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LA ZONA CERO DE LA MÚSICA MÁS POPULAR

Las habitaciones del ruido: presente y pasado de los locales de ensayo en Valencia

Recorremos los puntos cardinales de la ciudad para analizar la oferta de salas que existe y averiguar en qué se diferencia de la de otras capitales de nuestro entorno

14/07/2016 - 

VALENCIA. Aunque no exista un censo de grupos de música popular ni nada parecido, no parece descabellado dar por buena la estimación de que Valencia acoge a cerca de un millar de bandas en activo. Bajo este paraguas –del que vamos a excluir, por motivos prácticos, a formaciones orquestales y corales- incluiríamos tanto a los músicos que habitan en las entretelas del underground como a los que se mueven en un ámbito más profesional. A unos y a otros les separan muchas cosas, pero hay una que comparten todos: la necesidad de ensayar. 

Para desplegar el mapa de locales de ensayo de Valencia debemos trasladarnos al epicentro de este negocio: Alboraya. En los polígonos industriales de esta población rodeada de huerta componen y practican cerca del 70% de las bandas de la ciudad. La cifra la ofrece -a ojo de buen cubero- Nacho Monera, socio junto a Carlos Jorro de Proyecto Zulú, un grupo empresarial que engloba la gestión de El Nido Salas de Ensayo, Abbey Rock y Ensayos Alboraya. Este último fue uno de los que abrió la veda del negocio, allá por el año 1996. “Hace veinte años no existía oferta de locales; las bandas nos buscábamos la vida como podíamos –explica-. Unos ensayaban en el garaje de casa de sus padres, molestando a los vecinos, y otros como nosotros nos metíamos por ejemplo en una alquería abandonada, donde nos entraban a robar”. 

La que suscribe estas líneas recuerda de hecho asistir a mediados de los noventa a varios ensayos de Chococrispis y Gigatrón en una casa en ruina inminente. “Era en la calle Sagunto, 92, en un edificio que hoy en día no existe, derruido por el deterioro –recuerda Jordi Molina, batería de ambos grupos y hoy todavía en activo con Fronkonstin-. Veíamos la calle a través de las grietas de las paredes. Allí ensayaban también Furious Planet, Morgana vs Morgana y Fabulosos Tronchapinos”.

Jordi corrobora que hasta la segunda mitad de los años noventa no comenzaron a surgir locales de ensayo como tales: “No había empresas dedicadas a eso; si acaso sótanos húmedos e infectos. Te las apañabas dentro de trasteros y plantas bajas, a pelo o cerrándote tú algo con pladur. Me acuerdo de uno que tuvimos en el barrio chino, donde unos nazis con los que compartíamos el local nos robaron todo el material”.

Jordi Molina, en el rincón de la batería de la casa en ruinas de la calle Sagunto donde ensayaban Chococrispis y Gigatrón a principios de los años noventa

Así las cosas, era cuestión de tiempo que alguien atisbara una oportunidad de negocio en esta necesidad perentoria de espacios adecuados para reunirse, tocar y guardar los instrumentos y el backline con un mínimo de seguridad. 

Se ha andado mucho desde esos primeros locales de 12 metros cuadrados, que eran poco menos que cajas de cemento sin ventilación. “La gente salía de los ensayos como si saliera de la ducha. Ahora mismo lo piensas y te das cuenta de que nos estábamos dejando la salud”, recuerda Monera. Ahora la cosa es muy distinta; la mayoría de las naves industriales que acogen salas de ensayo abren 24 horas los 365 días del año y están dotadas de aislamiento acústico (qué menos), aire acondicionado independiente, zonas amplias de parking, suelos de cemento pulido o parqué, e incluso algunas tienen wi-fi y zonas comunes con cafetería o máquinas dispensadoras de bebida, comida y material musical para salir de una urgencia (púas, cables, baquetas, etc.). 

Otra diferencia fundamental es la seguridad. Debido a la frecuencia de los robos que se daban antaño, hoy son imprescindibles los sistemas de videovigilancia y la existencia de un seguro que cubra el valor de los instrumentos y el backline de cada uno de los locales. Algunas de estas naves industriales integran además estudios de grabación o salas especiales para albergar conjuntos de 20-30 personas (por ejemplo, Proyecto Zulú ha abierto una nueva vía de negocio para dar respuesta a la eclosión de los grupos de batucada como DaKiTu o Tro De Bac). Y no todos son grupos; cada vez es más común el alquiler de salas a músicos que preparan allí sus tutoriales para Youtube.

De la escasez a la saturación

Con los años, el polígono industrial de Alboraya se ha transformado en un enjambre de naves industriales enfocadas a la música en directo. Junto a las de Proyecto Zulú (donde ensayan bandas como La Pulquería, Los Zigarros, Los perros del Boogie, Obrint Pas, Senior i el Cor Brutal, Thee Vertigos, Flipping Colors o Seguridad Social), aparecieron muchas otras como Ensayos Amplificados (por donde pasaron Twelve Dolls, Agente Naranja y Lullaby), The Box (Red Buffalo, Kamadeva) y Rock Room, situado en la vecina localidad de Foios. En total, se estima que en l’ Horta Nord pueden coexistir cerca de 400 locales. A una media de dos o tres bandas por local… hagan cuentas.

Actualmente, la competencia es dura en este sector, que se ha visto obligado a bajar drásticamente los precios durante los últimos años por un efecto combinado de la crisis económica y la sobredimensión de la oferta. Durante la preparación de este reportaje, de hecho, se ha hecho evidente la existencia de grandes recelos a la hora de ofrecer cualquier tipo de información por teléfono.  

