Hotaru es cocina japonesa en el corazón de Ruzafa.
Es la luz y la incandescencia de las luciérnagas parapetada tras el oscuro manto de la noche, esa que imita la puerta de la entrada. Sabores exóticos y experiencias compartidas. Sobriedad y buen gusto. Materiales nobles. Disciplina. Sensibilidad. Elegancia y sutileza. Hotaru es un japonés donde la cocina es un valor seguro; la sala, un remanso de paz; y el espacio, un lugar para dejar que el tiempo pase lentamente mientras somos felices.
Hotaru es el resultado de un sueño. Ese que alumbraron Inma Sobrino, Juan Carlos Ramón y Carlota de Ramón, justo antes de la pandemia. De un sueño y también de una pasión: la de compartir con el resto de la ciudad su amor por la cocina y las costumbres japonesas. Una cocina y unas costumbres que se observan en cada uno de los detalles que pueblan el restaurante. Desde la barra de sushi a la entrada, donde apreciar el trabajo de los sushimen, pasando por el salón central donde el brillo de la luz cruza las cristaleras adentrándonos en el atardecer, hasta llegar al jardín interior, donde uno puede dejarse llevar por el susurro de la brisa en una tarde otoñal.
La cocina, a cargo del chef ejecutivo Lucas Baturone, está en su mejor momento.En ella encontramos ‘sashimis’ y ‘usuzurukis’ con cortes impolutos, ‘uramakis’ y ‘futomakis’ de vieira, atún o salmón exquisitos, untuosos y con el punto de arroz óptimo, ‘nigiris’ como los de cigala con miso, el de lubina ‘yuzu-kosho’, la anguila ‘kabayaki’ o el de toro ‘nikkiri’, capaces de alcanzar la máxima expresión del placer nipón en un solo bocado. Sin olvidarnos, como no, de dos clásicos de la casa: el tartar de atún en varias salsas y las ‘gyozas’ de manitas, que hacen de la cocina de Hotaru un espacio capaz de posicionarse como una opción gastronómica de primer nivel.
La sala es relajada y atenta, sutil y precisa, y con una atención discreta. Una sala profesional que apuesta por la intimidad. El apartado líquido brilla con una excelente carta de sakes, así como por algunas propuestas interesantes a nivel vinícola. Por las noches las opciones se multiplican ya que también dispone de coctelería, con lo que si uno prefiere maridar con cocktails la opción resulta de lo más interesante. En definitiva, Hotaru es un japonés sereno y calmado como pocos. Un restaurante lleno de atención y cuidado con esmero. Un japonés que brilla con luz propia.