Pensar en el restaurante de una tienda, bajo el paraguas de una marca, limita la seducción.
Vamos a imaginar unas mesas que sirven de escaparate para sus productos. Con ese mismo prejuicio, La Cavina, que es el restaurante de Vegamar en la calle Amadeo de Savoya de València, consigue amortiguar ese efecto. Se gana su propio derecho a ser visto como un restaurante.
Ha conseguido armar calidez en torno a la antigua casa con estrella de Alejandro del Toro. Tras su mudanza, La Cavina cogió el relevo distribuyéndola en dos espacios: un primer tramo que sirve de barra y tienda y que circunscribe la cocina, y de otro lado un espacio tamizado con fuerza de salón de hogar. Su acceso, por la tienda, resta protagonismo a un edificio cuya puerta de alquería se anula como símbolo.
Se va a tomar vinos, pero también se come bien, sin demasiado efectismo ni espectacularidad. La titaina con mojama y brioche con mantequilla, la sepia de callo con sobrasada, o el tuétano de vaca a la brasa con duxelle de setas destacan en una carta sencilla.
Es de agradecer que sea una flagship que no intente amedrentar con su marca, sino acompañar. Y lo consigue, con mérito por un equipo cercano, buenos embajadores.