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La letra, con sangre entra

Varias editoriales españolas apuestan por la publicación de libros relacionados con el cine fantástico y de terror

18/09/2015 - 

VALENCIA. Su apellido delata su origen libio (nació en Trípoli), pero Don Coscarelli es, a todos los efectos, un cineasta norteamericano, que aterrizó en California con solo tres años de edad y ha desarrollado en Estados Unidos una carrera que, de momento, incluye diez largometrajes. Otra cosa es cómo hayan llegado sus películas al espectador español: Solo cuatro han conocido estreno comercial normalizado. El resto se vieron relegadas a formatos domésticos o permanecen inéditas. Sin embargo, es un director de culto, hasta el punto de que Tyrannosaurus Books ha publicado en España la primera monografía del mundo dedicada a su figura. Se trata de Don Coscarelli. Phantasmas, momias y otras bestias, y la firma Gerardo Santos Bocero, que nunca oculta sus simpatías por un director de trayectoria errática y casi siempre al margen de la gran industria.


Aunque ponerlo al lado de grandes renovadores del género como Tobe Hooper, John Carpenter o incluso el recientemente fallecido Wes Craven sería poco menos que una herejía, lo cierto es que Coscarelli se ganó la admiración de los amantes del cine de terror gracias a su tercera película, Phantasma (1979), que pasaría a la historia por un par de afortunadas creaciones: Unas mortíferas esferas voladoras y un malvado inolvidable (El Hombre Alto, interpretado por Angus Scrimm). También era un film confuso, casi caótico, con una estructura de tintes oníricos que nunca se sabe si responde a un concepto sólido y elaborado previamente o a la torpeza del director (una característica común a toda su filmografía). En cualquier caso, fue un éxito considerable, que llevaría a Coscarelli a rodar tres secuelas (la cuarta, Phantasm: Ravager, está anunciada para este año, pero la dirige David Hartman).


Como suele ocurrir, la cinta que le dio fama también se convirtió en su mayor lastre. En primer lugar, porque supuso su único refugio cuando las cosas se complicaron (siempre le quedaba el recurso de las secuelas, como así fue). Y en segundo término, porque su impacto llamó la atención de productores poco recomendables, que le tentaron con proyectos de mayor envergadura de los que saldría trasquilado, como El señor de las bestias (The Beastmaster, 1982), una historia de espada y brujería donde disfrutó de un presupuesto muy holgado, pero no tuvo derecho a realizar el montaje final. Para colmo, coincidió en las pantallas con Conan, el bárbaro (Conan the Barbarian, John Milius, 1982), y las comparaciones no jugaron precisamente a su favor, así que volvió a refugiarse en la independencia.


Un terreno en el que, en honor a la verdad, Coscarelli ha dado lo mejor de sí mismo, como demuestra la extravagante Bubba Ho-Tep (2002), en la que un Elvis Presley anciano (interpretado magistralmente por Bruce Campbell) y un negro que se cree JFK (Ossie Davis) luchan contra una momia en la institución mental donde están internados. Si el argumento suena estrafalario es porque, efectivamente, lo es. Por eso funciona. Y lo mismo ocurre con la delirante John muere al final (John Dies at the End, 2012), su última película hasta la fecha, de la que Santos Bocero afirma en su libro que, “como casi todos los trabajos del director, supone una experiencia diseñada no para ser sobreanalizada, sino para ser disfrutada”. Es precisamente lo que hace el autor, en un ensayo planteado cronológicamente y que resulta algo reiterativo, pero hará las delicias de los fans del director, premiado hace tres años en Sitges por el conjunto de su carrera.




TRIPAS Y OTROS FANTASMAS

No es la única novedad de Tyrannosaurus relacionada con el cine de género, ya que también acaban de llegar a las librerías otros dos ensayos de interés. Por un lado, Lucio Fulci. Autopsia de un cineasta, donde Javier Pueyo realiza un recorrido por la filmografía del realizador italiano, partiendo de sus primeros trabajos como guionista, pasando por su acceso accidental a la dirección y llegando hasta su consolidación como profesional del medio. Un estudio que va desde los trabajos menos conocidos por su público habitual, como la comedia Contrabando en Nápoles (I ladri, 1959), sus primeras cintas musicales (como Ragazzi del Juke-Box, 1959), la veintena de comedias protagonizadas por Franco Franchi y Ciccio Ingrassia (una suerte de hermanos Calatrava a la italiana) o los dramas y el western, para proseguir con sus obras más conocidas, por las que Fulci se ha ganado un nombre en el terror de bajo presupuesto y casquería fina: Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981), El destripador de Nueva York (Lo squartatore di New York, 1982), Nueva York bajo el terror de los zombis (Zombi 2, 1979), Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980) o El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981).




