Desde 1959 Cuba se ha visto contada desde numerosos traumas y conflictos. De Lezama Lima a Reina María Rodríguez o Leonardo Padura, la isla espera empezar a escribir una nueva etapa de su historia
BOLONIA. En abril de 1959, apenas cuatro meses después del
En poco tiempo Fidel Castro habría de convertirse en el peor enemigo del imperio estadounidense. La CIA organizaría el desembarco en Bahía Cochinos en el 61 y en el 62 la crisis de los misiles estaría a punto de desencadenar el conflicto directo entre las dos grandes potencias mundiales. Pero mientras tanto, Fidel gozaba de admiración mediática e interés académico en Norteamérica.
La visita de Barack Obama a La Habana simboliza el principio del deshielo en unas relaciones congeladas por 57 años de enfrentamiento político, militar, diplomático, económico, cultural y propagandístico. En esa lucha de sistemas, los escritores cubanos han contribuido a visibilizar el conflicto, a protagonizar sus más terribles consecuencias o a radiografiar el tránsito del régimen de los años 60 al poscastrismo que ya se intuye, de la utopía a la pesadilla, de la pesadilla a este deambular resacoso por el Malecón a la espera del futuro prometido.
Mientras la Revolución burocratizaba una isla a medida, la intelligentsia cubana construía el relato mítico de Cuba como revolución cultural. Carlos Puebla cantaba “llegó el comandante y mandó a parar” y Silvio Rodríguez preguntaba en Playa Girón “hasta dónde debemos practicar las verdades”. El entusiasmo en todo el mundo de la intelectualidad y de la cultura hacia la Revolución se fue disipando paulatinamente.
La poeta Belkis Cuza Malé y su esposo Heberto Padilla fueron detenidos tras un recital en 1971. Acusados de actividades subversivas por el gobierno, a pesar de haber logrado premios nacionales y gran reputación, Padilla se vio obligado a leer una retractación pública de toda su obra ante la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Este hecho, junto a la huida a Estados Unidos de Cuza Malé y posteriormente su exilio, sacudiría a la opinión pública internacional. Antiguos entusiastas como Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Susan Sontag, Juan Rulfo o Marguerite Duras protestaron contra la extorsión del régimen castrista hacia Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla.
Fue entonces cuando las voces interiores (y exteriores) se escucharon con más fuerza. En ese mismo periodo José Lezama Lima, quien fuera el director espiritual del mundo del libro en Cuba desde el ascenso de Fidel, fue censurado por el homoerotismo de su novela Paradiso, fue apartado de sus funciones y prohibida su edición e incluso pronunciar su nombre públicamente en la radio o en los medios de comunicación. También en el 71 sucedió con Virgilio Piñera. Para entonces Guillermo Cabrera Infante, quien también había sufrido represión y censura, llevaba unos años en el exilio, igual que Severo Sarduy. Más tarde ocurriría con Zoé Valdés.
Reinaldo Arenas escribiría en Antes que anochezca (publicada en 1992 a título póstumo) el terror de las persecuciones, de los campos de reeducación para homosexuales, de la prisión en el Morro, de las redadas en Habana Vieja, del hambre, del escondite de sus obras y de los balseros de Mariel a partir de los 80. Enfermo y confinado en Nueva York, se suicidó en 1990 dejando una famosa nota de despedida:
"Queridos amigos: Debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. [...] Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando. Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión. Solo hay un responsable: Fidel Castro. [...] Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy."
“Si creyéramos en algo, sería más perfecta la ilusión de verdad”.
(Reina María Rodríguez, en la imagen lateral)
Todo era hermoso: desde el primer ministro hasta la muerte de mi padre.
Y perfecto, como debían ser los hombres la Patria.
Pero eso fue hace tiempo –hace ya mucho tiempo- y ahora me es difícil precisarlo.
(Emilio García Montiel)
Súbitamente hermoso
no será menos real.
Llegará
aunque no se le espere,
aunque lluvias y lluvias lo precedan.
No podrán las ventanas detenerlo
caerán ante el azul
rendidas.