Interior de uno de los locales de Proyecto Zulú (Alboraya)

Algunos, sin embargo, no tienen reparos en hablar. “Cuando abrimos Music Rooms, hace ahora diez años, el precio por local era de unos 300 euros. Algunos llegaban a pagar 400 por los más grandes -explica Tocho, copropietario de estos locales de Xirivella junto a Carlos Ortigosa-. Ahora nuestros precios oscilan entre los 160 y los 220 euros por locales de entre 14 y 28 metros cuadrados”. La mayoría de estos espacios  se comparten después entre varias bandas, hasta que el precio por persona se reduce a 20-25 euros al mes.

“Decidimos buscar la nave en Xirivella porque Alboraya era ya una jungla hace diez años. Tampoco quisimos ir al Este de la ciudad, porque ya habían abierto locales en Masanassa [Fussion] y en Catarroja [E-Sound]”, explica el fundador de Music Rooms, el “segundo hogar” de bandas como Betunizer, Jupiter Lion, Aullido Atómico, Retraseres, Johnny B. Zero, Modelo de Respuesta Polar, Benito Camelas o Los Rockeros (componentes de la banda de Bruno Lomas).

Interior de dos de los locales de Music Rooms (Xirivella)

No son los únicos que operan en la Huerta Oeste; también se ubica en Xirivella Un garatge més que sònic –los más veteranos de la zona, por donde pasan bandas como Wau y los Arrrghs y Teletexto-. Allí los precios de los alquileres se mueven entre los 180 y los 220 euros. Sin salir de la comarca, en Alaquàs, encontramos Em Sona, con 23 locales de entre 17 y 30 metros cuadrados, a partir de 120 euros al mes. En la aledaña población de Aldaia está Sarabanda, espacio con 44 locales de distintos tamaños y precios a partir de cien euros. “Buscábamos un sitio cerca de Valencia y accesible con autobuses de línea –explica Alfredo Frick, uno de los impulsores de la empresa, que abrió sus puertas hace tres años-. Tengo 40 años y soy músico desde los 17 años. He sufrido lo que es ensayar en locales lúgubres, llenos de cucarachas y con cuartos de baño que daban ganas de vomitar. Hemos hecho un espacio en el que nos gustaría tocar a nosotros, y la prueba del éxito es que hace muchos meses que tenemos lista de espera”.

Cafetería del interior de Sarabanda (Aldaia)

Quizás el punto cardinal menos concurrido por las bandas valencianas es el Sur, donde se ubica La Nau Estudi (Alcàsser), dotado con estudio de grabación y diez salas desde 15 metros cuadrados a partir de 150 euros al mes.

La oferta en el centro metropolitano de Valencia es más escasa. En la Avenida de Primado Reig se encuentran los estudios JR La Sala, enfocados a bandas profesionales. Aquí han preparado sus giras por la península músicos como Kiko Veneno, Lluis Llach y Jaime Urrutia. Dotados con tres estudios de grabación y locales de hasta 70 metros cuadrados completamente equipados, este centro alquila exclusivamente por horas. Los precios (20 euros por horas) son sustancialmente más elevados que en las naves de la periferia que ofrecen esta posibilidad. 

Mucho más modestos, aunque también dentro de los contornos de la ciudad, se ubican Los Locales, en activo desde 1998, y con precios a partir de 150 euros para los espacios más pequeños de 12 metros cuadrados.

Comparativa con Madrid y Barcelona

Local por horas La Nau Estudi

Si bien es cierto que lanzar un grupo desde Valencia continúa siendo algo más difícil que hacerlo desde la capital del país, también lo es que aquí se disfruta de otras ventajas. Una de ellas es el precio que hay que pagar por ensayar. 

En Barcelona, el alquiler mensual de un local parte de los 250 euros (los más pequeños) y alcanzan fácilmente los 350-380 -más gastos-. Estas tarifas obligan a compartir un mismo espacio hasta a seis bandas diferentes. Del mismo modo, en Madrid se puede conseguir un local por 300 euros al mes, pero siempre que te traslades a zonas periféricas como Vicálvaro. Las más céntricas, como el mítico Rock Palace, oscilan entre los 500 y los 600 euros.

¿Ayudas al pop?

A diferencia de otras actividades como la música de bandas o la sinfónica, el pop-rock y sus aledaños han vivido siempre al margen –y a pesar- de las instituciones. “Hace unos años, el Ayuntamiento de Xirivella abrió una línea de ayudas para pagar la mitad de los gastos de alquiler a las bandas locales que tuvieran al menos la mitad de los miembros empadronados aquí -comenta Tocho, de Music Rooms-. Pero con el cambio de gobierno y la crisis se cortaron enseguida”. 

Tampoco ha fructificado ninguna iniciativa pública para facilitar el acceso a los locales de ensayo a músicos jóvenes o con bajo poder adquisitivo. Los problemas derivados de la falta de insonorización obligaron a clausurar las cuatro salas habilitadas por el anterior gobierno municipal dentro del recinto del actual Espai d’Innovació i Creació Las Naves. En cualquier caso, nos cuenta su director, Guillermo Arazo, que todavía permanece abierta la posibilidad de que se retome en el futuro la adecuación de las instalaciones para acoger un proyecto de lanzadera musical que incluiría salas de ensayo y un estudio de grabación.

Hasta que eso llegue, que continúe la música (porque las subvenciones en este campo, ni están ni se las espera).

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