El colectivo de Falles Populars i Combatives alertan de los riesgos que puede acarrear la protección por parte de la Unesco
VALENCIA. El proceso de protección de las Fallas por parte de la Unesco, que hará oficial la declaración como Patrimonio de la Humanidad en noviembre, parecía haber conseguido lo imposible. Todos los colores políticos se sumaban a una propuesta que promete potenciar como nunca antes la imagen de la fiesta fuera de nuestras fronteras, el dorado de una internacionalización que ya comienza a dar sus primeros pasos gracias al apoyo de la administración y de numerosas entidades que se han sumado a la 'causa'.
El discurso crítico ha sido casi inexistente, una postura que abandera el colectivo de Falles Populars i Combatives. El grupo ha lanzado una campaña que pretende reflexionar acerca de la idoneidad de la protección de la fiesta, una visión que, aunque cargada de ingeni i gràcia, incide en un proceso que, dicen, cuenta con muchos riesgos de los que poco se habla. Por ello han creado el club Patrimoney y un personaje imaginario, 'La Patri', que protege allá por donde pasa. Amantes de la fiesta, defienden que no necesitan los mecanismo de legitimación de la "Unasco" para vivir la fiesta.
Su proyecto, que cuenta con monumento propio y una programación cargada de actos y conciertos, se financia este año gracias a los más de 6.000 euros recaudados a través de una campaña de micromecenazgo, el doble de lo que inicialmente pedían a sus colaboradores. De este modo, Falles Populars i Combatives propone que sean declarados bienes de la humanidad algunos aspectos que la entidad considera importantes como «los sueños eróticos raros, desayunar poleo tocado de cassalla para que no pare la fiesta, el juego de hacer un círculo con los dedos índice y pulgar e intentar que alguien mire, la cucharita con más de cinco personas en la coma o la tradición milenaria de hurgarse la nariz».
Defienden una fiesta que se proteja del turismo de masas y de todo aquello que limite el carácter popular de la fiesta, la integración a través de los barrios y la infantilización en detrimento de la sátira. Este año realizarán su quinta falla, aunque no la plantarán, pues será móvil y viajará por Ciutat Vella patrimonializando todo lo que se cruce por su camino. Hablamos con Carles Soler, uno de lo miembros de la organización que, para más señas, no está inscrita en el registro de Junta Central Fallera.
-¿Por qué nace Falles Populars i Combatives?
-Nace en 2002 de la mano de una generación muy concreta, que nos hemos criado con las Fallas como algo propio, pero que vimos una parte hostil. La fiesta cuenta, desde un punto de vista histórico, con un elemento satírico e irreverente. Que durante el franquismo se convirtiera en la fiesta del poder no quita que no se haya recuperado. Nos planteamos como una agrupación fuera de Junta Central Fallera, así nos sentimos más cómodos. Con el paso de los años el proyecto ha evolucionado bastante, pasando de pequeños actos a crear una programación que ocupa todo el mes fallero y algunos esporádicos durante el año. En vez de trabajar por masificar la fiesta, buscamos distribuir por la ciudad, coordinarnos con los barrios.
-Vuestro discurso es bien diferente al del resto de entidades, ¿es antifallero?
-Esto es algo que intentamos siempre dejar claro: no tenemos un discurso antifallero. Nos vemos más como recuperadores de esa tradición previa al franquismo, irreverente y que trata de un barrio inclusivo. Unas Fallas hechas por la misma gente, no tan profesionalizadas. Nunca hemos tenido un discurso antifallero, es así como nosotros entendemos la fiesta. De hecho, nos interesan elementos tradicionales, como las albaes.
-Está claro el carácter popular, pero, ¿contra qué o quién combatís?
-Usamos esos dos adjetivos como provocación. ‘Popular’ deja claro que es un planteamiento heterodoxo, fallas que mantienen el espíritu original. Hay cosas interesantes también el algunas de las comisiones que pertenecen a Junta Central Fallera, pero hay temas como las carpas o los asociados que generan conflicto. El carácter inclusivo y participativo se ha perdido. Usamos el término ‘combativo’ en el sentido de recuperar el carácter crítico y satírico que tienen las Fallas. En muchos casos se ha folclorizado o revestido de un supuesto aire artístico que vacía, unas fallas propias de Disney. Hay que repensar el discurso y las prácticas.