Las casas, las mañanas, estos árboles
van a albergar su peso
como quien lleva una liviana carga.
Será el único techo que aceptaremos
cuando aparezca sobre nuestras cabezas.
(Damaris Calderón)
“Estalgia” es un neologismo que sintetizaría el fenómeno conocido como “nostalgia del Este”. Tras la desintegración de la URSS, los países en su órbita siguieron circulando por el espacio exterior con un trazado de ruta particular y sin ayuda de Moscú. Cuba cayó en el llamado periodo especial, de durísimas condiciones económicas para los cubanos, periodo tras el cual seguiría una etapa en estado de shock que perduraría la actualidad. Este estado de shock se refleja en la antología de escritores cubanos postsoviéticos publicada por la revista Kamchatka, de la Universitat de València, Mi abuelo murió leyendo a Pushkin.
Pero también el shock está claramente expresado, no solo por la poesía, sino por la narrativa de dos escritores isleños. La censura no es la de otro tiempo, ni los impedimentos ideológicos, ni la crítica ni la fotografía. Tampoco lo son las esperanzas. Pedro Juan Gutiérrez en El rey de la Habana retrata una ciudad joven, instintiva, sucia y abandonada, entre el vitalismo sexual, frustración y el aparcamiento ideológico. El éxito le ha sobrevenido tanto dentro como fuera del país, reproduciendo una imagen crítica de la sociedad revolucionaria y verosímil después de cincuenta años de Revolución.
En la misma línea, el Premio Princesa de Asturias 2015, Leonardo Padura, sigue dibujando la generación después de la generación que protagonizara la revolución. Hijos o nietos de 1959 que se organizan en tribus urbanas, que sufren por amor y se entregan al vacío, que se tatúan o se clavan piercings en el cuerpo, como cualquier generación adolescente en Europa o Estados Unidos. Con El hombre que amaba a los perros o Herejes cosechó un gran éxito en España y, sobre todo, en toda Europa, América Latina y Estados Unidos.
Padura se ha dedicado a contar historias: de Ramon Mercader, de Trotsky, de Mario Conde resolviendo misterios, de emos que se quitan la vida, de refugiados judíos del transatlántico Saint Louis que en 1939 no pudieron desembarcar de Hamburgo en La Habana porque las autoridades portuarias no dieron autorización y tuvieron que regresar a una muerte segura en Alemania, de Rembrandt o del siglo XXI habanero. Ficción en mayúsculas o ficción pese a todo.
A propósito de su oficio, en algún lugar escribió que quisiera ser Paul Auster: “Para que cuando fuese entrevistado, los periodistas me preguntasen lo que los periodistas suelen preguntarles a los escritores como Paul Auster y casi nunca me preguntan a mí [...]. Resulta muy extraño que a alguien como Paul Auster lo interroguen sobre los rumbos posibles de la economía norteamericana, o quieran saber por qué se quedó viviendo en su país durante los años horribles del gobierno de Bush Jr., o si dejaría su país en caso de que subiera al poder Sarah Palin”.
Ficción en mayúsculas o ficción pese a todo. Los extremos que van de 1959 en que Castro visitaba las aulas de Princeton, Columbia o Harvard a 2016, en que Obama se toma un mojito en La bodeguita del medio encuadran un periodo histórico extenso, complejo y variante. Quizás es el mismo recorrido que va de Lezama Lima a Reinaldo Arenas, es decir, del éxtasis a la agonía; y de Belkis Cuza Malé a Leonardo Padura, es decir, de la huida a la espera. Hoy es la víspera de siempre, cantaba Silvio.
Asombra escuchar en qué términos se expresan los medios de comunicación ante la visita del presidente de los Estados Unidos de América a Cuba. Sin pudor, se reparten el pastel ante el vicario Raúl Castro, contabilizando cuántos hoteles, cuántos casinos, cuánto dinero generará el negocio habanero cuando los gobiernos de una y otra orilla pacten el desbloqueo. Entonces empezará otro relato distinto sobre la isla, aunque no está claro que sea estrictamente nuevo.