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lo que sonaba en valència en tiempos de fernando vii

La historia jamás contada de la ópera valenciana

El valenciano Ernest Gonzàlez Fabra publica L’òpera oblidada, un libro que engrosa el patrimonio musical valenciano realizando una crónica de la ópera que se veía y se escuchaba en València en los tiempos de Fernando VII. Un análisis completo y detallado de todo lo que sucedía entre bambalinas en los años 1801 y 1833

12/04/2023 - 

VALÈNCIA. No aparece en los grandes recopilatorios, ni en los libros de historia. Según ciertos escritos casi parece que no hubo ópera en València en tiempos de Fernando VII. El estudioso y experto valenciano Ernest González Fabra ha decidido componer L’òpera oblidada para darle voz a todo lo que ocurría sobre los escenarios y en las calles entre 1801 y 1833. El título, según lo explica su propio autor, responde a todas las obras que se olvidan en los repertorios virtuales, pero que con una gran búsqueda pueden encontrarse en bibliotecas y archivos documentales, como el periódico El diario de València.

Obras escritas por autores que, según Ernest, pudieron hacer historia de la ópera en València, pero sin embargo no constan en casi ningún lugar: “Los valencianos hemos escrito poco sobre nuestra historia operística. Muchas veces se habla de los grandes artistas en monografías y estas no citan València porque no surge entre los archivos”, explica entristecido, “si no escribimos nuestra historia nos la escriben, y hay un gran olvido de todo lo ocurrido en València”.  Tal y como ocurrió en su primer libro (publicado por Alfons el Magnànim) sobre Ópera en la Guerra y la Posguerra: Crónica de l’òpera representada a València (1936-1959) le costaba mucho encontrar documentación y bibliografía sobre estos datos.

Su pasión por la ópera y el teatro le lleva a unos puntos de pasión que su labor los últimos años ha consistido en bucear entre periódicos para encontrar información sobre estas, y devolver a València su propia historia: “Comienzas a tomar las noticias de los periódicos, cartas y cuando te das cuenta estás escribiendo un libro, es casi involuntario”, y de esta pulsión nace el escrito, que cuenta toda la intrahistoria sobre el contexto político y cultural de las óperas en València, el traspaso de los teatros y quienes fueron las mejores voces que cantaron en la ciudad. 

El Palau de València, sede de las primeras óperas italianas representadas en la ciudad (Imagen cedida por el Círculo Recreativo Militar de València)

Melomanía y pulsión

“La ópera es un vicio”, aclara el autor entre sorbos de café, “para mí el momento de comprenderla en su esplendor llega a través de la pasión. Cuando vas entrando en este mundo sientes cosas que jamás te imaginaste, las sensaciones son incontenibles”. Eso en cuanto a la música, pero… ¿y en cuanto devolver a València su historia musical olvidada?: “Empiezas siendo un simple espectador, pero poco a poco empiezas a comprender el contexto de la ópera, conoces cómo se han creado, como era la vida de sus compositores…” Y de esto nace la necesidad de documentarlo todo, y de comprender por qué esta pasión general no aparece en los libros de historia, y más allá de todo ello comprender el motivo de todo: el contexto. 

Para el autor descontextualizar es perder el todo. Cabe viajar al pasado para comprender el libro de verdad, viajando hasta el momento en el que se cambia de siglo. En 1801 València sufre la crisis de la seda, la pérdida de capital implica de alguna manera un retraso en lo cultural respecto a otras ciudades como pueden ser Barcelona o Madrid. Este retraso hace que la ópera, que va en cierto modo de la mano de la burguesía y la aristocracia en ese momento, llegue más tarde: “El contexto no era el mejor para cubrir espectáculos de la magnitud de la ópera. En València era muy difícil programar, muchas veces al empresario no le venía bien y otras veces ni siquiera era factible”. En este viaje se contempla también el momento de censura que se vivía, comprendiendo que muchas de las obras no podían representarse en su idioma original. 

A la izquierda Romani, y a su derecha Morlacchi, autor de 'Tebaldo e Isolina', la que fuera una de las óperas más apreciadas en València (Imagen cedida por la Academia de Ciencias de Torino)

Contra las grandes capitales

En Barcelona la censura del idioma se pasaba en cierto modo por alto, cuenta Ernest. Lo que hacían en Madrid era “embargar” los artistas, haciendo que en el resto de España a veces resultara un suplicio programar, una especie de “puñeta” histórica en esos momentos: “Madrid tenía el privilegio de poder elegir a los cantantes primero, era la capital del estado. Muchas veces podían decidir llevarse a un cantante, y hasta llegaron a llevarse a un apuntador muy bueno”, relata apoyando la mano sobre el libro. 