-¿Crees que se ha infantilizado la fiesta?
-Existe esa tendencia. Hay fallas que mantienen el espíritu, lo cual es muy loable. Cada uno tiene sus ideas políticas, pero sí hay un sector, las de gran tamaño, que han jugado a esconder el tema satírico, algo que a nosotros no nos interesa.
- Además no tenéis fallera mayor…
-Falles Populars i Combatives funciona como una asamblea, no sabemos hacerlo de otra manera. Tenemos la suerte de que, además, es un colectivo muy feminizado, con muchas mujeres, lo que se transmite en el carácter y discurso del proyecto. No tenemos la necesidad administrativa ni orgánica de tener presidente o fallera mayor. Puede que antes, cuando la mujer no tenía visibilidad, hubiera sido un espacio de empoderamiento, pero ahora en nuestro ámbito no tiene sentido, sobre todo si se centra en la belleza y la estética.
-Vuestro proyecto para 2016 nos presenta al personaje de ‘La Patri’, ¿quién es ella?
-Desde hace meses sabemos que el tema de la Unesco sería muy importante. Somos conscientes de que el proceso de patrimonialización es difícil de transmitir, cuesta entender la crítica. Siempre se ha entendido que es algo positivo, pero hay elementos muy criticables. Quisimos poner cara a este concepto con ‘La Patri’, un personaje cercano, fácil de manejar y con el que poder satirizar sobre este proceso. Además, creamos la organización Unasco, un organismo no siempre transparente, ¿acaso no es criticable que tenga que venir alguien de no se sabe donde a decir qué tiene y qué no tiene valor?
-Todos el mundo del sector habla de la futura protección por parte de la Unesco, ¿por qué estáis en contra?
-Dar valor a las Fallas no es malo en si mismo, pero nos sentimos en la responsabilidad de indicar algunos de los puntos oscuros que han de tenerse en cuenta. Para empezar, el patrimonio ya es algo absurdo, una convención. Hoy una botella de Coca-Cola no tiene valor, pero la primera que se fabricó sí; hay ordenadores Mac de hace quince años que ya están en museos… ¿qué es el patrimonio? Uno de los puntos que más nos interesan es que con este argumento tenga más peso el concepto que la persona. Algo así se ha vivido en el Cabanyal, una batalla que se ha ganado por el valor de las fachadas pero no tanto por la gente. Una casa no puede tener más valor que el que la habita, algo que se puede vincular a las Fallas. Uno de los riesgos es que tenga más valor la fiesta que los que la construyen y la viven. Todo esto lleva, además, a convertir las Fallas en un elemento de atracción turística, pasando de ser un elemento integrador de barrios a un mero espectáculo, como ha pasado en los carnavales de Río de Janeiro, que se celebran en un sambódromo.
-¿Dejarían las Fallas de ser un organismo vivo?
-No somos catastrofistas, pero hemos visto situaciones así en otros sitios. En Barcelona se ve mucho como algunas de sus fiestas se han convertido en eventos profesionales. Lo interesante de las Fallas es que se hacen desde una ciudad para si misma, el hecho de trabajar sin un objetivo material más allá de la propia fiesta. No se puede fosilizar la fiesta, crear una barrera entre los que hacen y los que ven. Hay buenas intenciones, pero debemos estar vigilantes. No sé hasta que punto se habla de los riesgos. En prensa no hay crítica ni pedagogía sobre qué significará la catalogación de la Unesco y nivel público tampoco ha habido un debate sobre qué implica.
-Este año presentáis, de la mano de los arquitectos de Crearqció, una falla que se mueve y que patrimonializa, ¿qué veremos?
-Es una mezcla entre autoproducción y externalización, una combinación de elementos. Por una parte, los arquitectos como expertos y, por otra, la vinculación con la ciudadanía a través de talleres abiertos en los que podrán vincularse gente de todas las edades. El elemento falla móvil no es algo que inventemos, se daba a principios del siglo pasado, porque como había tasa para plantar muchos la evitaban así, lo que hemos hecho es recuperar esa tradición pero de una forma moderna, porque tirará de una bici.