El 1 de abril de 1945 se libró en Okinawa (islas Ryukyu), la operación Iceberg. Durante 82 días, el ejército estadounidense se apoderó de un enclave estratégico, en el que fuera el mayor ataque anfibio realizado durante la II Guerra Mundial, para asestar un golpe moral al Imperio de Japón.
La ferocidad del combate llegó a convertir un territorio paradisíaco y tropical, como es el archipiélago de las islas Ryukyu, en un escenario dominado por el terror. Escenario que los nativos bautizaron como Tetsu no ame (lluvia de acero). Pero, como siempre sucede, hasta en las condiciones más desfavorables y las circunstancias más adversas, hay una esperanza en el infierno. ¿Qué poder tendría el infierno si los allí encerrados no soñasen con el cielo? Ninguno.
Ese cielo se llamaba John D. Williams y Maiko Yahara. Él perteneciente a la 7ª división del XXIV Cuerpo de los Estados Unidos. Ella era parte de esa sociedad civil encargada de los cuidados en la enfermería de las alumnas Himeyuri. John era oriundo de Baton Rouge (Luisiana). Maiko de Naha (Okinawa). Tras una escaramuza local que acaba con John como prisionero de guerra surge el primer contacto con Maiko. Durante tres meses, ella se encargará de visitar al prisionero y herido (del que se enamorará locamente) ofreciéndole awamori de la destilería familiar, cada día.
El awamori es un licor de arroz destilado. A diferencia del sake que es un vino de arroz fermentado. También se diferencia del shochu japonés. El Shochu puede contener varios ingredientes, como batatas, cebada o zanahorias, y debe destilarse al menos dos veces para eliminar las impurezas. El awamori solo puede tener tres ingredientes: agua, arroz de grano largo Índica y moho koji negro. Tres ingredientes que se entremezclan y se dejan reposar durante 2 a 4 días y que se destilan una sola vez en alambiques de acero (el proceso tradicional de envejecimiento se realiza en vasijas de barro llamadas kame) para dar como resultado uno de los licores más limpios y puros que existen.
El amor de John D. y Maiko aderezado de awamori también fermentó 9 meses después y el resultado de la unión de esos tres ingredientes dio lugar a Azumi Williams. La primera bebé resultado de la unión consciente y voluntaria entre las dos potencias beligerantes del pacífico. Azumi se convirtió en un icono popular para los habitantes del archipiélago japonés y fue utilizada durante años por parte de las instituciones como ejemplo de integración, redención y respeto, porque el awamori y sus destilerías fueron requisadas y destruidas por las tropas americanas y solo una fue devuelta a sus propietarios tras la guerra. Casualmente la destilería pertenecía a la familia de Maiko Yahara.
Azumi formó parte de acciones de relaciones públicas y diplomáticas y su imagen fue empleada para todo tipo de campañas comerciales, Entre las que sin lugar a dudas, la más importante fue la de la exportación cultural de los 3 elementos clave de la prefectura de Okinawa: el awamori, el karate y la longevidad de sus habitantes. Esta historia llamó la atención de unos Niseis (norteamericanos de origen japonés) allá por los años 80 en plena eclosión de Karate Kid e intentaron la distribución del awamori en California. Lamentablemente las empresas de comunicación y marketing no estaban interesadas en crear un relato convincente para el awamori. Por aquel entonces Al Ries y Jack Trout todavía no habían escrito su libro sobre la batalla por el posicionamiento, pero las agencias de publi ya competían por posicionar sus productos en la mente del consumidor y no veían un nicho de mercado para un destilado que según ellos era idéntico al sake.
Han tenido que pasar cuarenta años. En un mundo para que el awamori por fin empiece a distribuirse y comercializarse all around the world. Precisamente en Valencia se ha librado otra batalla con el awamori de Okinawa como elemento vertebrador. Una batalla líquida entre bartenders para encontrar el mejor relato líquido a través de un cocktail. Una batalla que se dio en el Café Madrid y tuvo como contendientes a Carlo Giangrande de Eter Valencia con el Awagroni a Nacho Cabello de Schweppes, Madrid con el Roskizake, a Alexandre Rolim de Varsovia con Entre Rutas, a Carlos Wagner de Euforia con Cinturón Negro, a Carlos Pedrazas de La Lolita con la Flor de RyuKyu, a Carla D`Ambrosio del Café Madrid con Guernica, a Pedro Carrillo de Apotheke con Travel, a Alexander Gonzales Rocha de Lolita con su Fake Old Fashion, a Abigail Mendez de la Mezcaloteca de Madrid con Maíz Momoira y a Vanja Maxwell del Lladró Lounge Bar, con su Nippontini.
La victoria Final fue para Abigail Mendez que con su Maíz Momoira con técnica Old Fashioned, realizó un brebaje de 75ml RyuKyu 1429 Kaze macerado con semillas y flores secas de cacao y maíz azul tostado y clarificado con medio terrón de azúcar y culminado con flores de cacao que recibió el aplauso unánime de los miembros del jurado: Gento Torigata, Brand Ambasador de Ryukyu 1429, Miguel Ángel Hernández, Director de More than Wines, empresa dedicada a la formación en vino y destilados y Víctor Ambrosio, Director del concurso y responsable de la empresa Avihops, importadora y distribuidora de Ryukyu 1429 para España.
La del café Madrid fue una batalla noble. Sin víctimas ni verdugos. Sin sangre. Sin rehenes. Una competición con un único objetivo: poner en valor un destilado capaz de unir dos mundos distintos. Oriente y occidente. Una batalla que haga justicia a lo que sucedió esa primavera de 1945 en el Pacífico. Hoy día Azumi es una anciana que pasea desapercibida por los jardines de Naha. Sin embargo, gracias a estos hombres y mujeres que han participado en el Taste Wars, su legado es eterno.
Pd: La existencia de John D. Williams, Maiko Yahara, Azumi Williams y cualquiera de las afirmaciones relacionadas con ellos en este artículo forman parte de la ficción y constituyen una burda manipulación realizada por parte del plumilla arriba firmante.