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premio max 2023 a Mejor espectáculo de danza

La reina del metal trae su danza entre chatarra y taconeos a València

22/01/2024 - 

VALÈNCIA. En cualquier aleación debe haber por lo menos un metal que luego se fusiona con otro elemento, ya sea químico o de otro origen. De esta combinación, si se hace con oro por ejemplo pueden surgir las monedas más antiguas, y si se hace con plata se pueden generar hasta exclusivas joyas. Este juego se puede subir también a un escenario, generando una aleación entre el metal y el baile para crear un espectáculo único e irrepetible: La reina del metal, resultado de la mezcla de los metales del músico Enric Monfort junto al movimiento enigmático de la bailaora Vanesa Aibar, generando una danza que les ha valido la manzana dorada de los Premios Max a Mejor espectáculo de danza del 2023. Con el metal como instrumento y el flamenco como hilo conductor Aibar y Monfort llevan este viernes a El Teatre Musical su aleación artística, en la que se encuentran entre chatarra y taconeos para generar una especie de liturgia al baile.

Este espectáculo tan peculiar nace a través del Proyecto Ventana, en el que de manera online y a través de ordenadores metalizados Monfort y Aibar consiguen coordinarse para presentar un trabajo en el que explorar sobre este arte. Monfort estaba trabajando en ese momento con el sonido del metal, y junto a los intereses de Aibar por la exploración nace esta danza.

“Yo le enviaba vídeos de mi movimiento y con esto generamos un espectáculo llamado Germen del que nace más tarde La reina del metal”, recuerda Aibar sobre sus reuniones, “lo que queríamos era alargarlo y saciar nuestra curiosidad respecto al espectáculo” y dejarse invadir de alguna manera por el germen más peligroso de todos: la idea. Una vez incrustada solo se la podían quitar experimentando y bailando, en un proceso que para Aimar se siente como una completa liberación sobre el escenario, que se refleja en las caras atónitas de quienes contemplan desde abajo”

“En el público se nota una especie de contención que más tarde explota en euforia. Lo que hacemos es trabajar con un sonido inmersivo y una escena muy peculiar que hace que el público se sienta en una especie de catarsis, todo el mundo acaba siendo parte de la obra en sí misma”, explica Aibar con una emocionalidad que no se puede fingir, “la apuesta física está en llegar a límites reales con mi cuerpo: del zapateado, del salto e incluso llego a ponerme en riesgo con algunas técnicas. Apostamos por ciertos números que sabemos que funcionan y nos permitimos navegar por el juego”.

Con esto hay trazas del flamenco que se esconden entre la chatarra y la improvisación de ambos, generando una apuesta única en la que los límites físicos y de ritmo tienen que jugar a favor de los tiempos. Algunos de estos, sin un cálculo exacto como puede suceder en una alineación, tienen que acompasarse por las propias leyes del flamenco: “En el lenguaje del zapateado no hay un compás definido, el ritmo no controla el compás flamenco ni se pretende. Trabajamos mucho la precisión y el cierre, esa especie de exactitud, pero se hace siempre de la manera más honesta”, sentencia la reina.   

Cada sonido y paso les acercan a un movimiento único e irrepetible, en el que la escucha y la intuición se convierten en elementos clave para que el trabajo avance entre los metales. Con un escenario repleto de imaginería resplandeciente se prestan totalmente al arte de la metalurgia y del flamenco, intentando ordenar los impulsos y las influencias que les llevan a generar el espectáculo tras el ataque del Germen: “Siento que las herramientas me las da el propio flamenco, me lo proporciona la rítmica del cuerpo"

"Cuando Monfort y yo nos miramos sabemos que es parte de nuestro lenguaje básico, entendemos cuando deben subir las intensidades y qué tenemos que hacer para llegar a un mismo resultado. Siento que el trabajo que hacemos acerca el flamenco a quien no sabe reconocerlo, mezclarlo con los metales lo traslada a un paisaje sonoro que está en segundo plano y que lo lleva a otro universo”, añade Aibar. Con todo esto considera que el espacio intermedio en el que se encuentran les permite reconectar con la historia de la danza y con la de los metales, todo ello sobre un escenario brillante en el que un tintineo puede sonar casi más que un taconeo. 

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