VALENCIA. Año 2012. La obra Don't be afraid/No tengas miedo, que representaba la represión policial sobre las mujeres de los mineros que entonces emprendieron la 'marcha negra', se convertía en el centro de la polémica. Realizada en el marco del festival de arte independiente Incubarte, un vídeo casero descubrió a varios policías arrancando las figuras de los antidisturbios. El resto de piezas quedaron intactas. Apenas dos semanas después, Joan Baldoví elevaba el caso al Congreso de los Diputados, donde preguntó por la "mutilación" de la obra. Por primera vez, el nombre de Vinz Feel Free daba el salto a la prensa generalista.
Poco más de tres años después, el artista urbano vuelve a ocupar la primera plana de los medios de comunicación. Esta vez con la primera intervención de este tipo en el Consistorio, concretamente en el despacho del concejal de Espacio Público, Carlos Galiana. Con Nosaltres, el poble, Vinz vuelve a entrar en el sistema. "Con esta obra me he quitado la espinita que tenía clavada con lo que pasó en Incubarte. Ahora puedo decir que he llevado un grafiti al Congreso de los Diputados y al Ayuntamiento de Valencia", afirma.
El encargo, eso sí, lo acepta por él y por todos sus amigos. "Entrar en el sistema es muy importante porque da a tu obra la categoría de arte", asevera. Es consciente de que este mural, por el dónde, sitúa el grafiti en un templo al que nunca habían podido acceder los artistas urbanos, un movimiento que da un gran impulso a una actividad poco agradecida y, en la mayoría de los casos, ilegal. Del "vandalismo" al arte.
Admite que le toca la fibra cuando muchos de sus amigos, amantes del cine o la música, recurren al clásico "es que no lo entiendo" cuando se trata de pintura. "El arte urbano ha sido una bomba, todo el mundo sin formación artística, pero con sensibilidad, disfruta de él gracias a un mensaje muy directo. Estoy aburrido de ir a una exposición y que la gente sonría y beba. El arte tiene que ser como un partido de fútbol: si tu equipo marca, gritas de alegría; si pierde, abucheas. No puede dejar frío".
Hombres y mujeres desnudos con cabeza de animal se han convertido en su vehículo para contar fábulas con más de realidad social que de cuento. Tras haber trabajado en París o Los Ángeles, en algunos casos por encargo de la administración y en otros en intervenciones ilegales, ahora desembarca por todo lo alto en su ciudad. Por cierto, está licenciado en Bellas Artes.
-Street art en Valencia, ¿cuál es la radiografía de 2015?
-Lo que ocurre aquí es similar a lo que pasa en Madrid o Barcelona. No hay galerías potentes que apoyen al 100% el arte urbano ni grandes coleccionistas. En Valencia el arte en los espacios públicos ha estado completamente vetado, no se ha podido usar más allá de fines publicitarios. Ahora mismo hay tres o cuatro artistas urbanos que llevamos trabajando desde hace unos años con gran repercusión fuera de Valencia y España, como Hyuro, Escif y Deih. Vamos a ciudades donde, además del público, nos recibe el alcalde y personalidades. Valencia es una ciudad con mucho talento en ámbitos como el diseño gráfico, la ilustración, pintura, escultura... Pero no sólo ahora, lo tuvimos con el Equipo Crónica, con Sorolla y con Renau. Nosotros nos tenemos que ir fuera, pero espero que las cosas cambien.
-¿Por qué cuesta valorar la producción contemporánea en su momento?
-En todas las grandes ciudades occidentales el arte urbano está muy considerado. En Valencia seguimos estancados en aquellos de hace 30 o 40 años pero, ¿qué va a pasar cuando la gente pregunte qué estaba ocurriendo aquí en 2015?¿Lo mismo que antes? No. Una de las cosa que reivindico desde que empecé es que se tenga consideración y respeto por los artistas que nos tenemos que ir fuera. Lo principal es que la gente tenga curiosidad, la educación, que no todo se reduzca a ocio puro y duro.
-¿Sigue siendo arte urbano aun cuando se hace en los muros del Ayuntamiento de Valencia?
-No. En mi opinión, el arte urbano sólo tiene una regla: tiene que estar en la calle. Puedes utilizar espray, pincel, baldosines, papel o lana, pero tiene que estar en la calle. Esto es un mural de interior. Aun así, me interesa que la gente, por estar en despacho del concejal, empiece a ver con otros ojos lo que antes pensaba que eran cuatro garabatos. Lo que tenemos que hacer los artistas urbanos, cuando llega una oportunidad como esta, es no agachar la cabeza y hacer algo que sólo sea bonito y que vaya a contentar a todos. No sé la repercusión que va a tener, pero toda las obras que hago son desde la sinceridad, la dignidad y el tacto.
-Si no es arte urbano, ¿es una obra efímera?
-Mi intención no es esa, si no no lo haría en este lugar, pero entiendo que es un espacio que no me pertenece. Lo que me gustaría es que, si deciden cambiarlo, fuera otro artista el que pintara sobre la obra. Esta es una de las cosas que más me gustan del arte urbano, en Londres cada semana hay piezas diferentes, son exposiciones nuevas todo el tiempo.
-Más allá de la repercusión, ¿cuál es la intención?
-Empecé en esto de una forma muy ingenua y sincera. Aunque parezca una tontería, mi intención es cambiar el mundo. Con cada pieza que hago, antes de iniciar el proceso, me planteo cómo voy a cambiarlo. Parece que este es un paso grande, pero no lo sé hasta que no pase un tiempo. Hagas lo que hagas, es importante ser responsable, es la mejor manera de dormir tranquilo y de tener un discurso coherente.
-¿Es Nosaltres, el poble una obra política?
-Es una obra social. Quiero hablar de lo que pasa en la sociedad, no como protagonista, sino como un mero observador. El mural representa la enseñanza, la maternidad, el trabajo o la diversidad sexual. Por otra parte, también quería llevar a los ciudadanos a una institución que siempre ha sido exclusivamente para los políticos. Los personajes están mirando a las personas que ocupan el despacho para que, cuando tomen las decisiones que han de tomar, sepan que se deben a ellos, que están alquilados durante cuatro años. No tienen que olvidar que se deben al pueblo.
GALERÍA: El mural de Vinz en el Ayuntamiento