La directora francesa estrena el 4 de agosto Reparar a los vivos, un drama luminoso sobre la donación de órganos
VALÈNCIA. En psicología, el término resiliencia hace referencia a la capacidad del ser humano para adaptarse a situaciones adversas. La directora francesa Katell Quillévéré considera esta condición una de los ejes temáticos de su cine. En su segunda película, Suzanne, relataba el fallecimiento de una madre para centrarse en aquellos que le sobrevivían y debían hacer frente a su pérdida. Ahora, para su nuevo film, Reparar a los vivos, incide en la donación de órganos. “Me fascinan los elementos opuestos de la historia. Por un lado está la biomedicina moderna y los usos del cuerpo humano, en constante evolución, y por el otro, tenemos las preguntas de siempre: Dónde termina la vida, qué es la muerte, la vida, la naturaleza simbólica de las partes de nuestro cuerpo...”.
El luminoso drama llega a nuestras pantallas el próximo 4 de agosto y es una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Maylis De Karengal, publicada en España por Anagrama.
La trama arranca de madrugada, en un mar tempestuoso cabalgado por tres jóvenes surfistas. Unas horas más tarde, sufren un accidente de coche en el camino de vuelta. Mientras tanto, en París, una mujer espera un trasplante de corazón que pueda prolongarle la vida.
- ¿Qué te decidió a hacer una película sobre la donación de órganos?
- Fue la lectura del libro en el que se basa. Hasta ese momento no estaba sensibilizada hacia el tema, pero la novela me conmocionó. La muerte también planeaba sobre mi película anterior. He concluido que me interesa la resiliencia, la pulsión de vivir, cómo se organiza el ser humano para superar su miedo a la muerte. En el caso de Reparar a los vivos, hay además algo muy humanista en la donación de órganos que encontré muy bello. A mi manera siempre me he sentido próxima a cineastas humanistas, como por ejemplo, Jean Renoir.
- El libro se ha convertido en un best seller. ¿Ha supuesto una presión?
- Por supuesto. Porque cuando lo leí, acababa de salir, así que este fenómeno nos ha superado a todos un poco. De todas formas, es una oportunidad tremenda, porque los lectores van a tener ganas de ir a ver la película. Por otro lado, como sentía una profunda necesidad de realizar el filme, esa pulsión me ha guiado y la presión ha desaparecido. Y cuando hago mis películas lo planteo de manera muy familiar, con colaboradores artísticos que conozco desde hace tiempo, así que me siento muy libre.
- ¿Has mostrado la película a Maylis De Karengal?
- Tenía miedo de decepcionarla, pero afortunadamente la película le ha emocionado.
- ¿Os ha ayudado la escritora en el proceso de escritura del guión?
- No. Maylis ha estado presente en todas las grandes reuniones de guión, pero yo he escrito con Gilles Taurand. Eso sí, siempre bajo su mirada, como una suerte de reverso. Sentíamos la necesidad de tener su opinión, así que ha habido un diálogo constante. La libertad que nos ha dado es la que me ha animado a ir más allá del libro y explorar.
- He leído que el personaje de la receptora no estaba desarrollado en el libro.
- La idea tiene que ver con una concesión a la experiencia del espectador, porque el visionado de un film puede ser más violento que la lectura del libro. Cuando lees puedes hacer una pausa, puedes decidir llevar tu imaginación en una dirección o la contraria. Tu libre albedrío se mantiene fuerte, pero cuando estás en el cine hay algo que te conduce a una pasividad física, te envuelven las imágenes, el sonido... Estaba convencida de que para que la película fuera soportable, para que el espectador aceptara el film, tenía que darle relevancia a la vida
- La música cobra una gran fuerza en el desarrollo de la trama, de hecho, parece perfilar a los diferentes personajes. ¿Lo concebiste como una forma de presentación de los protagonistas?
- Efectivamente. Me fascina averiguar la música que escucha la gente, porque siempre te llevas sorpresas y descubres que les interesan estilos que nada tienen que ver con su personalidad. Así que quería que el médico que ocupa un alto cargo y va vestido de manera impecable escuchara hip hop. Me gustaba la idea de que se tomara por un rapero al cruzar el puente de Normandía, una versión francesa del puente de San Francisco (risas). Era una manera de humanizarlo. Del mismo modo, para el arranque buscaba algo que conectara con la energía adolescente, una música algo sucia. Trabajo con un amigo que es asesor musical y se llama Frank Beauvais. Durante la escritura del guión hablamos de música, del tono del filme y me hace compilaciones.
