¿hay que innovar siempre?

La Comunidad Valenciana se equivoca innovando en Alimentaria

La Comunidad Valenciana presentó en Alimentaria 2018 dos de las novedades más curiosas de la feria pero, ¿todo esto tiene sentido?

| 20/04/2018 | 3 min, 8 seg

“No entiendo por qué la gente se asusta de las nuevas ideas, a mi me asustan las viejas“; la fabulosa certeza es cosa de John Cage y no puedo estar más de acuerdo, pero... ¿tiene siempre sentido?

Mi abuelo tenía otra certeza vestida de refranero, “Virgencita, que me quede como estoy” —que es la versión sevillana y castiza que viene a decir: le van a dar mucho por culo a los cambios. Yo, la verdad, creo que ni una cosa ni otra; ni abrazar lo nuevo porque sí ni tampoco aferrarte al sofá mullidito de lo ya conocido.

Lo nuevo vende

¿Pero enamora? Me explico; a los medios nos pirra hablar de lo nuevo: el nuevo restorán de moda, el cocinero promesa, la nueva tendencia gastronómica y el fichaje en ciernes. La primicia vende revistas y acapara titulares, pero tantas veces no es más un cine vacío con neones fluorescentes, ¿qué hay tras la novedad?

Os pongo en situación: Alimentaria es quizá la mayor plataforma de España del sector alimentación y equipamiento hostelero: 4.500 empresas expositoras, 150.000 visitantes, 120 conferencias y más 300 innovaciones de productos de alimentación presentadas en un feria que suponen 200 millones de € de impacto económico en Barcelona. Una puta locura.


En este contexto, las 'curiosidades' de la feria con casi siempre parte de lo más resplandeciente y este año no ha sido para menos: croquetas de gintonic, pizza de kit-kat, aceitunas esferificadas y dos novedades procedentes de la Comunidad Valenciana: horchata en polvo y turrón liofilizado. Horchata en polvo soluble en agua y turrón que se bebe, en un formato de batido de proteína para runners con intolerancia a la lactosa o tontería sin más.

El caso Faber-Castell

Leo en Cinco Días que el caso Faber-Castell se estudia en Harvard precisamente porque en su día (fue fundado en 1761 y sobrevive como empresa familiar ocho generaciones después) tuvieron el coraje de no adoptar una innovación —ellos hacen lápices, y frente a cada shock tecnológico, decidieron aferrarse a lo que sabían hacer y hacerlo mejor que nadie: y eso significa seguir fabricando lápices.

Cuando eres todo no eres nada

Claro que entiendo el miedo ante cada cambio social y cada shock tecnológico, “durante los períodos de cambio a menudo surgen tensiones entre la preservación y la adaptación a medida que las empresas intentan reinventarse a sí mismas”, señala el profesor de Harvard Business School Ryan Raffaelli, autor del estudio.

Yo lo descifro de la siguiente manera: si tu marca se adapta a cada circunstancia cambiante, terminará perdiendo su esencia. Su ADN y sus valores originales, esos que en su momento enamoraron a sus clientes y sobre los que se construye la verdadera fidelidad.

El turrón de Jijona y la horchata de chufa son dos perfectos ejemplos de productos maravillosos, que tan bien han ayudado a construir el relato de nuestra memoria y nuestra identidad, ¿quién puede olvidar el olor del turrón de almendra en casa de sus padres? ¿y un vaso fresco de horchata tras un día de paz a orillas del Mediterráneo?

No quiero beberlo en polvo, ni verlo asociado a un youtuber con acné ni en manos de un fondo de inversión chino que tan solo vea un posible beneficio fiscal. Quiero sencillamente el mejor turrón posible. El más auténtico, tradicional y respetuoso con su pasado y mi memoria. Su mejor versión. Nada más. Nada menos.

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