En Barcelona, otra de las grandes “potencias” que sí que consta en los libros, y cuya ópera no se olvida, había una gran tradición operística, y se saltan la obligación que existía a partir del 1801 en la que en toda España debía hacerse la obra en castellano: “Tenían unos privilegios durante el siglo 18 que no tenía ni la propia capital de España, eso les permitió colocarse en cabeza”. Pero huyendo de comparativas, y comprendiendo por fin el contexto, el autor va un paso más allá en su “crónica de la ópera olvidada”, decide recopilar toda la información que existe sobre las óperas programadas en València a lo largo del reinado de Fernando VII. 

Las grandes preguntas de la ópera valenciana

Ya se sabe el cuándo, ahora viene el dónde: Cuándo comienza la ópera valenciana se programaba en la Casa de las Comedias, lugar que llega a derrumbarse porque Mayoral se empeña que el teatro y las artes escénicas eran pecaminosas. Más tarde llega el rey ilustrado Carlos III y se emplea un local que se encuentra junto al Pont de la Trinitat llamado La Botiga de la Balda que se rehabilita para convertirlo en un teatro: “Se consideraba un lugar provisional, pero resultaba óptimo para un teatro. Sus recaudaciones iban directas al hospital de la ciudad. Más tarde llega el teatro principal, que sería el primer gran teatro de la ciudad y queda inaugurado en 1832. En este momento es cuando la ópera empieza a incrementarse mucho”. 

Tras comprender parte de la historia del dónde… ¿Quiénes hacían ópera? En este breve viaje a través de la historia de algunos de los teatros de València cabe comprender que va desapareciendo la obligación de cantar en castellano. Aunque en la Botiga de la Balda ya se empiezan a hacer óperas de Bellini y Meyerbeer lo que realmente marca a esta etapa es la creación del Teatro Principal, momento en el que València “coge la ópera con mucha ansia” y momento también un poco más aperturista: “En Madrid podía cantarse en italiano en 1826. València debería esperar casi hasta el 1833, pero el permiso llega en un momento en el que el público ya está muy fidelizado a este tipo de espectáculo”. Entre que cierra la Botiga de la Balda y se muda el espectáculo al Principal surge algo bonito dentro de la ciudad, se mueve el arte entre ambos lugares: “Al final se muda la compañía con los mismos cantantes y mismo programa, pero en el Principal ganaban el doble exacto de dinero no por su capacidad, sino por su éxito”. En València resuenan nombres buenísimos como Benita Moreno, Lorenza Correa, Clorinda Corradi, Clelia Pastori…

Ahora el método, el cómo. Todo ello se descubre a través del Diario de Valencia, que recopila los programas y la agenda valenciana. Esta extensísima investigación le lleva a comprender cómo València se pone al nivel de Madrid y Barcelona, y logra que en el año 1832 se pueda disfrutar en la ciudad de las mejores óperas: “El público ya estaba fidelizado, y cuando todo pudo asentarse fue de maravilla: venían todos los grandes, había libertad lingüística y de contenidos¿¡Cuántas!? En el libro se documentan 400 representaciones en el período entre 1801 y 1833. En la segunda mitad del siglo XIX podían llegar a programarse hasta 135 funciones de ópera en un año: “Piensa que es hacer una ópera cada dos días y medio, eso era una animalada. En cierto modo fue la clave para saciar la sed de ópera de los valencianos”.

Y faltaría saber el ahora. Aunque el Principal continúa, muy de vez en cuando, albergando algunas óperas la palma se la lleva Les Arts. Explica Ernest que tras haber viajado por todo el globo escuchando grandes óperas se queda, sin ninguna duda con la acústica de Les Arts: "El Palau de Les Arts no tiene nada que envidiarle a otros teatros de Europa. Diría que es el mejor auditorio de ópera en el que he estado de todo el mundo, te lo digo sin chauvinismo. València vive un momento espléndido para la ópera". Y esta seguro que no será olvidada en los futuros libros de historia.

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