- En esa humanización de la que hablabas también has incluido al enfermero coordinador de las extracciones, que ama los jilgueros de Collo, Argelia.
- Está en el libro, pero sí, mi intención con ese personaje era mostrar la necesidad de reír, de decir chorradas en el ámbito médico, porque la realidad es muy violenta. Es un personaje muy importante, porque es una suerte de elemento mitológico, entre la vida y la muerte, y la manera en que acompañe a esas personas, la forma en que escoge sus palabras, va a condicionar la decisión que tomen. Es el vínculo entre ambas partes. Le di un punto un tanto angelical, y ese interés en el pájaro le da una dimensión divertida y al tiempo poética. Su interés por esos pájaros hace respirar a la película.
- ¿Te has documentado sobre las conversaciones que se establecen con los familiares de los donantes?
- Sí, pasé mucho tiempo en un hospital para profundizar. Estuve en los servicios de reanimación, asistí a una extracción de corazón... Encontré a todos los personajes de mi película en la realidad y les pedí a los actores que interpretaban papeles médicos que hicieran una formación y pasaran un tiempo con verdaderos médicos y enfermeros. Las palabras son extremadamente importantes. Y para mí era relevante ser respetuosa con la realidad. De hecho, les mostré los diálogos a verdaderos médicos y cirujanos para asegurar la veracidad, para que cuando los profesionales médicos vean esta película se puedan identificar.
- Los personajes más magnéticos de la película son los interpretados por Emmanuelle Seigner y Anne Doval. ¿Cómo seleccionaste a ambas actrices?
- Son las dos figuras del film. Y eso es así, porque en Reparar a los vivos hay una reflexión sobre la maternidad. Si te fijas, he filmado el mar como un vientre: cuando el personaje principal surfea es como si estuviera en una matriz, rodeado por el agua. Hay una presencia de la figura materna durante todo el film. Es la historia de una madre que pierde a su hijo y la de dos hijos que se arriesgan a perder a su madre. Elegí a Emmanuelle porque es una de las actrices francesas que más me fascina. La encuentro muy hermosa y muy física. Me gustan los actores que son muy carnales y terrenales. Y quería alguien muy luminoso para desencadenar el dolor. Ella está muy viva y es lo que encontré interesante. Tuvimos un flechazo, ella confió en mí y se abandonó totalmente. Y era duro, porque lo que le pedí era muy difícil. Fue extremadamente generosa al aceptar aparecer devastada psicológica y físicamente. A Anne la descubrí en Mommy, la película de Xavier Dolan. Me emocionó, así que fui a buscarla y le propuse un personaje totalmente diferente. Tiene una fotogenia increíble. Es su primera película francesa. Pero ha conseguido perder su acento de Quebec. Fue alucinante.
- Es un personaje crucial, porque siempre que reflexionamos sobre la donación surgen preguntas como: ¿Quién va a recibir ese órgano?¿Quién se lo merece?
- Exactamente. Lo sencillo hubiera sido elegir a un adolescente, un niño, pero lo que encontré bello fue elegir a una mujer que ya tiene una edad y ha vivido una parte de su vida. Es madre, ha estado casada, se ha separado, sus hijos son mayores y ya no la necesitan… La cincuentena es una edad muy interesante en las mujeres. Abre la posibilidad de renacer o no.
- ¿Qué has aprendido con esta película?
- He vivido dos años con esos elementos omnipresentes. Por lo pronto, ya tengo mi tarjeta de donante. Es imposible no hacer esta película sin salir profundamente enriquecido. Te lleva a revisar tu propia concepción de la muerte y de la pérdida.
- ¿En qué situación está la donación de órganos en Francia?
- Siempre que no hayas expresado en vida tu rechazo a donar, eres donante potencial. Antes, a la familia se le consultaba siempre, pero ha cambiado la ley y ya no se está obligado a hacerlo, lo cual ha supuesto problemas y cuestionamientos a la profesión médica. A título personal, pienso que siempre hay que consultar a los familiares porque va a ser lo que les permita asumir el duelo. De otra manera, será traumático. En Francia todavía queda un trabajo enorme de formación a ese respecto, en colegios e institutos. Lo que es importante es no presionar a la gente a ser donantes sino invitarles a decidir.
- ¿Crees que este film va a ser importante?
- Eso espero. Va a invitar a la gente a reflexionar.