotografía, protegiéndolo de todo crecimiento o cambio”. Las reflexiones de D’Eramo continúan explicando que en el caso de las ciudades, “con demasiada frecuencia, la operación de rescate de Patrimonio de la Humanidad cura la enfermedad matando al paciente. La ciudad antigua de Rodas y la acrópolis de Lindos, en la misma isla, son dos casos relevantes. Salvar un montón de piedras no es lo mismo que salvar una ciudad y una cultura urbana. En este sentido, la analogía entre los lugares con un legado cultural y los parques naturales induce a errores. Las reservas naturales se establecen para multiplicar la flora y la fauna existentes, mientras que la fauna humana de las ciudades Patrimonio de la Humanidad se ve forzada a huir al resultar imposible llevar a cabo los asuntos prácticos de la vida cotidiana”. Trasladado al caso que nos ocupa, podríamos pensar si la intervención de protección del arte rupestre, sin una adecuación al medio natural en el que se encuentra —y sin un programa educativo que haga de profilaxis contra los actos vandálicos y la dejadez— puede ser un peor remedio que la enfermedad del paso del tiempo.
Para los especialistas José Antonio López Mira y Josep Maria Segura Martí “no sólo abarcamos la investigación, conservación, protección, difusión y puesta en valor, somos conscientes de su potencial para incrementar la oferta turística cultural existente en el territorio, y ello supone unas claras ventajas –la mayoría–, pero también algunas desventajas, que no podemos, ni debemos olvidar. También, somos conscientes que el Plan de Gestión para la protección, conservación y difusión del arte rupestre de la Comunitat Valenciana se debe considerar como algo vivo, en continuo movimiento, en el que participen todos los actores que intervengan en su gestión y que debe tener una propuesta de futuro, en la que debe resultar imposible separar lo material de lo inmaterial en el contexto del arte rupestre”.
“Entre las ventajas debemos señalar la conservación, protección y difusión del patrimonio, la creación de una oferta cultural, la atracción de un turismo “nuevo”: cultural, medioambiental, deportivo..., la implicación social de las gentes que viven en ese territorio y por supuesto, beneficios económicos: tanto directos, como indirectos. Pero también tenemos que tener presentes las desventajas, no podemos obviar el mantenimiento de las instalaciones, los presupuestos limitados de las administraciones públicas, la oferta poco variable, las acciones vandálicas y la carencia de planificación e integración de las diferentes administraciones públicas: local, provincial, autonómica y estatal”.
“La gestión del arte rupestre es cosa de todos, no tiene sentido al margen de la sociedad que lo tiene en su territorio. Una adecuada gestión es la que permite devolver el patrimonio, algo que viene del pasado, a la sociedad actual, para que ésta pueda legarlo a la sociedad del futuro”.