VALÈNCIA. La pareja de cineastas Afef Ben Mahmoud y Khalil Benkirane acaba de aterrizar en La Mostra para presentar su ópera prima, el largometraje Backstage sobre una compañía tunecina de danza contemporánea de gira por Marruecos. Durante la actuación una de las bailarinas tiene una lesión provocada por uno de sus compañeros. La compañía deberá atravesar el bosque durante la noche para encontrarse con el médico en el pueblo vecino y poder así continuar con su gira.
Hedi, quien se ha lesionado en escena, es la actriz y también codirectora del film Afef Ben Mahmoud, quien con su marido y pareja creativa arman este relato que atraviesa los pueblos de la cordillera del Medio Atlas marroquí, un trayecto que se convierte en una especie de ensoñación, un no lugar en el que afloran pesadillas y rencillas de una compañía que convive la mayor parte de su tiempo. “Trabajamos para que todos los personajes tuvieran el mismo tiempo en pantalla -apunta el tándem. El verdadero protagonista es el grupo, si uno se quiebra, se rompe la armonía. En el mundo árabe se aprecia esto muy bien: hay diversos dialectos de personas de diferentes lugares, pero nos enfrentamos todos a los mismo problemas, pese a nuestras diferencias de origen, género…”.
La tunecina Afef Ben Mahmoud tiene experiencia en saber cómo funciona el mundo de las artes escénicas. La actual directora pasó muchos años trabajando profesionalmente como bailarina. Tras pasar un tiempo frente a las cámaras (es conocida por sus papel en la serie de televisión Pour les belles yeux de Catherine) se lanza a la dirección trasladando a la gran pantalla su experiencia en los escenarios. Sobre las similitudes entre la ficción y la vida real y cómo esto ha influenciado la película: “Es un mix entre lo real y lo onírico. Hemos intentamos romper un montón de reglas sobre lo que es real y lo que no. La compañía está muy comprometida con el medio ambiente. Pero en ocasiones, las personas comprometidas con ciertas causas no tienen herramientas para hacer nada al respecto. En la película, vemos unos monos que son muy típicos de Marruecos y estos persiguen a los humanos porque les perciben como ajenos a su entorno, es el ser humano quien destruye el medio ambiente”, declaran los directores durante la rueda de prensa.
La escena inicial nos lleva al teatro, la cámara se cuela entre los bailarines como si fuéramos unos más, para ser parte de sus miradas, de la tensión que hay entre ellos. Un reparto coral entre intérpretes y bailarines de diferentes nacionalidades de la cuenca mediterránea como Francia, Túnez, Palestina, Argelia y, cómo no Marruecos, lugar donde se centra la acción. “En una de las primeras conversaciones con el coreógrafo nos dijo que nunca había visto la danza bien representada en el cine. Queríamos hacer justicia a la danza, por eso la cámara está siempre muy involucrada, tanto en las escenas de la actuación como en las del bosque, la cámara acaricia a los personajes. Por otro lado, el filme no puede existir sin las coreografías, aunque muy sutiles cuentan elementos fundamentales de la trama, especialmente la tensión que existe. En la danza contemporánea lo más importante es el lenguaje corporal, más que las palabras”, apuntan.
Backstage fue presentada a competición en la Giornate degli Autori del Festival de Venecia y, de igual manera que ocurre con su reparto, su producción también es una alianza entre Marruecos y Túnez, Bélgica, Francia, Noruega, Qatar y Arabia Saudí.
La Sección Oficial de Mostra de València-Cinema del Mediterrani también ha recibido hoy al director tunecino Lotfi Achour, que llega al festival para presentar Les enfants rouges, un imponente drama sobre los mecanismos del duelo en la mente herida de un joven pastor, Achraf, y su capacidad para superar la traumática desaparición de su primo.
Como explican los títulos iniciales de la película, se trata de una ficción basada en una historia real. Los sucesos ocurrieron en noviembre de 2015, cuando un grupo de hombres atacaron a dos jóvenes pastores y decapitaron a uno de ellos. Estos terribles hechos inspiraron a este autor, director y reconocido productor de teatro para firmar -junto a Doria Achour, Sylvain Cattenoy y Natacha de Poutcharra- el guion de su segundo largometraje. En la película, su protagonista, Achraf de 13 años, se ve obligado a llevar a su familia la cabeza cortada de su primo Nizar como un mensaje espantoso.
“El suceso ocurrió apenas unos días después de los atentados de Bataclan en París y conmocionó a todo Túnez, yo me obsesioné con el asunto y pensé que no iba a ser capaz de convertirlo en una película”, sostiene su director. Finalmente sí consiguió llevarlo a la gran pantalla. “La idea era sumergirse en la cabeza de esa persona que tiene que vivir algo tan impresionante, por eso hay un mecanismo más realista y otro más imaginario, puesto que a esa edad aún los adolescentes no tienen muy claro lo que es real o imaginario”, continúa.
‘Les enfants rouges’ también presta atención al impacto que esa muerte imprime sobre toda una comunidad amenazada y abandonada por las autoridades. Frente a ellos, a su joven protagonista se le presenta el reto de guiar a los hombres de la familia hacia las montañas con el fin de recuperar el cuerpo y enterrarlo con dignidad. Una tragedia profundamente arraigada en un contexto social despiadado, el que encierra la montaña Mghila en una región desfavorecida y aislada del noroeste de Túnez.
En la película, la filmación de sus impactantes paisajes - a cargo del polaco Wojciech Staroń, Oso de Plata en la Berlinale 2011 por ‘The Prize’ y cómplice de Diego Lerman en sus tres últimos largometrajes- contrasta con la dureza de los hechos narrados. Un forzoso coming of age, como ocurre con aquellos niños y niñas que crecen en zonas de conflicto, encabezado por el convincente trabajo de sus jóvenes intérpretes no profesionales. Un viaje onírico a la psique herida de su joven protagonista que siente, al mismo tiempo, la presencia fantasmal de su primo acompañarle en ese duelo. ‘Les enfants rouges’ exhibe una poderosa puesta en escena con fugas hacia lo onírico, una decisión que convive con la dureza naturalista de la tragedia sostenida. Según manifiesta Achour, “la naturaleza es uno de los actores principales del filme. Por eso quería que el director de fotografía proviniera de un lugar donde existiera una relación más orgánica entre el cine y la naturaleza. Rodamos además durante los meses de junio y julio, a veces, sufriendo 50 grados, de forma que la naturaleza se sintiera de forma orgánica y sensual”.
Tras dirigir cuatro cortometrajes con los que ha conseguido decenas de premios -entre ellos, ‘La laine sur le dos’, nominado en Cannes- y un largometraje debut, ’Burning Hope’, Lotfi Achour fue seleccionado con este segundo trabajo en la competición de Cineasti del Presente de Locarno. De su filmografía, destaca su interés por la exploración de los traumas y su compromiso por visibilizar aquellas comunidades rurales azotadas por el terrorismo y la inoperancia política. “No queríamos dar voz al terrorismo, ni a la violencia de las bandas o de Estado, como ocurre ahora en Gaza, sino prestar toda la atención en las víctimas, a los niños, a cómo hacen frente a todo esto”, argumenta
La 39ª edición de Mostra de València-Cinema del Mediterrani está organizada por el Ayuntamiento de València, cuenta con la colaboración del Institut Valencià de Cultura, Palau de la Música, València Film Office (Fundació Visit València), el patrocinio de Hyundai Koryo Car y À Punt Mèdia como medio oficial y principal partner del foro de coproducción València Films Afers.