Menos sangre contienen las páginas de ¿A quién vas a llamar? De Tracy el gorila a Peter Venkman. La historia de los Cazafantasmas, donde Octavio López Sanjuán realiza un extenso recorrido a través de la historia de los cazafantasmas en el cine y la televisión, mediante el análisis de todas las series y películas relacionadas con el tema, desde el periodo mudo hasta hoy. Un trabajo que va de las series de animación a los clásicos Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984) y Cazafantasmas 2 (Ghostbusters 2, 1989), ambos dirigidos por Ivan Reitman, y tampoco olvida su presencia en los cómics y los videojuegos, así como sus derivaciones e influencias. Como en el caso del libro dedicado a Lucio Fulci, la abundancia de entrevistas con personas directamente relacionadas con la materia (entre ellos, Dan Aykroyd, Reitman o el productor Michael Gross) es uno de los puntos fuertes de una publicación que no puede llegar en un momento más oportuno, ya que en 2016 se estrenará el reboot en clave femenina que ha dirigido Paul Feig.




COSECHA DE SANGRE

De algún modo, Tyrannosaurus Books ha recogido el testigo de editoriales que, como la valenciana Midons (ya desaparecida), comenzaron hace ya un par de décadas a abrir el mercado español a la publicación de ensayos sobre subgéneros cinematográficos (terror, ciencia-ficción, porno) generalmente despreciados por la crítica más formalista. No están solos en su labor. Ediciones T&B lleva años trabajando en una dirección similar, y este mes publica Cine fantástico y de terror español: De los orígenes a la edad de oro (1912-1983), un volumen colectivo (reúne a más de cuarenta autores) coordinado por Rubén Higueras Flores, quien explica las razones que han impulsado su trabajo.

“Además de haber constituido uno de los géneros más fecundos y rentables para nuestra cinematografía, el fantaterror hispano presenta notables variantes estilísticas y discursivas entre los films que lo integran. El principal fin que guía el libro es dar cuenta de las particularidades concretas de una amplia selección de largometrajes pertenecientes a dicho género, con objeto de reflejar las tensiones y contradicciones en su seno y dilucidar cuáles fueron las aportaciones de la cinematografía española al cine fantástico y de terror, sin la imperiosa necesidad taxonómica de formular rasgos comunes que caracterizasen globalmente lo que, debido a cuestiones industriales, coyunturales y/o autorales, tendía a la heterogeneidad”, asegura.




El libro llega hasta 1983, “fecha en que la conocida como ‘Ley Miró’, con un ojo puesto en el modelo francés, intentó promover y proteger un cine ‘de calidad’, lo que conllevó un drástico descenso en la producción del denostado cine de género y su reformulación”. En breve se publicará la segunda parte, que comenzará en 1984, “con producciones representativas de las nuevas modulaciones del cine fantástico y de terror español, tales como Akelarre (Pedro Olea), Feroz (Manuel Gutiérrez Aragón) o El bosque animado (José Luis Cuerda, 1987), que poco tienen que ver con las del período inmediatamente anterior”, comenta Higueras.




T&B también ha publicado títulos como Películas de culto. La otra historia del cine (Mauricio Bach), La edad de oro de la ciencia-ficción (1950-1968) (Javier Memba), Cine bizarro. Los clásicos del ‘Cinéma Bis’ (José de Diego Wallace), Spanish Exploitation (Sexo sangre y balas) (Víctor Matellano), La década de oro del cine de terror español(1967-1976) (Javier Pulido) o Sesión sangrienta (Jason Zineman), subtitulado Cómo un excéntrico puñado de cineastas ‘outsiders’ nos provocaron pesadillas, conquistaron Hollywood e inventaron el Terror Moderno. Sin olvidar diversos volúmenes dedicados a las diferentes ramificaciones del film noir o las cinematografías asiáticas.




En una línea similar, Quarentena Ediciones tampoco se ha quedado atrás. Cine Trash: El alimento de los dioses, firmado por Ángel Ferris y Núria Fontanet, es uno de los últimos títulos de un catálogo que también apuesta por el cine de género en Zombies. Muertos vivientes en la cultura popular, de Marc Gras (curiosamente, uno de los responsable de Tyrannosaurus) y que tiene colecciones dedicadas al porno y el erotismo, el cine biker y rocanrolero o las series de televisión, donde se incluye Twin Peaks. Fuego, camino conmigo, en el que Carmen Viñolo desentraña las claves de la mítica creación de David Lynch, desde su origen hasta la abrupta cancelación del programa por parte de la cadena ABC, sin olvidar la precuela cinematográfica firmada por el propio cineasta.




Finalmente, Calamar Ediciones abunda en parámetros similares y tiene ensayos dedicados a los superhéroes en el cine, Sam Raimi, el cine de “neoculto”, la productora Hammer, los clásicos del terror o los films de yakuzas, pero también otros centrados en figuras como las de Takashi Miike, Jordi Grau (el director de No profanar el sueño de los muertos) o Ray Harryhausen, el genio de la stop-motion. A diferencia de lo que sucede con los de T&B, publicados en muchos casos en colaboración con festivales de cine (que se hacen cargo de la mayor parte de los gastos de edición), tanto los de Quarentena como los de Calamar (y, por supuesto, los de Tyrannosaurus) son fruto de la pasión de un puñado de aficionados al cine de género que han decidido conjugar su condición de fan con la de divulgador, y han encontrado editores lo suficientemente locos como para confiar en ellos. San Judas Tadeo, patrón de las causas imposibles, les conserve la salud.

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