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 LOS DÍAS DE LOS OTROS 

Julio Ramón Ribeyro, diarios del bohemio mediocre

6/12/2017 - 

VALÈNCIA. Julio Ramón Ribeyro era un señor al que le importaba poco el paso del tiempo y mucho quedarse sin tabaco. Es una de las conclusiones a las que uno llega leyendo uno de los más bellos y lúcidos diarios en español. La tentación del fracaso ya tiene título de obra maestra. La idea de escribir unos diarios rondaba a Ribeyro desde muy pronto.

 "(…) Mi afición a los diarios íntimos data de muy temprano, desde que a los catorce o quince años leí el de Amiel, en una edición en dos volúmenes que encontré en casa. El libro me apasionó y a partir de entonces leí cuanto diario cayó en mis manos: diarios de poetas, de pintores, de músicos, de políticos, de viajeros, así como de cortesanas, de policías o rateros. Con el tiempo logré reunir una apreciable colección y me convertí, si no en un erudito, en un buen conocedor de la materia."

En un libro del año 1974 titulado La caza sutil existe un episodio que, bajo el nombre de En torno a los diarios íntimos, recoge algunas de las características que, a su juicio, deben contener las escrituras diarísticas: la cotidianidad (interpretada como periodicidad en la escritura, y no como escritura diaria); la veracidad de los hechos narrados en el diario; la libertad en el estilo de la escritura; la sensación de interrupción y naturalidad de las obras. Todas ellas pueden vislumbrarse de un modo u otro en esta obra que a Ribeyro le ocupó casi treinta años, los que van desde 1950 hasta 1978.

 "(…) El diario se convirtió para mí en una necesidad, en una compañía y en un complemento a mi actividad estrictamente literaria. Más, aún, pasó a formar parte de mi actividad literaria, tejiéndose entre mi diario y mi obra de ficción una apretada trama de reflejos y reenvíos."

Ribeyro es, además de un diarista, un experto en diarios ajenos. De tanto leerlos comenzó a confeccionar el suyo propio. Para él, “todo diario íntimo surge de un agudo sentimiento de culpa”. Lo atisba como un caladero en el que depositar todos los tormentos personales. Como si al escribirlos, el peso se aligerara. “Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad... todo diario íntimo es un síntoma de debilidad de carácter, debilidad en la que nace y a la que a su vez se fortifica”, afirma el autor. Los diarios de Ribeyro dan buena cuenta de algunas de las características de su compleja personalidad: tendencia a la depresión, indecisión, fragilidad, pereza, mutabilidad. Pareciera en este diario que lo que está afuera poco importa; que el único universo esencial es el propio, es decir, sus obsesiones, sus manías, su proceso literario. Así comienza este diario en Lima, el 11 de abril de 1950:

"Se ha reabierto el año universitario y nunca me he hallado más desanimado y más escéptico respecto a mi carrera. Tengo unas ganas enormes de abandonarlo todo, de perderlo todo. Ser abogado, ¿para qué? No tengo dotes de jurista, soy falto de iniciativa, no sé discutir y sufro de una ausencia absoluta de «verbe»".

El diario de Ribeyro es un diario repleto de dudas, de preguntas y de pocas certezas. Las únicas que se atisban son las relacionadas con su imposibilidad de convertirse en un buen escritor. Una tendencia que se inscribe en la estela de otros diaristas con inseguridades similares.

 "He releído un poco mi diario. Hay en él diez páginas bien escritas que justifican tal vez la locura de haberlo comenzado. Todo el resto es una colección de hechos nimios, pésimamente redactados, donde la insipidez de mi vida está pintada con la elocuencia de un picapedrero."

También, como en el diario de Ricardo Piglia, por ejemplo, queda anotada su preocupación por lo económico en contraposición a su avance como autor de renombre. Parece que la propia escritura del diario provocase la reflexión y posterior aflicción. Es como si la obsesión por el diario se volviera en su contra. El diario como un vampiro que todo lo absorbe:

 Berlín, 22 o 23 de febrero de 1958

 "Interrumpido este diario por cerca de cuatro meses. Interrupción voluntaria nacida en la idea curiosa de que la notación del diario absorbe mi vida activa. Esa creencia ha sido confirmada en algunos planos. Suspendido el diálogo conmigo mismo, mi contacto con el mundo se ha desarrollado con más facilidad."

 

“Hablar de los amigos es hablar de uno”, decía Ribeyro. Y sin duda, en La tentación del fracaso, habla de sus amigos, de Leopoldo Chariarse o de Wolfgang A. Luchting; nombres que al lector pueden resultarles ajenos, pero que muy pronto aceptará entre el círculo literario del autor. Por otro lado, la relación entre sus diarios y sus famosas Prosas apátridas es estrecha. Algunas de las prosas que leemos ya tuvieron una vida previa es sus diarios. Parece que esa escritura primigenia está ahí, en esas páginas. Inmediatamente después de estar en su mente (o quizás antes o al mismo tiempo) se vuelcan en el papel.

"(…) he querido reiniciar este diario, después de un año de silencio... no es que quiera girar en semicírculo para volver a encontrarme conmigo mismo, como en el pasado. Quiero tan sólo... estimular un poco mi reflexión sobre ciertos tópicos que el pensamiento meramente pensado no alcanza a sistematizar, hacer un poco de ejercicio de estilo y sobre todo reunir material-frases, descripciones, ideas- aprovechables más tarde en mis artículos o creaciones literarias."

Se aprecia en el volumen completos dos puntos de inflexión: el primero, cuando Julio Ramón se instala en París y su introspección se acrecienta. El segundo, cuando comienza a trabajar en la UNESCO como representante de Perú. Un malestar anímico que se traduce en entradas como estas:

"Mi diario no ha sido nunca reflejo del mundo, sino la crónica sombría de mi propia vida, en lo que ésta tenía de más personal."

 "Lo que me aterroriza es que mi diario, si alguna vez se llega a publicar... pueda convertirse en un libro formativo, en el sentido de que se encuentre en él algo de ejemplar o recomendable."

 "Escritor discreto, tímido, laborioso, honesto, ejemplar, marginal, intimista, pulcro, lúcido: he allí algunos de los calificativos que me ha dado la crítica. Nadie me ha llamado nunca gran escritor. Porque seguramente no soy un gran escritor."

De los pocos apuntes personales que se refieran a un círculo más amplio que el literario y próximo a lo familiar, encontramos esta entrada dedicada al amor paterno:

"El amor paternal es una pasión violenta, insaciable y generalmente estéril, pues rara vez es pagado de vuelta. Eso me decía hoy, al recordar la breve entrevista ayer con mi hijo, al cabo de mi largo viaje a Londres. La sensación de impotencia, de desgarramiento de no poder verlo más de quince minutos, cuando le había prometido por teléfono pasar un día de días con él." 

"Ese hijo decía hace unos años que existían algunos diarios inéditos que no se publicarían hasta que alguien los corrigiera con rigor. Las 700 páginas que componen el volumen más completo de Seix Barral acaba con una cita que refleja el pesimismo que le acompañó a lo largo de su vida."

"No concibo mi vida más que como un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilusiones, de todas mis vocaciones perdidas. Un abogado inconcluso, un profesor sin cátedra, un periodista mudo, un bohemio mediocre, un impresor oscuro y, casi, un escritor fracasado. Noche de gran pesimismo." 

 


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